Radiografía del sueño americano en novela de Franklin Gutiérrez

Radiografía del sueño americano en novela de Franklin Gutiérrez

“El rostro sombrío del sueño americano”, del escritor Frankiln Gutiérrez, es una novela multisémica muy bien lograda en términos formales y temáticos. El texto narrativo toca en primer y segundo plano la migración dominicana y latinoamericana en los Estados Unidos. Su estrategia, sin embargo, no se monta sobre la estructura de la nostalgia que ha sido tradicionalmente el lugar más común cuando se aborda la vida de los inmigrantes. Estamos antes una novela que orienta sus sentidos semánticos y sintácticos en otras direcciones. El mundo imaginario de Gutiérrez apunta hacia otros tejidos referenciales que se entrelazan vívamente sobre una porosidad de múltiples universos y significados que nos lleva a entrar y a explorar otros rostros y miradas sobre la condición de extranjería en los Estados Unidos, específicamente en la ciudad de New York. Cada una de partes constituye un universo alterno en sí mismo, pero que se sincronizan coherentemente en una totalidad textual.
El personaje principal de la novela, Armando Guerra, nació en 1967 en un hospital del condado de Harlem. Armando es hijo del dominicano Viterbo y de la puertorriqueña Esperanza. Es extranjero cultural y existencial de segunda generación. Su padre Viterbo llega a Puerto Rico de manera ilegal, vía el Canal de la Mona, en 1965, luego de quemar un pasado de curandero de tramas sentimentales y sexuales, oficio que había aprendido de Eustaquio Marte en Las Matas de Farfán. El brujo maestro había sido consejero de su madre Esmeralda Guerra tras esta quedar locamente enamorada, obsesionada y embarazada de su abuelo, un “hombrecito” misterioso al cual ella le ofreció sus servicios carnales, pero sin sospechar que el “hombrecito”, que portaba un tronco como arma masculina, la haría despertar y sentir sensaciones que nunca había experimentado en su vida libidinosa.
Ya en Puerto Rico, Viterbo conoce a Esperanza, una cuarentona magullada por el alcoholismo y por los golpes de una vida desgraciada desde su niñez. Su padre la instrumentaliza para conseguir legalizar su estatus y obtener la “green card”. Tras un estado de crisis esporádicas y estancamiento en PR, finalmente Viterbo y Esperanza se mudan a NY donde Viterbo se estabilizará laboralmente limpiando y preparando cadáveres en la funeraria Jesús Sacramentado. Posteriormente Viterbo también se convertirá en traficante de llamadas telefónicas desde los teléfonos públicos de NY, práctica ilegal que era común en las calles y esquinas neoyorquinas en las décadas del 70 al 90 antes del advenimiento y generalización de los celulares.
Esperanza muere cuando Armando no había cumplido los 5 años. Posteriormente su padre Viterbo se junta maritalmente con Wendy Hilaya Parasha, una mujer aficionada a la buena mesa, de unos 6 pies de estatura y de casi 300 libras que había nacido en Ohio, de madre peruana y padre judío. Wendy es una culta maestra de lengua y literatura española que además de español sabe quechua, inglés y francés. Granmadre, como llamará Armando a su madrastra, se convertirá en la verdadera madre-guía del niño. Además de ser su apoyo y custodia en su formación como persona cívica y familiar Granmadre será su tutora académica. Granmadre suple al niño las carencias que arrastraba de su madre sanguínea y de su padre Viterbo. Como institutriz, además de madre protectora, instruirá a Armando en asuntos de la vida práctica-concreta y hasta literaria.
El primer viaje de Armando a la RD se realiza cuando este cumple trece años. Su estadía en el antiguo hotel Cervantes y su contacto con el país se torna en una suerte de desencuentro cultural. Se ponen en evidencia todas las mañas de las autoridades aduaneras dominicanas para timar a los nativos que regresan de visita a su país. Igualmente pone al desnudo las condiciones de vida de un país premoderno en comparación con el NY moderno de donde viene. El narrador intradiegético –que es el mismo Armando- ya adulto viajará posteriormente a la RD y seguirá estableciendo irónica y humorísticamente los contrastes y denuncias de los males del país de su padre al que se siente genética, cultural y existencialmente ligado. Granmadre, que previamente conocía la RD, fortalecerá la dominicanidad de Armando.
La estructura del texto novelístico se compone de 61 segmentos que insinúan una especie de anotaciones a modo de diario lineal. Las tres primeras unidades narran las vivencias de los padres de Viterbo en RD, es decir su madre Esmeralda y el “hombrecito” desaparecido, abuelo ausente de Armando. La parte cuatro relata la transitoria estadía de Viterbo en PR. Las demás secciones se escenifican mayormente en NY con algunas referencias-evocaciones y recreaciones en RD, a veces de manera indirecta. La estrategia del contrataste de los dos espacios citadinos (NY y SD) permiten que el autor se ocupe de las dificultades que enfrentan los inmigrantes latinoamericanos en la dura ciudad de NY. Su énfasis y centro es, sin embargo, la presencia dominicana en esta urbe. Sin pretender hacer de historiador, el narrador desarropa cronísticamente los negocios ilegales (narcotráfico y lotería ilegal, etc.) de los que participan los dominicanos y latinos en suelo neoyorquino. El discrimen y el tráfico de influencia en los centros de trabajos gubernamentales es otra de las tramas que ocupa al novelista Gutiérrez con mucha perspicacia y humor muy bien tejido. Sin duda alguna que esta novela nos narra, además, el movimiento de dos ciudades en mutación incesante, tanto fotográfica como radiográficamente.
Armando se gradúa de trabajador social y termina siendo experto en gerontología. Por su profesionalismo y sensibilidad desemboca en jefe del Happy Senior Center, un centro de cuido para ancianos muy particular donde sobresalen las personalidades de Doña Epi y Claudio. Doña Epi es una anciana sabia de origen mexicano que toca el violín. Es museógrafa y que guarda como tesoro un diario de Washington cuando este hizo campaña militar en NY. Por su ternura y comprensión hacia ella, al morir le deja el documento histórico a Armando, donación que le acarrea una complicación enorme con el FBI. El otro de estos personajes que resulta muy paradigmático es el anciano colombiano Claudio, poseedor de una libido insaciable. Jocosamente ejerce la “rumpología”, práctica que lleva a cabo a modo de terapia muy pícara y maliciosamente con algunas ancianas del centro.
“El rostro sombrío del sueño americano” es una novela rica en matices y muy sagaz por su gran sentido del humor eufemísticamente acuñado de manera muy sutil y pertinente con ciertas dosis irónicas de sarcasmo tierno que no ofende al lector ni a los personajes. Se trata de un discurso narrativo fruto del ejercicio de una pericia escritural segura. La alocución irónica de la que hace gala Gutiérrez nunca es forzada ni traída por los pelos. Es íntegramente proporcionada a la personalidad de los personajes, de las situaciones narrativas en contexto y de la visión de mundo de Armando (seguidor de Neruda y de García Márquez) quien juega a escribir una novela y termina escribiéndola. Así no es casual en el texto narrativo la gama de referencias y de intextualidades que hace nuestro narrador de autores dominicanos, puertorriqueños, latinoamericanos, europeos y de la literatura mundial. Yuxtapone, además, magistralmente un campo formidable de referencias musicales del cancionero popular y de la música clásica. He ahí otra de sus riquezas.
Otro aspecto a destacar, entre otros muy sobresalientes de la novela, es su registro del mundo de la gastronomía criolla en su trastierro, evolución y reproducción en NY. Desde el inicio y a lo largo de cada una de las partes se hace referencia a lo gastronómico como algo vital al ser humano y como marca cultural e identitaria. El inmigrante carga consigo sus sabores originarios y los disemina en donde se instala.
Armado, finalmente, asimila y cumple con los módulos que se entienden que son la culminación del sueño americano. Se casa con Floralba, tiene dos hijos (Malaquías y Brisaida), tiene su casa y sus mascotas y se augura un buen salario de retiro. No obstante, en Armando hay un vacío que late y no cesa. No se trata de desarraigo, sino de las huellas de una cultura que tiene mucho peso en lo más recóndito de su ser como sujeto heredero e hijo de dos transterrados. “El rostro sombrío del sueño americano” es, sin duda alguna, una novela muy bien pensada, planificada y bien escrita. Estamos ante una aportación muy significativa y novedosa a la literatura de la diáspora dominicana y latinoamericana en los Estados Unidos. Muy recomendable su lectura

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