El 8 de mayo de 2025, la doctora María Elizabeth de los Ríos Uriarte dictó una conferencia magistral en la Universidad Nacional de México, titulada “Racismo y xenofobia como factores adversos en la atención en salud”.
Su exposición se basó en una serie de artículos publicados a finales de 2022 en la prestigiosa revista médica británica The Lancet. Estos trabajos contaron con el respaldo del Instituto para la Salud Global de Londres, el Departamento de Derecho de la Escuela Jurídica de la Universidad de California, el Programa de Investigación de Nairobi (Kenia) y el Instituto Alfred Deakin para la Ciudadanía y Globalización de Melbourne (Australia). El profesor Delan Devakumar, del Instituto para la Salud Global de la Universidad de Londres, encabezó la lista de autores de estos estudios.
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No solo tuve la oportunidad de ver en YouTube la excelente ponencia de la Dra. María Elizabeth, sino que también consulté las fuentes originales en las que se basó. Los autores realizaron un análisis exhaustivo sobre el impacto directo de la discriminación racial y la xenofobia en grupos humanos migrantes, inmigrantes, residentes y ciudadanos extranjeros que viven fuera de sus lugares de origen. En varios continentes se observa el efecto negativo que tiene en las personas y sus familias habitar en un territorio distinto al de su nacimiento. A lo largo de la historia, se ha registrado la segregación social, económica y política de quienes abandonan su hogar en busca de mejores condiciones de vida, huyendo de la miseria, la persecución política o religiosa.
Los países receptores de migrantes suelen tener leyes que regulan los flujos migratorios; sin embargo, muchos migrantes evaden los trámites legales y permanecen en condición irregular. Gran parte de esta población reside en barriadas con condiciones sanitarias inadecuadas, lo que afecta su calidad de vida. Cuando se intensifican las deportaciones, se agravan las crisis en la atención sanitaria, dificultando la labor de las autoridades encargadas de garantizar el bienestar y prevenir brotes epidémicos.
Mientras leía e interpretaba estos estudios, noté cómo sus conclusiones coincidían, tres años después, con la realidad que enfrentan cientos de miles de migrantes haitianos en la República Dominicana. Pareciera que los autores hubieran anticipado la situación actual.
Las mujeres haitianas embarazadas y sus hijos presentan tasas de morbilidad y mortalidad significativamente más altas en comparación con la población nativa. Dado que la Organización Mundial de la Salud (OMS) registra las muertes infantiles y adultas ocurridas en un territorio, las defunciones de haitianos en suelo dominicano se contabilizan como parte de los índices de mortalidad materno-infantil de la República Dominicana.
Asimismo, surge un preocupante patrón de violencia. Recientemente, un hacendado dominicano fue asesinado en la provincia de Puerto Plata, y la prensa destacó que alrededor de 200 haitianos fueron detenidos como sospechosos del crimen.
¿Acaso la epidemia global de racismo y xenofobia ya ha echado raíces en la tierra de Juan Pablo Duarte?
Dejo esta reflexión como tarea para nuestras autoridades.