Rafael Molina Morillo – Mis buenos días

Rafael Molina Morillo – Mis buenos días

[b]De marzo 2001, hasta hoy[/b]

Recuerdo cuando en marzo del 2001 subí al podio de la Sociedad Interamericana de Prensa que se reunía en la pintoresca ciudad de Fortaleza, Brasil, para ofrecer un vistazo general al estado de la libertad de prensa en el continente.

La audiencia estaba conformada por representantes de los más representativos órganos de prensa de toda América, desde Canada hasta la Tierra del Fuego. Todo lo que allí se decía era minuciosamente analizado y discutido, porque los resultados finales tenían que ser absolutamente serios y creíbles.

Recorrí así, en un viaje imaginario por el hemisferio, a todos los países del área, señalando en cada uno las luces y sombras en lo que respectaba a ese sagrado derecho humano que es la libertad de expresión.

Al referirme a la República Dominicana, mi país, señalé que observaba la aparición de «síntomas de intolerancia oficial» frente a los trabajos de la prensa y los periodistas. Esa frase, con todo lo inofensiva que parecía, desató las furias del gobierno dominicano y en menos de 24 horas el presidente Mejía contraatacó y lo menos que dijo es que yo actuaba así bajo los efectos de un «síndrome trujillista».

Lo grave, para mí, no fue eso, sino que muchos colegas periodistas se agruparon para concluir que yo estaba exagerando, que no había tales asomos de intolerancia, que el presidente era muy jocoso y simpático, etcétera, etcétera.

Mucha agua ha pasado por debajo de los puentes desde entonces para acá. Los síntomas se convirtieron en evidencias. La intolerancia ya no se disimula. El caso de Marino Zapete, los locutores de la encuesta que ganó el Diablo, el otro locutor mandado a buscar preso en helicóptero, el sometimiento a Martínez Pozo, los insultos y boches presidenciales a periodistas, y recién ayer, el cierre del programa radial «El Poder de la Tarde», entre muchos otros casos, me han dado la razón.

¿Nos quedaremos con los brazos cruzados? Jamás. Si dejamos morir la libertad de prensa, los demás derechos humanos podrán ser violados, uno por uno, sin que nadie se entere.

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