Rafael Augusto Sánchez Molano
Lleva 55 años ligado, con breves intervalos, al archivo de la Presidencia de la República

<strong>Rafael Augusto Sánchez Molano<br/></strong>Lleva 55 años ligado, con breves intervalos, al archivo de la Presidencia de la República

POR LEONORA RAMÍREZ S.
Rafael Augusto Sánchez Molano es un nombre que no está escrito en ninguna página de records, tampoco en las listas de patentizados por  haber registrado algún descubrimiento, pero es un hombre que durante 31 años ininterrumpidos manejó las informaciones confidenciales que llegaban al Archivo de la Presidencia de la República, sobre todo en los últimos 10 años de la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo.

Conversar con él desata las ansiedades porque quién no quisiera saber qué tipo de datos sobre Jesús de Galíndez le llegaba al “Jefe”, qué informaciones le enviaban los presidentes amigos sobre los exiliados políticos dominicanos, o cuál era el comportamiento del doctor Joaquín Balaguer como funcionario de  Trujillo.

Pero este señor encarna el perfil, como él mismo dice, que deben tener los profesionales que trabajan en los departamentos de archivo: la discreción.

Sin embargo, no tiene reparos en admitir que admiraba a Trujillo por el respeto y la disciplina que éste infundía, aunque para dejar claro que no apoyaba el lado oscuro del dictador, o sea, sus atrocidades, pone como ejemplo su animadversión hacia los Yankees de Nueva York, un equipo de béisbol que según él concentra demasiado poder.

A Trujillo lo veía todos los días porque su oficina estaba en las cercanías del Archivo,  pero en no más de cuatro ocasiones estuvo frente a él, una de las cuales cuando fue a procurar una carta de Manuel Arturo Peña Batlle que no aparecía.

El no le temía al dictador, no temblaba cuando lo veía, como le pasaba a otras personas. ¿No será porque nunca le mataron un familiar? Asintió que sí, que quizás era por eso.

El afirma que estuvo rodeado de intelectuales, de personas con educación que nunca se mancharon con  los excesos del régimen.

“Yo me siento orgulloso de haber trabajado con Trujillo, eso cae pesado, yo lo sé, pero cuánta disciplina, y la mayoría de los miembros de su gabinete eran  intelectuales, uno tenía que ver la perfección de las correspondencias que enviaban, esos manuscritos eran tan impecables, tan bien hechos”.

Sánchez Molano fue nombrado como mecanógrafo el 21 de septiembre de 1951, con un salario de RD$70.00, el mismo que tenía en la Dirección General de la Cédula Personal de Identidad.

Antes de la muerte del expresidente Antonio Guzmán,  en 1982, lo pensionaron siendo subecargado del referido Archivo, “porque en el gobierno para tu mantenerte no debes llegar a jefe, sino quedarte como técnico”.

EL ARCHIVO, PIEZA CLAVE

Cuando Sánchez Molano deja entrever algún anecdotario del Archivo de la Presidencia, durante la era trujillista o en épocas posteriores, habla en tono bajo, como si todavía fuese necesario el sumo cuidado porque las paredes oyen.

“Una vez recibí la visita de un puertorriqueño y  un norteamericano que pertenecían al Buró Federal de Investigaciones (FBI) de los Estados Unidos. Ellos me pidieron unos documentos para un caso de Trujillo, entonces Donald Read era el  presidente del Triunvirato, yo me negué a darles los originales pero al otro día volvieron y bajó un capitán y me dijo que el presidente ordenó que le dieran todo lo que quisieran”.

El archivo de la presidencia es el alma del país porque ahí está todo, dice Sánchez Molano al afirmar que con el traslado de esas informaciones al Archivo General de la Nación se le entrega al país un gran tesoro.

“Ustedes se imaginan en la era de Trujillo que cada embajada era un servicio de inteligencia, eso es un mundo por descubrir. Pero en realidad quien maneje un archivo de la presidencia debe ser un elemento comedido y reservado hasta lo  último.

“Porque esa área envuelve todo el movimiento del país y las relaciones diplomáticas, y con Trujillo eso era fundamental, por eso no es casual que la autenticidad de los documentos de este departamento empiezan a decaer cuando desapareció el exgobernante, mientras él estuvo ahí arriba nada se perdió ni se adulteró”.

EL CAMBIO DE TECNOLOGIA

Con uno que otro resquemor Sánchez Molano ha aceptado el salto tecnológico que ahora  tienen los archivos, con la  implementación de  métodos digitales.

No le quita méritos al hecho de que las computadoras revolucionaron el sistema internacional de archivos, pero de su amor propio no se borra que él tenía la capacidad de conseguir, en cinco minutos, cualquier documento archivado hace 50 años.

“Yo escribo en computadoras porque soy mecanógrafo, en mi casa tengo una y a mí me encanta porque cuando yo me meto en Banreservas.com ya yo sé si me pagaron.

“Pero yo soy perfeccionista y en aquella época valoraba mucho el trabajo que hacíamos, es verdad que no teníamos computadoras, pero había que ver esos expedientes escritos en máquinas Remington, con un original y cuatro copias de papel carbón, que salían prácticamente sin errores”.

Sujeto en ese período recuerda, porque en definitiva es  un amante de los detalles históricos, que sus manos tocaron credenciales diplomáticas firmadas por Adolfo Hitler, Benito Mussolini, Charles de Gaulle, entre otros mandatarios europeos.

“Todavía se me crispan los pelos”, dice este hombre de 75 años que hizo dos años de ingeniería civil en la Universidad de Santo Domingo, ahora Universidad Autónoma de  Santo Domingo (UASD), y cursos técnicos de mecanografía en los institutos Greg y Rivas, ubicados en la antigua Ciudad Trujillo.

DE TODO UN POCO PARA SOBREVIVIR

En 1982 Sánchez Molano ya era subencargado del  Archivo de la Presidencia, pero en ese año lo pensionaron  pero no se quedó de brazos cruzados porque se dedicó a la venta de pólizas en Seguros San Rafael, una empresa que era propiedad del Estado.

Posteriormente lo contrataron en el Banco Central para organizar el archivo de la Consultoría Jurídica de esa institución, y en esas funciones permaneció cinco años.

Durante el gobierno del expresidente Salvador Jorge Blanco (1982-86) fungió como encargado del archivo clínico del Hospital Salvador B. Gautieur, y al retornar al poder el expresidente Joaquín Balaguer, en 1986, lo contrataron como asesor del Archivo de la Presidencia.

Pese a su buena memoria con las fechas no es muy preciso, por eso no recuerda exactamente en qué año dejó ese puesto. En el 2004 volvió al gobierno como supervisor general del Archivo de la Presidencia, y también es asesor del Archivo General de la Nación.

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