Rafael Molina Morillo

Rafael Molina Morillo

La Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) ha escogido como su presidente al periodista y abogado dominicano Rafael Molina Morillo, un veterano que ha enarbolado la ética como guía innegociable en el ejercicio de la profesión.

Al momento de su elección era vicepresidente de esa entidad.

Su ejercicio periodístico, iniciado en 1948, le ha hecho merecedor de respeto y reconocimiento en la sociedad dominicana, desde el comienzo de su carrera hasta nuestros días.

En 1961 fundó la revista ¡Ahora!, que dirigió hasta el 1976, y en 1966 fundó el vespertino El Nacional, que dirigió hasta 1979. Fue director de nuevo de la revista entre mayo del 2000 y el 17 de febrero del 2004.

De 1954 a 1956 fue director del  matutino El Caribe, donde había iniciado, en 1948, su carrera como reportero de farándula y cultura de salón. En la actualidad dirige el matutino gratuito El Día.

Hay que destacar también su papel como profesor que contribuyó en la buena formación de muchos de nuestros comunicadores sociales.

Molina Morillo ha ejercido también cargos diplomáticos. Fue secretario de la embajada dominicana en México de 1956 a 1957, cónsul general de la República Dominicana en Panamá de 1958 a 1959, consejero de la embajada dominicana en México y posteriormente embajador dominicano en Estados Unidos y en Canadá (1980-82) y embajador jefe de la Misión Permanente de la República Dominicana ante la Organización de Naciones Unidas (ONU) entre 1979-1980.

Su elección como presidente de la SIP le compromete a un ejercicio más amplio en la defensa de los valores éticos de la comunicación social y de la libertad de expresión en todos los sentidos.

Es una posición bien merecida, un reconocimiento que él merece y que nos enorgullece sinceramente. Enhorabuena.

Pobres, muy pobres

El país más rico no es el que más tiene, sino el que mejor provecho saca de lo que tiene.

No es la cantidad en riqueza con que se cuente, sino la capacidad de administrar sabia y provechosamente el mínimo recurso.

Si las premisas anteriores son válidas, entonces la República Dominicana es un país con inmensas posesiones, pero terriblemente pobre.

Autoridades sanitarias y de otras áreas están ocupadas ahora en la recuperación de equipos médicos que al país le costaron RD$25,000 millones en los últimos diez años y que están arrumbados en todos los hospitales del país.

Entre estos aparatos debe haber, también, donaciones de países amigos cuya generosidad no hemos sabido aquilatar.

El costo de los equipos es un signo de riqueza, pero el no haberle dado mantenimiento y utilidad a esos equipos es el colmo de la pobreza, y a este comportamiento le caben las premisas que inician este comentario.

El dispendio o descuido de lo que se ha logrado tener es una pobreza extrema, vergonzante, imperdonable.

Un país cuya población es mayormente pobre en términos extremos no puede gastarse el lujo de desperdiciar tantos recursos que se requieren para preservación de la salud.

Proceder de ese modo es un signo de pobreza más evidente que el de las familias que se hubiesen beneficiado de estos aparatos.

Hay que aplaudir que se haya decidido intentar un rescate de estos equipos, creando inclusive una profesión que no existía en nuestro medio.

Estas ocurrencias solo son posibles en países que cuentan con enormes riquezas, naturales y de otras índoles, pero que son a la vez pobres, muy pobres.

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