Ramón Font Bernard

<SPAN>Ramón Font Bernard</SPAN>

TATYS FONT BERNARD
Este año que ahora se cumple desde que te fuiste, he sentido tu ausencia a cada paso y en cada rincón de mi casa; y en mis afanes cotidianos. Tu figura y nuestras conversaciones las he sentido, mas vivas e intensas al acercarse este seis de noviembre cuando te marchaste para siempre.

Debes saber que hace pocos días desperté llorando intensa y nerviosamente, porque en un sueño inquieto, casi al amanecer, te ví emerger de la nada y, al pasar evanescente a mi lado sentí que me dijiste: «me cansé de vivir; siento haberte dejado».

Lloré intensamente y con el alma apretujada por ese despertar abrupto y tu presencia rápida y furtiva; porque, aun cuando conocía tus penas y tu cansancio de la vida, sabes que no escatimé esfuerzos para que despejara de tu cansado ánimo la congoja del desengaño y la frustración que había mellado tu espíritu ante causas y razones que escapaban a tu voluntad, respecto a no ver logros de superación en la vida del pueblo que tanto quisiste y por el que tantos sueños nobles albergaste.

Siento, al acercarse este seis de noviembre, mas viva la nostalgia de su ausencia, porque, aun cuando a cada momento encuentro gentes que me hablan tantas cosas bellas de ti. Que recuerdan tu caudal de bondad y decencia, la falta de tu presencia y nuestras compartidas confidencias resurgen y laceran mi alma, impregnándome de aquella nostalgia tuya, ahora que ha pasado un año desde que te fuiste.

¡Qué falta me haces!, cuando los sábados ibas a mi oficina para desde allí compartir nuestro amor filial en las compras y también en nuestros paseos dominicales por la ciudad colonial y cuando observaba que tus ojos ya cansados por el tiempo, se llenaban de nuevo brillo cuando pasábamos por San Miguel, aquel viejo barrio cargado de tus mas apreciados recuerdos y me hablabas en la esquina de la Iglesia, de aquella casa enfrente, donde naciste y memorabas tus gentes de antaño y sus cosas.

Veía en ti entonces, un ser que emergía del pasado con la gracia y sencillez señorial de aquel mundo perdido para siempre y que tú, como si quisiera trasmitir al mundo nuevo, te empeñabas en mantener vivo esos ejemplos de valores y conductas idas.

¡Te extraño papá! ¡Tú sólo sabes cuánto! Tal vez aquellos que fueron tus más cercanos amigos tengan idea de la falta que me has hecho, porque ellos en cierto modo, han sido mi soporte espiritual y mantengo sus afectos y la frescura de su presencia grata, engrandecida por el desinterés, tal como lo mantuvieron entre ustedes.

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