RAMÓN CÁCERES “Yo no fui trujillista”

RAMÓN CÁCERES “Yo no fui trujillista”

Lleva el poder en la sangre y llegó hasta el Palacio Nacional como miembro de un Triunvirato del que es único sobreviviente. Pero esa fue su experiencia más frustratoria aunque contradice todos los males que le atribuyen a ese efímero gobierno derrocado.  Años antes, formó parte de un activo grupo de destacados miembros de la oligarquía, o de la derecha, o de la rancia aristocracia nacional que se movía “como Pedro por su casa” en la embajada norteamericana, en el Departamento de Estado, entre senadores, comunicadores y otros influyentes profesionales de Washington buscando apoyo para instalar en el país un gobierno “democrático” cuando Trujillo, y después, para sacar a Ramfis y sus parientes.

Aunque su abuelo Manuel de Jesús Troncoso de la Concha llegó a  “Presidente” de la República designado por el dictador, y  otros  parientes se desempeñaron como secretarios de Estado y gobernadores del Banco Central durante la llamada “Era”, afirma que no disfrutó de privilegios  ni simpatizaba con el régimen.

La historia, sin embargo, ha bautizado a ese antepasado como un gobernante “títere”, “gomígrafo”, calificativos que juzga inapropiados. “Mi familia hablaba mal de Trujillo en la intimidad, éramos antitrujillistas y mi abuelo se cuidaba de no incluirnos, pero sufría, murió del sufrimiento.  No era títere, era un hombre de mucho carácter, se opuso al Concordato, al cambio de nombre de la ciudad capital, al monumento a la Paz, de Santiago”, argumenta. Cuenta que Mario Fermín le cuestionó por qué se negaba a los homenajes al “jefe”.

Fue integrante del Movimiento Revolucionario 14 de Junio, de oposición a la tiranía, sufrió prisión en La Victoria y en La 40 donde fue torturado hasta casi perder un ojo, contraer paludismo, enflaquecer y ser golpeado a latigazos que convirtieron su espalda en surcos de llagas que obligó al Gobierno a enviar  al doctor Charles Dunlop a curarlo. Pero le acusan de trujillista porque antes de declararse desafecto fue paje del reinado de Angelita.

“No fui trujillista, era el producto de una época en que uno no se podía sustraer de esa realidad”, alega. Añade que al  certamen lo integró su tío “Cucho” Álvarez y en tono de broma comenta: “Modestia aparte, yo tengo un apellido, un apellido sonoro, yo era un nombre”.

Reitera que su padre, Marino E. Cáceres, “votó anulando las elecciones de 1930” y confiesa que su supuesto trujillismo solamente lo mencionaba un periódico, “Cachafú”, “que estaba contra Tapia (otro triunviro) y contra mí”. Yo te voy a buscar a Leandro Guzmán para que te diga los golpes que me dieron  en La 40”, exclama.

Por eso se relaciona con izquierdistas, y habiendo sido directivo prominente de la Unión Cívica Patriótica, cruzaba al local del 1J4 a reunirse con Manolo Tavárez Justo de quien revela actuaciones impresionantes y cuyo asesinato le indignó sobremanera.

Dice “que las revoluciones vienen de gente pensante”, que “los pobres no han hecho revoluciones” cuando se le indica que muchos de los integrantes del 14 de Junio eran burgueses, hijos de estrechos colaboradores del régimen.

Ramón Cáceres Troncoso, que el pasado 26 de diciembre cumplió 82 años, forma con Antonio Imbert el dúo de  supervivientes de los miembros del Consejo de Estado de 1962. Protagonista y actor de los sucesos políticos de trascendencia ocurridos  desde 1960 hasta 1964, aceptó por primera vez ser entrevistado sobre su vida y sus actuaciones.

Al contarlos siente en ocasiones agrado y adorna con ocurrencias y anécdotas los pasajes de ese agitado periodo pero a veces se incomoda hasta golpear la mesa y  pensar que le ha subido la presión. Grabar sus testimonios se tomó largas sesiones en el afamado “Bufete Cáceres-Troncoso”, del que es presidente. Su dulce  esposa María Matilde le acompañó un día pero sus hijos Ana Isabel, Claudia y Ramón (Mon), estuvieron  casi siempre escuchando  sus relatos al igual que su hermano Manuel Altagracia (Memé). Don Ramón es el patriarca al que admiran y respetan. Memé prácticamente le pide permiso para opinar. “Él es el hermano mayor”, justifica.

Antes de tratarlo, parecía hostil, impenetrable. Su animadversión hacia los periodistas para evitar polémicas produce esa impresión. Pero es  afable en extremo.

El Gobierno de su abuelo Mon, que defiende con la misma pasión con la que condena el asesinato, es un tema obligado como el crimen contra el bisabuelo Manuel Altagracia Cáceres en el que se explaya, revelando autores materiales e intelectuales, como Alejandro Angulo Guridi y Cesáreo Guillermo. Descarga  a Lilís, acusado por la tradición. Estos dos, Troncoso de la Concha y Héctor García Godoy son sus parientes que alcanzaron el poder  pues Manuel Altagracia, para ellos, fue una especie de presidente electo.

Sigue trabajando pese a que sufrió un infarto en 1976 que le mantuvo hospitalizado un mes en Nueva York y a pesar de una dolorosa hernia discal aún sin operar. Defiende  a personajes cuestionados, cuenta históricas reuniones con Balaguer, como la del 18 de noviembre de 1961 cuando le pidió interceder por la vida de los héroes presos en la “Hacienda María”, y otras de su gestión al caer Trujillo.  Sus asilos y exilios,  misiones, algunas equivocadas actuaciones de sus amigos norteamericanos, la junta de Rodríguez Echavarría, el contragolpe de Wessin, los sucesos del parque Independencia,  el Golpe de Estado contra Bosch, las guerrillas de 1963, el asesinato de  “Manolo” en Manaclas, la renuncia de Emilio de los Santos, los errores del Triunvirato, las aspiraciones presidencias de Donald Reid, sus escondites cuando fue derrocado el Triunvirato y hasta el disgusto que le causó un marine “cabrón, canalla y salvaje” que lo recibió groseramente, son tópicos que trata con pormenores increíbles.

Gianni  Vicini, Luis y Marullo Amiama, Rafael Molina Morillo, Hugo Tolentino, José Cordero Michel, Rafael Francisco Bonnelly, Wenceslao Vega, Antonio Viñas Cáceres, Mario Mathis Ricart,  Jordi Brossa, Miguel Feris, Luis Gómez Pérez, Tomasina Cabral, Juan Isidro Jiménez, José Antonio Bonilla Atiles, Billy, Robby y Charlie Reid, Luis Manuel Baquero, Arnulfo Soto, Federico Henríquez Gratereaux, Rafael Alburquerque, Arturo Morales Carrión, Alfredo Lebrón, Arturo Calventi, Ángel Severo Cabral, Manuel Enrique Tavares, Ramón Ernesto Bonetti, Antonio García Vásquez, Frank Peynado Velásquez, Belisario Peguero, José Antonio y Marinita Caro y algunos norteamericanos, entre otros, surgen en sus pláticas.  Su gestión en el Triunvirato la resume como “un recuerdo horrible, triste, que me catapultó fuera de la política para siempre”.

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