Ramón Oviedo en toda libertad

Ramón Oviedo  en toda  libertad

Ramón Oviedo sigue marcando el patrimonio artístico contemporáneo de República Dominicana con una calificación excepcional de autonomía e independencia , pues el conjunto de su obra está marcada por su clara visión de la vida, del ser humano como eje central de su filosofía así como de toda su ética y conciencia.
Ayer, 7 de febrero, hubiese cumplido 96 años, por tal razón queremos recordar la figura exclusiva de este gran dominicano de las artes; cuyo expresionismo lírico pertenece a la historia del arte contempráneo de las Américas.
Cuando le conocimos en los ochenta, nos atrajo su discreción comedida y su prudencia encendida por un duende interior de quién pinta todos sus sueños callados y sus fantasías secretas. El gesto en el trazo es seguro, firme, determinado, lúcido hasta lograr una escritura visual donde el dibujo no anticipa la pintura porque está en ella.
Entendimos que estábamos frente a un hombre forjado con su propia fuerza, armado de valores y compromisos, pero también envuelto en una poética propia en el color, en el fondo y la forma que aterrizaban sobre sus telas como manifiesto de un mundo nuevo alargando el camino por los surcos heredados en la aventura humana de la creación.
Dicen que era autodidacta y que su obra se nutrió de todo cuanto estudió y leyó para que la línea y el signo fuesen los instrumentos de su pensamiento.
Su primera obra atrajo el interés crítico visual en los años de muchas tormentas, es “Abril del 65” la obra que pertenece a la iconografía nacional razonada y marca un espacio plástico de factura única.
No podemos negar que el intento emocional nos haya recordado a “Guernica” de Picasso, tanto por su composición como por el sujeto. Esos tonos de negro, ocre, gris, cuyos cuerpos marcan el momento crucial de la soberanía nacional, despertaron una obra insurgente que, más allá de la técnica y de la factura, constituyó un grito visual constitucionalista.
Seamos objetivos, no es su mayor obra pero sí es la obra que marca para siempre su personalidad visual, de un artista que con 40 años se decide a entrar en el mundo del arte como motivo de insurgencia.
La obra de Ramón Oviedo anuncia y denuncia, tiene une dinámica abierta con la ciudadanía, en él impera tanto lo onírico como lo dialéctico, es una artista que nunca temió apostar por el lado de los justos como bien diría Camus, más sin embargo debemos considerar que toda su obra está totalmente envuelta en el expresionismo figurativo, un expresionismo que nunca se sale de la realidad y que se mantiene en toda su trayectoria visual para darle más fuerza a su conciencia ciudadana.

El expresionismo de Ramón Oviedo manifiesta un mundo zoomórfico y humano que nos permite penetrar visualmente todos los mitos, cuentos y leyendas del Caribe pero también de América latina, es una obra envuelta en las mitologías universales, porque el toro también hace figura de duende no Minotauro, pero sí fuerza existencial.
Su carrera artística ha engranado grandes reconocimientos y es interesante señalar que es uno de los pocos artistas dominicanos que haya ganado dos veces el León Jimenes, en el 69 y en el 70, con la señalada obra “Levantáte, Lazaro”.
Más allá de todos los reconocimientos recibidos, de todas las medallas y exposiciones internacionales que nunca se detuvieron durante sus 91 años de vida, lo que más nos atrae en esta obra es su capacidad de cuestionamiento plástico y visual, su dinámica evolutiva y experimental, así como sus dudas y sus hallazgos.
Nunca perdió el sentido del trabajo constante en y desde el taller. Es después de su inolvidable retrospectiva de seiscientos cuadros que ocuparon todos los pisos de Museo de Arte Moderno, que nos reencontramos con él en París, en la UNESCO, acompañado por su representante y coleccionista Antonio Ocaña.
El recuerdo es inagotable de belleza, pues tuvimos la oportunidad de volver a conversar con el maestro y compartir en el taller de Vicente Pimentel, otro maestro radicado en París, perteneciente al movimiento de la abstracción expresionista. La conversación sostenida entre estos dos luceros del arte contemporáneo dominicano se queda para siempre en la memoria íntima de quienes tuvimos la suerte de oír y ver la fuerza de ese encuentro.
La constancia de su trabajo siempre ha permitido al público y a sus seguidores variar aspectos curatoriales y museográficos porque estamos frente a una obra monumental de todo juicio crítico y razonado que tiene por donde cortar y argumentar.
Después de tantas exhibiciones que hemos presenciado en la Casa de América Latina de París, en Mallorca, en Cagnes sur MER, hemos vuelto de manera muy íntima a su obra en una colección privada que nos ha abierto sus puertas y allí hemos admirado algunos de sus últimos trabajos ejecutados con más de ochenta años que, probablemente sin quererlo pero lográndolo, nos lleva hacia Basquiat en un abrir y cerrar de ojos, dentro de un espacio aéreo y liberado de materia.
En esta colección, observamos y admiramos obras inesperadas como una magnífica marina y un paisajismo esplendidos por la armonía del color y los tonos cromáticos de una gran sutileza.
Las obras colgadas en esta residencia nos permitieron visualizar y analizar parte de sus últimos trabajos donde pudimos observar y asombrarnos de la energía creativa de un artista que se fue del mundo terrenal con toda su fuerza espiritual,notable en los trabajos donde conjuga el sujeto, la luz y el color con equilibrio amaestrado y nutrido de una poética sin igual.
Es de prioridad nacional que Ramón Oviedo tenga un Museo con toda su obra curada y razonada en un catálogo instrumentado por especialistas del expresionismo tanto nacionales como internacionales.
Queremos también aquí honrar el trabajo de Antonio Ocaña que supo coleccionar su obra con criterio curatorial y con un ojo profesional que permitió que hoy día este artista dominicano alcanzara el nivel internacional. Agradecemos al coleccionista Kelvin Naar que nos abrió las puertas de su residencia para poder documentarnos y detenernos en los juegos visuales de Ramón Oviedo.

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