Radhamés Gómez Pepín, clásico del periodismo dominicano (y 3)

Radhamés Gómez Pepín, clásico del periodismo dominicano (y 3)

Durante 62 años libró contiendas infatigables por la libertad y la equidad y por su apostolado de pluma vibrante se corona como un ícono y un clásico del periodismo dominicano

– 1979, Director de la revista ¡Ahora!, aún dirigiendo a Noticiario Popular.
En diciembre de este año casó con la periodista Cornelia Margarita Torres Palma, con quien procreó a Orlando y Adriana Gómez Torres.

– 1982, Subdirector del vespertino El Nacional.

– 1988, Director de El Nacional, hasta el 2015.

Gómez Pepín era el primero en llegar a la redacción de El Nacional, a las 5:30 de la madrugada, y durante esos 27 años (1988-2015) se mezcló con reporteros en ruedas de prensa, audiencias judiciales y acontecimientos impactantes. También se involucró como mediador en variados conflictos, como el asalto en 1993 del médico cirujano plástico Cristóbal Payano a la sucursal del Banco del Progreso de la avenida Independencia esquina Socorro Sánchez, en Gascue, donde una empleada resultó muerta y otras heridas.

Peculiaridades y estilo

Gómez Pepín pertenece a la generación de autodidactas que descolló por su vocación y talento innato y que, sin haber pasado por la universidad ni tomado clase especializadas, sumó al periodismo local a decenas que hoy son profesionales de relevancia, directores de medios y profesores universitarios, como quien calza el presente trabajo.

Valora al buen periodista no por las materias cursadas y aprobadas, sino por la calidad de su redacción en la práctica, por el olfato para la noticia, su acuciosidad y buena disposición a colaborar con los requerimientos de la circunstancia.

Sus informaciones, titulares, reportajes, opiniones y editoriales han abordado la incidencia y desempeño de todos los gobiernos sucedidos desde Trujillo hasta la fecha y, anteponiendo el interés público a su particular simpatía, ha hecho prevalecer la objetividad, el lenguaje elevado y la mesura.

En esa línea, ha resentido, como una aspiración o un sueño, el pluriempleo, y propugnado por salarios que dignifiquen el oficio y eviten el payoleo.

Ha sido un empeñado en dar voz a marginados, desposeídos o gente en situación desventajosa.

Enemigo de la lisonja y con escasas ambiciones materiales, ejerció el oficio sin ambages, a ratos como lobo solitario en el seguimiento de la noticia, en la defensa de víctimas anónimas o en la crítica a sectores o situaciones objeto de su peculiar ironía.

El chiste y el cuento picante sazonó su día a día, matizado por el encuentro con activistas de todo tipo de causas, gente en busca de proyección social o política, personajes de la farándula o tal vez necesitados de orientación o de solución de algún caso.

Su colorida sucesión de anécdotas la divulgaron numerosas entrevistas escritas y televisadas, de suerte que abordamos a continuación lo más tangible de su legado como periodista, ciudadano y hombre de familia.
EL CIUDADANO EJEMPLAR

Era muy niño cuando empezó la tiranía de Trujillo, de modo que creció y se desarrolló bajo el régimen en el que vio desaparecer a varios amigos y allegados. Aunque sin percances dignos de mención, participó en una que otra travesura conspirativa, pero lo más notable de esta época fue que como reportero pudo conocer muy de cerca al Dictador, su carácter y manejo de la burocracia oficial. Fue de los jóvenes encandilados con el triunfo de la revolución cubana de 1959.

Nunca estuvo atado a un partido político en particular, y una de sus anécdotas más celebradas data de las primeras elecciones libres después de ajusticiado Trujillo Molina: las del 20 diciembre de 1962, cuando votaba en cualquier mesa o demarcación. Unos amigos, presuntos socialcristianos, le convidaron ir a Moca para que sufragara por el candidato del Partido Revolucionario Social Cristiano (PRSC). Nunca superó el desconcierto de que el suyo fuera el único voto que en su mesa obtuvo el del machete verde.

Gómez Pepín asumió los procesos electorales como fiestas de la democracia y acudió a votar en el Colegio Marillac, en la avenida San Martín, esquina Ortega y Gasset, sector donde residió durante más de 40 años, a menos de un kilómetro del vespertino El Nacional, donde laboró por igual tiempo. Disfrutaba el reencuentro con sus antiguos vecinos.

Sus críticas más acentuadas fueron la promulgación de leyes que luego no se aplicaron y la implementación de otras que, a su juicio, no se ajustaron a la realidad del país.

Su solidaridad con los haitianos fue legendaria desde los Duvalier, con estrechos lazos de amistad primero con la ola de intelectuales y artistas venidos como refugiados políticos, y después, con los llegados por mejores horizontes económicos, a algunos de los cuales les ayudó a abrirse camino. No obstante, ante la inmigración desbordada y el acoso de organismos extranjeros contra la República Dominicana, defendió el derecho soberano de las autoridades nacionales en la aplicación de una política migratoria y los requisitos establecidos para el otorgamiento de la ciudadanía dominicana.

UN HOMBRE DE FAMILIA

Excepcionalmente, participó en actividades sociales y actos públicos, porque fue un hombre de su casa, que se acostaba con las gallinas y madrugaba para acudir a su trabajo.

Encontraba su salsa rodeado de los siete retoños procreados con cuatro mujeres, que formaron una piña azucarada, en la que cada uno fue único e importante. Solo el primogénito, el jovial de Chiqui o Radhamés Gómez Sánchez, abrazó el periodismo como su profesión.

El segundo hijo, Momoncho o Ramón Gómez Sánchez, es ingeniero civil; el tercero, César Gómez Navarro, reconocido técnico y productor de televisión; la cuarta, Ana Patricia Gómez Liz, educadora; la quinta, Laura Gómez Liz, neuropsicóloga, con talento marcado para escribir; el sexto, Orlando Gómez Torres, abogado especialista en asuntos financieros, por años escribe una columna de temas libres en El Nacional. La menor, Adriana Gómez Torres, titulada de licenciada en administración de empresas hoteleras y de turismo, se abre paso como comentarista de televisión en temas turísticos.

Hombre de tragos, mujeres y juerga, culminó las últimas décadas felizmente casado, con la única chercha de hijos y nietos, y el sosiego inconmensurable de haber cumplido con un deber asumido como sagrado.

La última y más prolongada de sus uniones fue con la periodista Cornelia Margarita Torres, con quien contrajo nupcias en 1979. Durante este matrimonio reconoció su problema con la bebida y, apadrinado por el escritor y humorista Mario Emilio Pérez, se incorporó a Alcohólicos Anónimos, experimentando un cambio radical en su estilo de vida. Jamás volvió a probar ni siquiera una golosina que contuviese un mínimo de alcohol.

Sus siete hijos son muy hermanados y respetuosos entre sí. Profesan credos religiosos y simpatías políticas diferentes. Los hay aguiluchos, del Licey y las Estrellas Orientales, un goce para su padre que los tuvo a todos ellos como el mayor éxito de su vida. En Pulsaciones escribió hace unos años, en El Nacional, que era mejor padre que periodista, porque a estos ponía delante de cualquier otra cosa.

Los diplomas reconocen su trayectoria, y entre ellos sobresalen el de la Orden de Duarte, en el grado de Caballero, otorgada por el Poder Ejecutivo y el del Ayuntamiento de Santiago, que lo declaró Hijo Meritorio de su ciudad natal. En septiembre del 2008, los periodistas Domingo del Pilar y José Rafael Sosa publicaron el libro “El legado de un periodista. Radhamés Gómez Pepín”, y en el 2013 circuló la obra “Pulsaciones. Periodismo de opinión 1950-2013”, que compila los principales artículos insertados en su columna Pulsaciones durante ese período.

Desde esos días, Radhamés Virgilio Gómez Pepín se encontraba recluido en su hogar, en delicado estado de salud, hasta la mañana del lunes 26 de octubre del 2015, cuando físicamente se ausentó para siempre. No estuvo al frente de El Nacional, del cual fue director ad-vitam, por disposición de su propietario, don José Luis Corripio Estrada, quien tuvo siempre palabras de elogio para este clásico del periodismo nacional.

Afortunado por sus largos años de trabajo en lo que más le placía y disfrutaba, nació cuando el trueque era un modo de intercambio en la economía del país, se inició en la faena cuando el periodismo estaba sometido a la censura más oprobiosa, y cuando burros y caballos eran importantes medios de transporte. Culminó como ente de moderación y comedimiento, en momentos en que la libertad de expresión llega al límite en la sociedad dominicana, y utilizando la computadora y el iPhone.

Radhamés Virgilio Gómez Pepín se consagró en el ejercicio del periodismo durante 62 años, sin pausa. Solo trabajó en esta profesión, siendo testigo de esas décadas de historia. Denunció anomalías, excesos e injusticias, buscando ser fiel a los hechos, y opinó con autenticidad. Por su vocación, sensibilidad, solidaridad, amor, probidad, rectitud, buen humor, mesura y agudeza se tiende como un referente válido, que en el 2009 le hicieron merecedor del más ennoblecedor galardón: el Premio Nacional de Periodismo.

*COLABORACIÓN:
Cornelia Marganita Torres de Gómez.

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