Rafael Justino Castillo Contín: modelo en ejercicio ciudadanía

Rafael Justino Castillo Contín: modelo en ejercicio ciudadanía

Calles y avenidas. Rafael Justino Castillo Contín está incluido en la lista de escritores que sometió Joaquín Balaguer al Congreso Nacional para que se pusiera su nombre a una calle de Los Prados, pero el homenaje se le rindió en los ensanches La Fe y Cristo Rey.

Está prácticamente ausente de las principales historias y antologías literarias. El propio Balaguer apenas le dedicó unas líneas en su reconocida Historia de la literatura dominicana: “Es autor de una obra, todavía inédita, sobre Las constituciones de la República Dominicana. Fue colaborador de El Teléfono y en sus columnas dio a la publicidad una serie de artículos doctrinales en 1898”.

Hay comentarios y valoraciones a su trabajo en la antología de la “Colección Trujillo” de 1944, que además de contener algunos datos biográficos expresa que fue “un prosista de fino estilo y delicada sensibilidad…”. Reproduce un fragmento de “Los sembradores” que apareció en La Cuna de América en 1911.

No dejó publicado ningún texto a pesar de que escribió tantos artículos que el Archivo General de la Nación los recogió en dos tomos, compilados y editados por Andrés Blanco Díaz.

Castillo sobresalió más como abogado y sus últimos años los dedicó a la judicatura. Lo definían como “el dominicano más competente en materia jurídico-constitucionalista sobre la cual escribió largamente en el curso de su vida, siempre inspirándose en las doctrinas de su gran maestro, Eugenio María de Hostos”. Así lo consigna la crónica de su muerte publicada en primera página de La Opinión el 15 de abril de 1933 que destaca su faceta de jurisconsulto por encima de las demás.

Lo que más lo relaciona a las letras es su labor periodística que ejerció en su juventud. En 1883 dirigió “El Repúblico” y seis años después fundó con Alberto Arredondo Miura “El nuevo régimen”, donde propagó las doctrinas liberales y constitucionales de Hostos.

Él y Andrés Julio Montolío dieron a la luz la revista literaria “Ciencias, Artes y Letras”. Otros trabajos de Rafael Justino están en “El Estudio”, “El Maestro”, “El Teléfono”. Su colaboración literaria más frecuente se encuentra en “Los lunes del Listín” y en “La Cuna de América”, apunta la antología de 1944.

J. A. Senior y A. Hoepelman incluyen a Rafael Justino Castillo en sus “Documentos históricos relativos a la intervención norteamericana”. Consignan que el notable jurista formó parte de la Misión Consultiva nombrada por el gobernador militar Thomas Snowden “a consecuencia del Plan Wilson” y aportan una relación de su vida pública. En el archivo de Vetilio Alfau Durán reposa una cronología inédita del jurista, maestro, periodista, escritor. El reputado cronista dice en un manuscrito que Castillo “sirvió a la República en las tres funciones del Estado de manera idónea y en perfecta armonía con la ejemplaridad de su conducta”.

En el primer tomo de los libros publicados por el AGN el historiador Raymundo González manifiesta que la gran parte de la obra de Castillo Contín ha permanecido “oculta en la sombra, como si la generación que le sucedió se uniese en conjura para postergar sus ideas democráticas, cuando en realidad el talante de su producción le hubiera merecido uno de los primeros puestos en el pensamiento social y político del siglo XX”.

Biografía de Rafael Justino Castillo Contín

Nació en Santo Domingo el 28 de febrero de 1861, hijo de José Zoilo Castillo y María Francisca Contín. Hizo sus primeros estudios con el profesor español Federico Llinás y luego fue discípulo de Hostos en la Escuela Normal. Se graduó licenciado en derecho en 1887.

“Alcanzó los más altos puestos en la carrera judicial, desde juez a magistrado y presidente de la Suprema Corte”, este último cargo lo ejerció hasta pocos años antes de su muerte.

Se desempeñó como Primer Oficial Mayor de la Secretaria de Estado de Justicia e Instrucción Pública en el gobierno del presidente Francisco Gregorio Billini; Juez de Primera Instancia del Distrito Judicial de Santo Domingo en 1899; secretario particular del presidente Horacio Vásquez.

También fue Diputado al Congreso Nacional por la provincia de Santo Domingo en la primera administración de Juan Isidro Jimenes y volvió a servir a Horacio Vásquez como secretario de Estado de Correos y Telégrafos.

En el mandato de Carlos Morales Languasco fue Presidente de la Suprema Corte de Justicia y en el del general Ramón Cáceres lo designaron Procurador General de la República. “Fue juez de la Suprema Corte de Justicia en 1912 y presidente del mismo tribunal desde 1916 en que sustituyó a Federico Henríquez y Carvajal. Fue reelecto en esa posición para el periodo 1920-1924”. Todavía en 1928 continuaba en el cargo.

Castillo está entre los fundadores de la Academia Dominicana de la Lengua y es el autor de un “Proyecto de Código Civil para la República Dominicana” que introdujo en 1928 al ministro de Justicia e Instrucción Pública. Alfau Durán anota que “estuvo a favor de la abolición de la pena de muerte en nuestro país”.

En el magisterio fue profesor y después director de la “Escuela Preparatoria”.

Artículos y ensayos que publicó a veces los firmaba con los seudónimos “Ciudadano”, “Cayo”, “Ursus”.

Su primera esposa fue María Altagracia Lovelace, fallecida el 18 de octubre de 1897. Casó por segunda vez en 1903 con Rosa Matilde Guerrero Morales madre de sus hijas Lidia, Matilde, Esmeralda Rosa y Minta Celeste.

Fue considerado “modelo de escolares” en su adolescencia. Entonces recibió un Premio de Honor en el examen de prueba que le sirvió de credencial para la Escuela de Maestros. La revista “Clío” dice en la necrológica de Castillo que “fue un ciudadano consciente del valor cívico y social de la ciudadanía y un juez consciente de la majestad y la eficiencia social y jurídica de la justicia”.

La Opinión expresa que era “de carácter bondadoso, justiciero y altamente caritativo”. A juzgar por la única foto localizada, era en extremo delgado.

El nueve de marzo de 1931, Castillo dirigió una carta al presidente de la Cámara de Diputados solicitando su jubilación “después de veintiséis años de servicios continuos en la más alta magistratura judicial de la República y encontrándome anciano y pobre, puesto que carezco de bienes de fortuna que me produzcan rentas con que cubrir mis necesidades y las de mi familia…”.

Falleció el 24 de abril de 1933, a las dos de la tarde, víctima de un ataque de neumonía, en su residencia de la “José Gabriel García”.

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