Razones brasileñas y colombianas para estar optimistas

Razones brasileñas y colombianas para estar optimistas

La visita del presidente electo a Brasil y Colombia agrega señales de optimismo durante este período de transición en que el desnudamiento del tenebroso panorama fiscal que legará el gobierno  está sumiendo en pesimismo nuestra nación.

Un desnudamiento al que ahora se suman sectores de la “comunidad financiera internacional” que ya comienza a regurgitar lo previamente digerido a pesar de advertencias nacionales; lo cual debe servir de experiencia al adoptar correctivos endógenos a nuestros males en lugar de sustentarnos en fracasadas recetas exógenas no exenta de complicidades.

Brasil y Colombia son las naciones latinoamericanas más emblemáticas de como una sucesión presidencial entre personas de un mismo partido no ha significado la continuación de las mismas políticas.

En Brasil la presidenta Rousseff relevó al presidente Lula del que fue colaboradora. Su vínculo partidario en el Partido de los Trabajadores no le ha impedido adoptar medidas drásticas contra la corrupción expresada en inmediata sustitución de funcionarios ante mínimo indicio ni la creación de una comisión para examinar denuncias sobre gobiernos anteriores. Honra su promesa de ser presidenta de todos los brasileños y de “preferir el  ruido de la prensa libre al  silencio” propio de censuras o autocensuras por presiones gubernamentales.

Santos, el actual presidente colombiano, sucede a Uribe, ambos del partido de la U, después de ser su ministro de defensa; cargo importantísimo en una nación que desde hace medio siglo confronta  fuerzas revolucionarias   (FARC) que controlan territorios asociados a la producción de sustancias ilegalizadas en países con los que Colombia  mantiene acuerdo de extradición. Las discrepancias entre Santos y Uribe sobre temas de seguridad detona confrontaciones que conllevan investigaciones sobre el pasado régimen que el presente no ha obstaculizado, abarcando recientemente la extradición del ex jefe de seguridad de Uribe. Este  es incluso calificado, hoy, como líder opositor al quien consideraba su aupado.

Más allá de lazos de amistad y solidaridad entre nuestro presidente electo y los de esas naciones, de  cooperación durante sus respectivas campañas,  de propósitos de acuerdos arribados; esta visita  constituye una oportunidad para evaluar experiencias de sucesión presidencial entre correligionarios del mismo partido que abrazan diferentes políticas.  

Y traduce optimismo ante la posibilidad de disciplina fiscal, piedra del reencauzamiento económico; de mejoramiento de la calidad del gasto para mejorar servicios; de combatir corrupción  incluyendo el dolo cometido por el funcionariado precedente y de restablecer el ruido de la prensa libreamordazada por autocensuras provocadas por presiones gubernamentales.

Un optimismo que se redobla por entenderse que en Brasil gobierna la “izquierda” y en Colombia la “derecha”,  señal conducente a una reconciliación nacionalista al margen de etiquetamientos ideológicos

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