El otro día leí la noticia de que ha muerto Fernando Lázaro Carreter, miembro de la Real Academia Española de la Lengua. Tengo un libro de su autoría, «El dardo en la palabra», que es una compilación de artículos suyos publicados en la prensa de España y de la América hispánica sobre el uso y mal uso del idioma.
Voluminoso el libro, contiene innumerables observaciones y ejemplos sobre cómo valernos de las palabras para expresar lo que deseamos y hacerlo correctamente. Y siendo tan vasto el mundo de habla hispánica y tan diversos los modismos del idioma en cada región, es sorprendente ver como muchas reglas y muchas malas costumbres del lenguaje son iguales en las diferentes latitudes.
Uno de los artículos compilados en el libro, por ejemplo, está dedicado al empleo de la palabra «bueno», que sirve de comodín muy usado tanto por la gente común como por los más letrados intelectuales.
Me han dicho que vas a escribir un libro.
Bueno, estoy en eso.
También me han dicho que Fulano hará el prólogo.
Bueno, él mismo me lo prometió.
Y )cuándo te casas?
Bueno, no tengo novia.
)Y qué me dices de Rosita?
Bueno, solo somos amigos.
Finalmente, Lázaro Carreter nos regala ejemplos de las distintas acepciones que puede tener el «bueno». Veamos: Es un signo de asentimiento («)Bailamos?», «Bueno»); de satisfacción («Bueno, ya me subieron el sueldo»); de sorpresa («(Bueno! Pero )no estabas en Cuba?»). Sirve también para retomar un tema («Bueno, habíamos quedado en que te irías»), o para abandonar el tema que se está tratando («Bueno, dejemos las cosas así»).
En fin, son cosas del idioma. Bueno, ya está bueno por hoy.