Radhamés Mejía: geometría de sombras y un artista brillante

<STRONG>Radhamés Mejía: geometría de sombras y un artista brillante</STRONG>

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Radhamés Mejía los transforma en personajes que le pertenecen exclusivamente.

Estudioso de los mitos en poblaciones antiguas primordiales, privilegiando a los amerindios y los taínos, Radhamés Mejía los transforma en personajes que le pertenecen exclusivamente, sobresaliendo aquellos rostros rodeados de signos legibles o ignotos de ayer y de hoy…

Esa figuración singular, constante y consistente, se expresa implacablemente según formas precisas, cromatismo contrastado, espacios compartimentados, de inmejorable factura.

Hemos querido trazar en pocas palabras este perfil que define al artista en el transcurso de décadas creativas, y no abundaremos acerca de esa maestría  bien conocida.

La exposición “Geometría de sombras”, que él presenta en el Museo de Arte Moderno,  si bien tiene una parte de excelentes obras “tradicionales” en técnica y soporte, agrega pintura corporal y compenetración con la fotografía, una  colaboración con el fotógrafo chileno Roberto Edwards.

De pintura corporal  y “Cuerpos pintados”.  Muy brevemente recordaremos que la pintura corporal se pierde en la memoria del tiempo, como una práctica ritual: más que el fin de estética y decoración que le atribuimos hoy, era mensaje, comunicación y un necesario discurso codificado de símbolos e identidad en ciertas poblaciones –amerindias del Sur en particular–.

 ¿No decía el antropólogo Claude Levy-Strauss que así “había que estar pintado para ser hombre”?  Esa práctica, todavía vigente en determinadas culturas y ceremoniales, se concibe en el mundo occidental como arte efímero, una obra pictórica fugaz sobre el cuerpo de un modelo.

Ahora bien, para nosotros,  se trata del proyecto “único” del fotógrafo Roberto Edwards,  que se realizó en Chile desde el 1981: él lo convirtió en un gigantesco taller experimental, una empresa internacional de difusión multimedia y una magnífica colección bibliográfica. Invitaron a 100 artistas, de distintos orígenes, con el fin de que ellos  pintaran sobre cuerpos desnudos, luego fotografiados en movimiento.

El resultado  de belleza y color, fuerza y significación, fue extraordinario y así, de arte efímero pasó a ser un testimonio permanente del talento experimental de los autores, como de la excelencia de las imágenes de Roberto Edwards.

Las fotografías –¡una selección entre más de 15,000!– se presentaron en decenas de museos con despliegue escenográfico y un inmenso éxito. Uno de ellos fue nuestro Museo de Arte Moderno, y es la oportunidad de recordar que el acontecimiento de “Cuerpos pintados”, entre muchos eventos considerables, marcó la acción internacional del entonces director, el inolvidable Porfirio Herrera.

La obra de Radhamés Mejía. Para  República Dominicana, el pintor elegido fue Radhamés Mejía, una decisión que se impone, no solamente por la contundencia de su producción plástica, sino por la temática, a la vez incólume y en evolución constante.

Su iconografía descansa en los territorios ancestrales, y el discurso gráfico-pictórico, evocador de mitos y magias, vincula pasado y presente caribeño en un lenguaje muy propio de figuras arraigadas en los misterios precolombinos milenarios… con un ingrediente innegable de autorretrato real-fantástico. 

No faltaba más para que lo eligiese Roberto Edwards –¡Radhamés evoca con emoción la colaboración entre ellos!–, que exalta al artista dominicano en términos entusiastas: “Radhamés Mejía celebra al cuerpo en toda su vivacidad, flexibilidad y candor. Lo viste con el misterioso lenguaje de los símbolos antiguos cargados de significados, impregnándolos con la carga expresiva del color.” y  enfatiza: “El resultado es un conmovedor tributo del artista a sus propios orígenes.”

Ello corresponde exactamente a la ideología de Edwards.

La  extensa e intensa exposición “Geometría de sombras”, en la segunda planta del Museo de Arte Moderno, fundamenta su contenido en esta fase de los “cuerpos pintados”, privilegiando la anatomía femenina con diseños de una creatividad incontenible y apasionada, desatando los límites de la generosa paleta. ¡Se siente que el tan tranquilo y apacible Radhamés se involucró fervorosamente en ese experimento visual!

Más allá de los lienzos, triunfa el archivo fotográfico. Disfrutamos las formidables imágenes de Roberto Edwards, quien, obviamente inspirado, capturó los ideogramas repetidos y múltiples, los geometrismos sensibles, la increíble “puntuación”, hasta la textura de tierras áridas, que nuestro artista construyó en esos soportes, nuevos para su trayectoria pictórica…

En todo el trabajo fotográfico hay pruebas que el autor no estima técnicamente las mejores, Radhamés Mejía las aprovechó –probablemente con el consenso del fotógrafo– y las “intervino” pictóricamente, integrando su consabida signografía.

¡El resultado es espectacular y se inscribe en la fascinación que se apodera de los visitantes!

El catálogo de la exposición cuenta con un texto ejemplar, analítico y sugerente, de Delia Blanco, ¡obviamente tan entusiasmada por la obra de Radhamés Mejía como el propio artista… y su admirado fotógrafo  Roberto Edwards!

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