Radhamés Mejía ha sido seleccionado y contratado por la ciudad de Tremblay en Francia, en las afueras de París para crear una obra escultórica monumental, en un espacio público, precisamente en un parque jardín en el que la diversidad de la población circula con sus familias.
Titulada Tropiques, la obra se refiere al nombre de la revista que Aimé Césaire creó en 1938 a su regreso a Martinica, después de su estadía de varios años en la Ciudad de las Luces, cumpliendo con sus estudios de filosofía y letras en la Escuela Normal Superior de la Rue d´ Ulm.
Esta escultura tallada y recortada en planchuela de acero industrial, como expresamos arriba es un homenaje al fallecido poeta y gran intelectual, padre ideológico del concepto de la negritude; además, autor del insurgente manifiesto del Discurso sobre el Colonialismo, significa ante todo un homenaje al poeta más libre del pensamiento caribeño, quien se pronunció después de las segunda guerra mundial sobre la urgencia de edificar el porvenir con espíritu de solidaridad y tolerancia en un mundo invitado a compartir la diversidad.
La obra pintada representa un ser humano de rasgos mestizos que dirige la mirada y el gesto al universo, se presenta en llanura dando en los recortes una gran visibilidad con el cielo y la tierra lo que permite interactuar con la transparencia del espacio azul celeste y el verdor de la vegetación, poniendo así en comunicación y diálogo la metáfora querida de Césaire, ante todo la apertura, avant tout l ´ouverture.
El día de la inauguración, las palabras de entrega y presentación de la obra, al Consejo Municipal de la ciudad y a los diputados del sector, le tocaron a Jacques Martial, actor y dramaturgo de Martinica, reconocido por su compromiso con los valores éticos y estéticos del Caribe, actual Director General del Centro vanguardista de arte Parc de la Villette, de París, quien expresó su admiración por el trabajo artístico de Radhamés Mejía.
Se realzó en la diversidad de las tomas de palabras la sintonía de la obra escultórica con el pensamiento del poeta, subrayando la armonía de los valores estéticos entre el discurso del verso y el discurso visual del artista dominicano residente en París. En esta ocasión, de fusión entre el escultor y el poeta domina la esencia de la fuerza sincrética que contiene el Caribe desde su origen.
La obra de Mejía es reconocible en su factura por el personaje duende que confirma en la misma, tanto pictórica cómo gráfica y tri-dimensional, logrando híbridos cuyos rasgos se entremezclan de todos los orígenes que le regalaron al ciudadano contemporáneo caribeño, un abanico amplio de referentes de descendencia y de trascendencia en nuestro mundo plural y global.
Esta síntesis humana que significa la obra de Mejía en un homenaje que cumple de lleno con la filosofía cesariana consciente de todos los aportes y del concierto de la diversidad de culturas que contribuyen a enriquecer el destino de la humanidad universal.
Este honorable proyecto y encargo artístico es el resultado del trabajo serio y continuo que un artista dominicano ha mantenido en el espacio intelectual y creativo francés, donde justamente, Mejía se impuso a partir de los años 90,s, defendiendo antes que muchos de sus contemporáneos una visión fusional y compartida de la estética caribeña, que encontramos tanto en sus pinturas fraccionadas en una dinámica de composición y descomposición del espacio, así como de construcción y deconstrucción del sujeto, para alcanzar un totalidad híbrida tanto en sus telas como en sus instalaciones.
Es admirable pensar que un artista dominicano haya sido seleccionado, entre tantos artistas caribeños que viven en París, cuya mayoría proviene de los Departamentos Franceses de Ultramar. Esto, nos debe enorgullecer por diversas razones, la primera es que se trata de un logro que se apoya exclusivamente del valor artístico de un artista en el que no cabe ninguna influencia posible en la decisión de reconocerle o premiarle, y esto otorga una garantía moral y ética muy necesarias en cualquier cita o concurso, sobre todo de arte. Luego, viene la valoración de la trayectoria creativa de Radhamés Mejía, quien se ha preocupado siempre por documentarse, enterarse y participar dentro de la comunidad latinoamericana de París, desde que le conozco, hace muchos años, con la decisión y el espíritu abierto a los encuentros, y disponible en las convocatorias en las que su obra siempre estuvo y está presente, luciendo su talento como creador contemporáneo dominicano, respetado y considerado en acontecimientos artísticos y visuales donde expone con reconocidos maestros de las artes visuales como son, entre otros: Antonio Seguí, Matta, Hervé Télémaque y Kaminer.
Radhamés Mejía , vive en Francia desde hace más de veinte años, y nunca rompió la relación con su tierra progenitora, y mucho menos, con su identidad criolla. Es un fino conocedor de la sabiduría popular dominicana, pues, este hijo de Baní y de Montecristi, vivió su adolescencia e infancia por los barrios altos de la ciudad de Santo Domingo, que conoce al dedillo como pocos artistas de su generación.
Pertenece de lleno a la generación que entre los años 80 y 90, tuvo el valor y el coraje de abrir surcos por el mar, y arriesgarse frente al destino para cumplir con la exigencias de su obra y de su vida.
Hoy día, su obra pictórica y escultórica está posicionada en Francia, en diversas galerías de Normandía y de la Riviera Francesa, pero también , en Alsacia y Lorraine. También, en otras ciudades europeas de importancia.
De excelente cromática, en sus telas imperan el color tierra, el azul y el fucsia, que traspone en sus volúmenes. Cada dos años vuelve al país por dos meses, para exponer individualmente, y participar en una colectiva en la que siempre se reúnen los artistas que migraron a Estados Unidos de Norteamérica, y a Europa.
En la actualidad, y a propósito de de la celebración de Santo Domingo Capital Cultural de América, como uno de los impulsadores del proyecto
Intimidad de la Memoria, Memoria de la Intimidad que se exhibe hasta finalizar el mes de agosto, en la Galería Nacional de Bellas Artes, Mejía participa en la misma, llevando sus pinturas y sus esculturas en un conjunto coherente bajo el título de La sombra geométrica del plátano. La misma, en su conjunto, nos presenta una coherente y articulada muestra de categorías diversas: pintura, escultura y dibujo, con soportes muy actual y poético, que se interrelacionan con instalaciones, vídeos y fotografías, que nos traen y trasmiten creencias populares y nos llevan a recrear nuestra memoria histórica, a través de las realidades presentes y de los mitos del pasado.
Esta exposición, invita a visualizar una dirección del arte contemporáneo del Caribe, con sus referentes históricos, antropológicos y medioambientales, como muestra de la amplitud creativa de nuestra región a la que pertenece Mejía a toda conciencia. Esta es la oportunidad a través de su instalación de visualizar el personaje caribeño, mestizo, híbrido y global que sella su producción artística y su factura, el mismo personaje que con dimensión monumental, cumple el homenaje a Césaire.