RAMÓN EMETERIO BETANCES ENCABALGADO EL SIGLO XIX, ACCIÓN LIBERAL Y ANTILLANIDAD

RAMÓN EMETERIO BETANCES ENCABALGADO EL SIGLO XIX, ACCIÓN LIBERAL Y ANTILLANIDAD

El siglo XIX en occidente es la puesta en función de una serie de ideas en las que el pensamiento busca llevar a la práctica política la concepción historicista que une las acciones humanas a un cierto destino liberal. Es un siglo de finales y de románticos comienzos. La América nuestra busca zafarse de la vieja Europa, espejar a la naciente y el viejo régimen colonial, esclavista y central, llega a su último aliento.

El triunfo del duque de Wellington en la Batalla de las naciones (1805) no fue una victoria, sino el último aletear del régimen monárquico en Europa. En América inicia en 1810, en México y se dilata en toda la geografía el grito de los criollos que siembran repúblicas y ponen en ejecución nuevas maneras de ver el mundo independiente y nuevas maneras de soñar nuestro futuro.

Ramón Betances

Ramón Betances y Alacán es un hijo de ese siglo revolucionario que unió estudio, saber y práctica política a una fiera personalidad que no cejó un solo instante por ver liberada del yugo colonial a la isla de Puerto Rico, pero que no se limitó a los problemas insulares, sino que su vida fue un incansable itinerario por este archipiélago de discontinuidades acuáticas, de puentes invisibles que comunican sueños y aspiraciones.

En el tomo noveno de las “Obras Completas”, fruto de la dedicación de Paul Estrade y Félix Ojeda Reyes, en el formato epistolar, se aprecia la efigie ejemplar del revolucionario nacido en Cabo Rojo. Las cartas fueron un medio de comunicación interpersonal, y a veces público, en el que un autor exponía desde una perspectiva muy individual asuntos públicos o privados. Aparecen en esta colección más de doscientos documentos escritos por Betances a sus compañeros de lucha en República Dominicana. La mayoría de estas cartas corresponden al periodo de su vida en que ocupó el cargo de diplomático en París. Precedido de otras que intercambió con el general Gregorio Luperón, líder liberal dominicano.

El inicio de esta correspondencia en el año 1868 sitúa la presencia de Betances en Saint Thomas, luego de su expulsión de la isla danesa se traslada a Venezuela, para llegar a Haití, en donde se entrevista con el presidente y procura la ayuda de Haití para que los liberales puedan retornar a los caminos de la revolución que habían jalonado al vencer al ejército español en 1865.

La figura que aparece en el escenario político de entonces es la del presidente Buenaventura Báez. Cortada ya en 1865 la cabeza de la hidra hatera, con el derrumbe del santanismo, que intentó un respiro con la anexión de la República Dominicana a España en 1861, quedaba un sector conservador con fuerza que encabezaba el líder del sur y por el otro lado, el general Gregorio Luperón, cabeza de las fuerzas liberales del Partido Azul en el norte.

Se nota en la correspondencia el deseo del puertorriqueño de lograr acuerdos diplomáticos entre el Gobierno haitiano y los líderes dominicanos; la reticencia de Luperón frente a la ayuda haitiana y los consejos de Betances de que había que aceptarla sin miramientos a favor de la revolución definitiva.

Betances, como consejero de Luperón, le insta a seguir la lucha por el afianzamiento de las ideas revolucionarias. Coordina con dominicanos exiliados como el general Cabral, para unir las fuerzas detrás del general Luperón y se proyecta como la mente analítica y estratégica, pero también por una constante preocupación por los problemas geopolíticos. Se enfoca en el intento de Buenaventura Báez de arrendar la bahía de Samaná, puerto estratégico para las potencias europeas, como veremos más adelante, en cuya lucha Betances se desvive, pues entendía que ese hecho constituye, de llevarse a efecto, una pérdida de la integridad de la nación dominicana.

La lucha entre los liberales y los conservadores, con Báez y Luperón a la cabeza, muestra al aguerrido Betances en batalla. Sobresale su accionar revolucionario, su sabiduría y sus acciones sin desmayo cuando le dice que su gente puede encargarse de Báez y le insta a terminar con la presencia de ese sector con la finalidad de afianzar la revolución. Así no deja de ser interesante conocer el papel jugado por el partido puertorriqueñista, liderado por el antillano, en la campaña que se realiza en Estados Unidos en contra de la anexión de la República Dominicana como Estado de la Unión.

Derrotados los intentos de Báez y su grupo por anexar la República restaurada a la potencia del norte, los liberales llegan al poder con el Partido Azul; Betances tuvo un papel muy importante como diplomático dominicano en París. Pero antes ha tenido una estancia en la República en la que deja como testamento su despedida de la ciudad de Santiago de los caballeros con una defensa de la educación. En carta dirigida al periódico “La Opinión” habla el médico y revolucionario del papel social y humanístico que debe jugar la escuela. Sus reflexiones, no muy alejadas de las del maestro Eugenio María de Hostos, son lecciones que aún deben tener presente los que entran cada día al salón de clase a impartir la enseñanza como puente que nos comunica el presente con el porvenir.

A medida que el lector se adentra en el conocimiento de los planteamientos de las cartas, se revela al Betances diplomático, al sagaz político, comedido y discreto, pero también al dominicanista, preocupado por las formas, por la imagen de la República como el que más; el defensor de la soberanía, de la personalidad del país, de sus intereses y el fomentador de empresas y planes de desarrollo… Desde esa luz opaca que tiende sobre los otros el trabajo diplomático, se encuentra oculta en la prudencia, como el sol iluminador de un líder, de un político excepcional y de un hombre que amó como suya sin rupturas ni falsas afirmaciones la patria dominicana, sin que la acción de ningún dominicano le aventajara.

La acción del antillano en París se echa de ver con la defensa de la bahía de Samaná. Informa Betances a la Cancillería dominicana de los movimientos que se están dando en Londres con la deuda dominicana. El Gobierno inglés estaba preocupado por la compra de bonos dominicanos en poder de banqueros ingleses por parte de elementos de Estados Unidos. Betances concurre en que podrían estar detrás de la bahía de Samaná.

El diplomático escribe a sus homólogos estadounidenses en París; también hace lo mismo motivado por la presencia de un barco de estudio de la marina de Estados Unidos que, según se desprende de la correspondencia entre Betances y los estadounidenses, ha venido al Caribe a estudiar los puertos y a medirlos para uso de las líneas del telégrafo.

Las observaciones del puertorriqueño son importantes para conocer el problema geopolítico del Caribe finisecular. Francia e Inglaterra temen que Estados Unidos se apodere de la bahía; Betances propone que la República Dominicana expropie las tierras cercanas al ancladero para no permitir la enajenación de las tierras por personas que las compren y luego las vendan a los estadounidenses.

Quiere, en definitiva, que se declare a Samaná como un puerto libre. Ahí aparece la importancia estratégica de la bahía y el papel que ella pudiera jugar como entrada al canal de Panamá, cuyo proyecto se encontraba en marcha (continuará).

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