Ramón Francisco, el contador

Ramón Francisco, el contador

POR PEDRO GAÑÁN
Escribir sobre una persona que ha fallecido y quisimos mucho es difícil porque a cada momento los sentimientos nos traicionan y nos detienen.  Es por eso que sólo ahora, a varios días de su partida física, es que consigo coordinar algunas ideas.  Desde el primer día de su muerte, he querido hacerlo.

Sobre Ramón Francisco, el poeta, ya se expresaron con mucha propiedad Jeannette Miller, el ex secretario de cultura Tony Raful y Marcio Veloz Maggiolo de quien conocí «El Puño» de don Ramón, su grupo de intercambio cultural, y la historia de cuando contestó «para las dos cosas» a la pregunta de un agregado cultural norteamericano de los años post revolución del 1965 de que si «El Puño» era para tocar o para golpear.  El periodista Rafael G. Santana, pariente político de don Ramón, se encargó de hablar de Ramón Francisco, el familiar.

Pero como ellos mencionaron muy brevemente, Ramón Francisco también fue contador y uno de los mejores.  Primero debo mencionar por considerarlo lo una de las acciones más noble de un ser humano, la de transmitir conocimientos, que fue profesor de contabilidad y auditoría de varias generaciones de contadores.  Fue además charlista excepcional, magnífico.  Sus condiciones de excelente contador, historiador acucioso y poeta, acompañadas de su voz profunda de locutor, encantaban a los que seguíamos todas sus disertaciones.  Como coleccionista de arte y objetos antiguos, tenía la singularidad de ambientar algunas de sus charlas con cosas de la época narrada.

Muchos de nosotros recordamos aquella exposición magistral en un hotel de la capital, donde habló de los contadores coloniales en medio de un viejo escritorio, una pintura antigua, unos libros de contabilidad muy grandes y viejos, una visera como la usada por contadores antiguos para protegerse de la luz de las lámparas, una liga negra que utilizaban para sujetar arriba las mangas largas de las clásicas camisas blancas, unos lentes de antaño (casi lupas), una pluma fuente y un tintero, una sumadora muy antigua, semejando casi un ábaco y una escupidera (no una bacinilla) que los antiguos trabajadores de los números, que solían masticar tabaco, usaban para escupir; entre otros artículos.

Era una experiencia gratificante remontarse al pasado con Don Ramón, casi vivirlo.  Cuando él hablaba, todo lo demás era atento silencio.

Ramón Francisco, el contador, fue presidente del Instituto de Contadores Públicos Autorizados de la República Dominicana y además director de la escuela de contabilidad de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Fue también socio fundador de la firma de auditores externos y consultores gerenciales Francisco & Asociados, que por muchos años representó en el país al gigante mundial Ernst & Young.  Escribió muchos artículos de prensa y revistas sobre contabilidad y auditoría, siempre salpicados por sus dotes poéticas y de historiador.  Él fue uno de los contadores y auditores más agudos, siempre actualizado y una todo con un extraordinario don de gente, tan escaso hoy en día en las nuevas generaciones.

El contador poeta, o mejor dicho, el poeta contador (creo que él prefería este orden) rompió la imagen generalizada de que el contador o contable, como erróneamente nos llaman algunos, es sólo un individuo cerrado, poco sociable, calculador en todos los aspectos de la vida, que no lee, ni escribe y que sólo sabe «meter números en cuadritos».  El profesor Francisco nos enseñó que se puede ser contador y auditor serio y ser un ser humano culto, sociable, multidisciplinario y humilde. Es uno de sus mejores legados a los contadores. De él y de don Rafael Herrera adquirí la inspiración para escribir. Ambos fueron mis compañeros de muchos años en el periódico Listín Diario, uno como auditor externo y el otro como director del diario.

Ramón Francisco, el contador, siempre estará en nuestro grato recuerdo.

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