Rafael Nadal y el valor de ganar sufriendo; una leyenda del tenis

Rafael Nadal y el valor de ganar sufriendo; una leyenda del tenis

NUEVA YORK. AP. Si hubo un instante en 2013 que reflejó perfectamente la esencia combativa de Rafael Nadal fue en un punto de la final del Abierto de Estados Unidos.

No importa que perdió ese punto y que hasta sufriera una aparatosa caída.

En el tercer set de esa final contra Novak Djokovic, Nadal parecía estar desbordado ante el asedio de su rival serbio. Estaban set iguales y 4-4 en el parcial.

Para asombro generalizado, Nadal se enredó en sus desplazamientos al fondo de la pista del estadio Arthur Ashe al tratar de devolver una derecha de ‘Nole’. Lo más llamativo de la secuencia, sin embargo, no fue la caída, sino que ‘Rafa’ en ningún momento le perdió la vista a la pelota, intentando pegarle hasta lo último, arriesgando su humanidad. Djokovic sumó ese punto y uno más para adelantarse 0-40 en el game, acariciando un quiebre de saque que se palpitaba como decisivo en el partido.

Pero cuando se enfrenta al español no hay nada que se pueda dar como resuelto, siempre dispuesto a resistir ante la adversidad. Fue lo que hizo al levantar las tres bolas de quiebre, desmoralizar a Djokovic y así enfilarse a la conquista de su 13er título de Grand Slam.

Una remontada que ilustra el año del regreso de Nadal. Su vuelta a las canchas, luego de un alejamiento de siete meses por dolencias en la rodilla izquierda, comenzó el 5 de febrero en Viña del Mar, un torneo en superficie de arcilla. En los nueve meses subsiguientes, de ser el número ocho del mundo y perder en la final del torneo chileno ante el ignoto argentino Horacio Zeballos, el zurdo mallorquín culminó la temporada en la cima del ránking por tercera vez.

Ganó 75 partidos, perdió 7. Se impuso en 10 finales, sucumbió en cuatro. La del US Open fue una de sus dos coronas en los Grand Slams, la incluir la octava vez —un récord— que se consagró como campeón del Abierto de Francia.

«Los partidos no sólo se ganan con la raqueta», afirmó. «Los partidos se ganan en los momentos complicados». Nadal solía ser reconocido como un monstruo en la arcilla. Después de todo, sus primeros cuatro títulos de Grand Slam fueron en Roland Garros.

Esa es una percepción que pertenece a un distante pasado. Ahora es un jugador completo, feroz en cualquier tipo de superficie. Con sus dos títulos en París y Nueva York, Nadal se convirtió en el primer varón que se adjudica al menos uno de esos majors en nueve años consecutivos.

Ni Roger Federer puede presumir de ello.

Hablando de Federer, la palabra declive retumbó reiteradamente. Cuando cayó eliminado ante Sergiy Stakhovsky, por entonces el 116 del mundo, en la segunda ronda de Wimbledon, el suizo vio rota una racha de 36 apariciones seguidas en los cuartos de final en las grandes citas. Tenía una foja de 49-0 cuando le había tocado disputar partidos de segunda ronda en un Slam.

En Wimbledon, Andy Murray acabó la espera de 77 años de los británicos por ver a uno de los suyos consagrarse campeón en la rama de individuales masculinos en la Catedral del Tenis.

Murray pudo coronar una transformación del jugador arisco que no podía escalar el pico de la montaña, lográndolo una vez que puso a Ivan Lendl como su entrenador.

Djokovic se proclamó rey en el Abierto de Australia por tercer año sucesivo y elevó a siete su colección de títulos grandes. Pero le falta uno, el de la Copa de los Mosqueteros en Roland Garros. Y para ello ha buscado un nuevo tutor en Boris Becker, quien como Lendl fue uno de las figuras destacadas en los 80. No se aguarda un cambio radical en lo alto del circuito masculino, dominado.

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