Ratzinger y el ecumenismo bicornuto

<p>Ratzinger y el ecumenismo bicornuto</p>

POR GÜIDO RIGGIO POU
Las iglesias, inculcando sus dogmas y desde siempre, han basado su identidad y su permanencia en la distancia  doctrinal que logran establecer con relación a otras iglesias. Así, los cristianos católicos a través de sus doctrinas y dogmas resaltan sus diferencias con los cristianos evangélicos, para deslindar  su territorio, y definir el sentido de pertenencia con que mantienen cohesionados y cercados a sus  rebaños, protegiéndolos de los otros lobos. 

Este accionar egocéntrico (impulsado quizás por aquello de que “la amenaza del enemigo une más a los amigos”)  sin embargo, entra en franca contradicción con el Movimiento Ecuménico que se ha predicado en los últimos tiempos es la Iglesia Católica la que ha encabezado este movimiento  en procura  de acercar a todas las creencias en un diálogo interreligioso.

Su aporte principal a la convivencia global, ha sido el de apaciguar los ardorosos ánimos, los odios y discrepancias que ellos mismos, paradójicamente y por razón existencial, se han encargado de propiciar a través de sus dogmas y doctrinas.

Recientemente el Papa Benedicto  XVI, archi defensor de los dogmas de su iglesia, se vio envuelto en una polémica provocada por una cita que hizo de unas palabras del emperador bizantino Manuel II Paleólogo, donde se insinuaba que el Islam llevaba la destrucción y la violencia en su seno; declaraciones que, con o sin razón, no viene al caso, agitaron (y eso es lo que cuenta) los  sentimientos de odio existentes entre mahometanos y cristianos.

El 22 de noviembre recién pasado la prensa internacional destacó otras de las declaraciones del Papa Ratzinger (quien dista y contrasta mucho de un Juan Pablo II) que contienen velados pero efectivos elementos explosivos, que pueden dar al traste con los esfuerzos ecuménicos de paz, implementados por el extraordinario, único y preclaro Papa Juan Pablo II.  Con el agravante de que estas declaraciones fueron dadas en la tribuna máxima del catolicismo, en una audiencia pública en la Plaza de San Pedro.

Cuando el Papa afirmó en la Plaza de San Pedro  que a “Jesús se llega pasando por la Iglesia” (Católica) está enviando un mensaje de agresión contra al espíritu ecuménico que la misma Iglesia se ha propuesto difundir. Esa afirmación, imprudente de más, para los oídos de los evangélicos (como para la ortodoxos cristianos y los musulmanes) es y suena insultante; y es así, a causa de las doctrinas que estos  han asumido a la luz de sus dogmas. Dogmas  que de hecho descalifican  a la iglesia de Roma como la portadora exclusiva de la verdad y la salvación.

Pero veamos las conclusiones que se desprenden de otra de las afirmaciones papales cuando dijo: “a Jesús se llega pasando por la Iglesia”. Y sabiendo Su Eminencia, que Jesús es El Salvador, es como decirles: ¿Qué hacen ustedes en aquellas iglesias que no es la nuestra, las  iglesias que no son de Jesús? ¿Podrán ustedes, los no católicos, llegar a Jesús sin pertenecer a la Iglesia Romana?  Y la respuesta que les da Roma a sus convidados dialogantes es un rotundo y excluyente  NO. No se llega a Jesús  si no se pasa por la Iglesia Romana.

¿Es éste un el mensaje “ecuménico”? ¿Es atrayente este mensaje para todos los hombres y mujeres del mundo  que militan en las diferentes religiones y que creen tener la salvación en sus iglesias? ¿Es prudente que este mensaje excluyente y provocador  le acompañara en su viaje a Turquía?

Pero sus afirmaciones no cesan aquí, el Papa  exhorta, encandila y dogmatiza afirmando: “Perseguir a la Iglesia es como perseguir a Cristo”. Y comenta luego la prensa: “A este propósito, el Papa volvió a realizar un llamamiento para la unidad de los cristianos, aunque subrayó que ‘la exigencia de la unidad no significa que se tenga que uniformar o aplanar la vida eclesial con un único modo de operar’”.

¿Acaso afirmar que “a Jesús se llega pasando por la Iglesia” no es una forma de “aplanar” y “uniformar” a las demás religiones cristianas y no cristianas?

A seguidas ,comenta la noticia: “Al término de la audiencia pública, Benedicto XVI saludó en la Plaza de San Pedro a una delegación del Consejo Central de los Jefes Tribales de Irak, que posteriormente fueron recibidos por el secretario para las Relaciones con los Estados, considerado el ministro de Exteriores vaticano”

¿Habrán escuchado ustedes una charla  más incongruente, paradójica,  incomprensible y enigmática  para la mente humana, pronunciada en el marco del ecumenismo y ante las delegaciones de Irak? ¿Puede ser este paradójico llamado  “a la unidad” compatible con el llamado a la universalidad? ¿No es éste  un argumento bicornuto?

Por lo visto, el Ecumenismo  para Ratzinger es sólo una fachada. Estamos  inmersos en la misma y obtusa Guerra Santa  que desde siglos ha enfrentado a los hombres y mujeres sometidos al dogma disociador, con que casi todas las religiones  manipulan y someten  voluntades e inteligencias.

Parece que el procedimiento, en el cual la mayoría las religiones basan su existencia y su perpetuidad, no ha cambiado en siglos. Todavía nos inculcan sus dogmas, para luego  con ellos, atizar las diferencias, los desacuerdos, las incompatibilidades religiosas; y lo hacen para fortalecerse internamente, unificando sus fuerzas, señalando la presencia de un enemigo que sólo existe en sus mentes egoístas y terrenales.

En el fondo, las religiones no promueven el vínculo edificante del amor del que tanto hablan;  están atrincheradas en sus intereses terrenales, en las tinieblas de sus dogmas. Nosotros, sus rebaños, con la promesa nada despreciable y la garantía de una “Vida Eterna” somos, acaso por ambición, las víctimas de esas pugnas interminables que nos mantienen enfrentados en lo que se ha dado en llamar Guerra entre Civilizaciones  (antes  Cruzadas), o  la hoy Yihad musulmana,  que  hace 14 siglos  los movilizó a fundar el imperio árabe y someter a los cristianos. Guerras todas, plenas  de  astuta mezcla de lo divino y de lo humano.

Con una sola chispa, una mala interpretación de las palabras del Papa,  se podrían desencadenar terribles acontecimientos.

guidoriggio@gmail.com

Publicaciones Relacionadas

Más leídas