Rafael Ventura – No más lodo, por favor

Rafael Ventura – No más lodo, por favor

La corrupción no es el único mal de la sociedad, pero es un monstruo mitológico de siete cabezas que les sustrae la substancia para alimentarse a los demás flagelos que completan la terrorífica hidra social -la pobreza, el hambre, el analfabetismo, la ignorancia, la desigualdad, la discriminación, etc.-, y se reproduce con tal vigor que es la cabeza principal del sistema, que si no se corta de cuajo es imposible acabar con los otros males sociales, restablecer el habitat ideal del ser humano, donde el progreso y la equidad alcance a todo los hijos de este planeta Tierra.

La corrupción es un monstruo tan diabólico que un progreso mal concebido y peor aplicado lo usa como nutriente que fortalece sus fines malsanos, convierte la ciencia y la moderna tecnología en sofisticados aliados que la reproducen y la universalizan aún más, lo que ha provocado la inverosimilitud de que hoy en día la sociedad presente como «modelos» a imitar los antivalores, mientras rechaza por «decadentes» los valores que cimentaron sus propias raíces y dieron existencia al ser social de nuestros tiempos.

Los padres prefieren, para casar con la hija, al joven que «está en algo», aunque ese «algo» sea yipeta y dinero mal habido con la droga, mientras desprecia por «no estar en nada» al joven que quiere labrarse un futuro en base al trabajo y el estudio.

La corrupción administrativa, que se expresa por medio de coger o usar en provecho personal los fondos o bienes del Estado, aunque es la cabeza visible de la hidra de siete cabezas que protege el imperio del mal social, tiene otras cabezas tan malignas como la primera. Lo que quiere decir que por una persona «no cogerse lo del pueblo» no se escapa del calificativo de «corrupto», porque este es un mal endémico de la sociedad, que está presente cuando el patrón roba plusvalía al trabajo del obrero, cuando el comerciante prepara la balanza para engañar al consumidor, cuando el empresario evade los impuestos, cuando nos hacemos adictos a algún vicio social, o simplemente, cuando nos gastamos hasta el último centavo en francachela de la calle, en mujeres y bebidas, y cuando la mujer y los hijos nos reprochan la inconducta, nos brota «el pato macho» que ponemos a bailar a todos en el hogar al compás de nuestra música de látigo y golpe, porque «yo soy el que manda aquí».

Recuerdo que ese templo de moralidad y conducta ejemplar que se llamó Juan Bosch, cuando Salvador Jorge Blanco desgobernaba el país, dirigentes del PLD sugerían que había de publicar un nuevo «árbol de la corrupción», y don Juan desestimó la idea, considerando que la política nacional era ya una fuente donde todo el que iba era a saber de ella; ponía de ejemplo que la corrupción había traspasado el lindero de lo político a lo social, ya que en cualquier cuadra de la ciudad uno no halla un centro de enseñanza, pero sí 2 ó 3 prostíbulos o «centros de diversión».

La corrupción administrativa hay que combatirla /ya/, y resultaría imperdonable que el próximo gobierno de Leonel Fernández no demuestre la voluntad política de combatirla resultamente. Pero la sociedad toda debe aunar esfuerzos, hacer un harakiri social que la erradique en todas sus formas y en cada detalle; que no se puede dejar todo al gobierno, porque «por eso fue que lo pusimos ahí».

Es verdad que ahora tenemos un nuevo himno, muy pegajoso, que para seguirlo cantando en el futuro debemos de tener un motivo: «e pa` fuera que van»; pero no podemos por los siglos de los siglos pasarnos con esa actitud levantisca, de poner y quitar gobiernos porque no sirven, «son los mismos». Tiene que venir un mañana con algo diferente y un futuro promisorio.

El próximo gobierno será el más representativo de nuestra moderna democracia, porque fue legitimado en las urnas con más del 57% de los votos ciudadanos; y no se convirtió en una votación plebiscitariamente unánime porque el uso abusivo de los recursos del Estado y la campaña sucia al servicio de la reelección sutrajeron un 10 ó 15% de la votación que debió computarse a las candidaturas del Partido de la Liberación Dominicana (PLD.

«El borrón, y cuenta nueva», que como un manto funesto viene arropando sucesivamente los gobiernos democráticos, como una carrera de relevo que se le pasa un gobierno a otro, sobre la base del «quítate tú para ponerme yo», debe de borrarse del diccionario de nuestra política vernácula, porque el lodo social que reprodujo en todas las esferas es de tal magnitud que se ha convertido en un pantano fangoso que amenaza con tragarse nuestro destino de Nación libre, cimentada sobre instituciones que regularizan con igualdad la vida de los dominicanos.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas