Raigambre reeleccionista

<p>Raigambre reeleccionista</p>

MANUEL A. FERMÍN
El expresidente de la República agrónomo Hipólito Mejía hizo tardíos cuestionamientos a la reelección, analizando su esplendoroso fracaso. Pero sus falencias, que fueron muchas (la división del PRD, el manejo de la economía, la tolerancia al irrespeto institucional; la verdad que vivió amenazada de muerte por la profanación constante de los valores, por las rencillas y la falta de imaginación, y el generalizado rechazo al tono enfático y aspérrimo) resultaron referentes donde lo malo no es la reelección sino el reeleccionista.

El doctor Balaguer se ciñó al esquema clásico del reeleccionismo, y con el presidente Fernández las tendencias son claras: aumento, por ejemplo de la concentración y el grado de fusión de éste con todo el mecanismo de la máquina gubernamental, inclusive, se ha intensificado y precisado la misma arquitectura institucional para que su liderazgo tenga el terreno fértil para plantarlo.

Con Mejía lo que hacía la mano izquierda no lo sabía la mano derecha; el error siempre estaba en auge, pero Joaquín Balaguer, que dudo renegara de la reelección como señaló Mejía para justificar su resentimiento, sólo él y su círculo más íntimo dejaban las huellas de las decisiones tomadas; asimismo, la idea y la vocación de obtener el poder con la conjunción de fuerzas externas en los partidos políticos que le hacían oposición, le permitía desviar la horizontalidad de la toma de decisiones hacia el encuadramiento de ofertas verticales típicas del personalismo mayor aceptado si es ilustrado.

¿Acaso no encaja el doctor Fernández en este molde?.

Las inclinaciones al elogio y no al vituperio, de discursos atrayentes y seductores, permitiéndose el lujo de confiarse a las vacilaciones de la improvisación; estricto apego al ritmo clásico que le hacen ser fluidos y sueltos, con balances verbales y sin dejarse seducir de emociones populares, fueron cualidades de Joaquín Balaguer, pero resulta que las tiene Fernández también.

Otros reeleccionistas afortunados como Uribe,  Fujimori, Menem, Chávez, Lula, Cardoso y en la «gatera», Nicanor Duarte y Kirchtner, gozan del discurso populista redentorista propio del mesianismo mítico y del bonapartismo, lo que no deja dudas que también han calado hondo en sus pueblos.

En una sociedad como la nuestra las condiciones señaladas son de importancia capital para personalizar el poder, además, partidarios alentados por una realidad que irá revertiéndose a causa de llevar políticas claras de estabilidad y confianza que de seguro hacen contar con adhesiones de los distintos sectores sociales; un Poder Ejecutivo poderoso para empujar el desarrollo y garantizar el orden social y público, y a sabiendas de que en la República Dominicana es la reelección la forma convenida de afirmar la personalidad política, ¿podrían estas condiciones resultar irresistibles?.

Todo se encamina a darle impulso y efectividad política al proyecto de reelección, más cuando el candidato reúne una personalidad como señala Harold Laswell, con los ocho valores básicos que no deben ignorarse en política: poder, ilustración, bienestar económico, salud, habilidad, afecto, realidad y deferencia, ¿Se levantaría una ola de orgullo nacional o partidaria de rechazo a la reelección presidencial como sucedió en el 2004?. Lo dudo, pues el realismo político dominicano no está carente de raigambre reeleccionista.

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