Raíces

Raíces

“Ahora puedo entender mejor lo que sentía mi madre, cuando me despedía en Cangas, hace 71 años”, me decía, conmovido, al despedir a nuestro nieto, don José Antonio Ramos Estrada. Despedíamos el nieto (que tiene su mismo nombre) quien viajaba hacia Oviedo, España, para estudiar una especialidad médica, cerca de Cangas del Narcea, que fue de donde el partió, en 1945, al emprender su viaje hacia América.
Su expresión nostálgica me hizo recordar los tiempos de escuela Primaria cuando el concepto Madre Patria, nos llegaba lleno de respeto natural….. a los tiempos de los análisis profundos, donde las luces del Descubrimiento resultan dañadas, opacadas, por las violencia y crueldades de la Conquista. “Pienso, Antonio, que el viaje de José Antonio, completa un ciclo nuevo. El paso de los siglos ha venido matizando los recuerdos y las circunstancias cambian. Fíjate la coincidencia. Al cabo de todos estos años, tu sangre, vuelve a la tierra de tus orígenes, a esas tierras que fueron el paraíso de tu adolescencia” ….le comenté. Antonio llegó al país con diecisiete años, en 1945. Nacido en Cangas del Narcea, después de haber perdido a su padre en la guerra civil. Debió emprender su viaje hacia América. Dotado con un buen carácter, alegre y amistoso se inició en La Opera, que era una gran Almacén. Se formó trabajando en la tienda primero y luego viajando por el interior. Su buen carácter y su simpatía personal le ganaron amigos en todo el país.
Con una familia de sólidos principios morales y religiosos forjó un carácter fuerte con vocación al trabajo. Llegó a establecer una empresa manufacturera, con vínculos comerciales de prestigio.
Su buen temperamento facilitó su adaptación.. Antonio no se “aplatanó” completamente, pero Mirian su esposa, se “asturianizó”, con el apoyo de Florina, Isabel y hasta Teresa quien desde España se dejaba sentir (todas hermanas de Antonio), haciendo que las delicias cantábricas que Antonio había dejado atrás en España, no faltaban en su casa. (Mirian, modesta, no lo admite, pero es una experta anfitriona), lo comprobamos muchas veces, compartiendo la satisfacción de Antonio. “Era un hombre bueno, el mejor de todos”, como comentaba un pariente próximo que lo conoció de toda la vida.
Tenía buena disposición para la pintura y destreza manual para las artesanías. Conocíamos sus nacimientos o Belenes que eran una delicia para los familiares y amigos que los disfrutábamos en Navidad.
Los paraísos que se pierden…. Adónde van a parar?. Me he preguntado muchas veces…. y claro esa respuesta sólo pueden darla poetas o artistas. Antonio era un hombre alegre y sencillo, pero un día… alcanzando ya la edad de ochentaicinco años, empezó a producir hórreos asturianos, bellamente construidos, cabazas y paneras, sorprendentes en sus detalles constructivos, techos de dos y cuatro aguas, con tejas, pizarra o paja, escaleras, con o sin balcones, pegollos de piedra o de madera, escudos, ristras de maíz secándose, todo cobrando vida y actividad en esa pequeña recreación de es trozo de paraíso cobran actualidad en estas obritas que movido por amor a sus orígenes y al entorno donde pasó sus primeros años. Que le dan forma material a memorias entrañables expresadas por la habilidad de este artesano sorprendente.
Cuando doña Filomena Barletta de Ramos, decidió patrocinar una exposición con los hórreos que Antonio había hecho, nos convocó al auditórium de la Universidad APEC. Esa noche con una magnífica intervención del Arq. César Iván Feris Iglesias, tuvimos una presentación inolvidable de esas obritas, pequeñas, en su tamaño de maquetas, pero inmensas, en su contenido tradicional. Carretas, animales caseros, madroños, apuntan hacia un paraíso que se nos pierde, pero que regresó como en una cascada a través de las manos de un artista extraordinario .
Al hórreo que Antonio me regaló, y que yo miro frente a mi mesa de trabajo, le puso pícaramente un escudo de Tamboril, mi pueblo natal, como recordándome que por doquiera se esparcen las tradiciones y que los paraísos también viven en nuestros corazones, y que las raíces pueden reverdecer en nuevos retoños.

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