RD-Cafta

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JOSÉ LOIS MALKUN
Una de las tantas diferencias que existe entre los países y sobre las cuales podemos realizar un ordenamiento cualitativo universal, con una escala del 1 al 10, son las estadísticas. Un país sin estadísticas es un país pobre y miserablemente administrado. No pasa del nivel 1 o 2. Su PIB puede crecer al 30% anual, pueden circular en sus calles miles de vehículos de lujos, sus puertos pueden albergar los yates más costosos y en sus tierras se pueden levantar las villas más lujosas. Aún así sigue siendo un país pobre y miserablemente administrado.

No hay que buscar información virtual sobre la gravedad del sistema educativo o de salud. Visitar un hospital público es suficiente para uno darse cuenta en que mundo vive. O irse a cualquier zona rural o urbana del interior y visitar las infraestructuras donde operan las escuelas públicas, quedándose un par de horas con los estudiantes para escuchar las enseñanzas de los maestros. Pero si no se quiere molestar visitando hospitales y escuelas, simplemente camine por las calles de la Capital durante 6 o 7 horas. O evalué los costos de la energía que usted paga y las horas de apagones que recibe cada mes.

De hecho hay estadísticas sobre estas realidades. Pero en un 99% son insuficientes y mal estructuradas, no reflejan ni parcialmente la magnitud real del problema, casi nunca se le da continuidad, por lo general están contaminadas por las manos gubernamentales y cuando son muy comprometedoras, nunca se publican. O sea, vivimos a ciegas. Vivimos a expensas de lo que los gobiernos quieren que los ciudadanos sepan, ocultando lo que no quieren que se sepa. Y por eso el dominicano vive de ilusiones y fantasías. Porque todo lo que lee, oye o escucha está manipulado.

El mejor ejemplo de esta desgracia, son los censos. En adición al desastre que precede a su organización, el levantamiento de los datos es una pesadilla peor y que el personal contratado no tiene ninguna preparación y los incentivos son una motivación para sentarse debajo de un árbol a llenar formularios. Después llega el caos con el procesamiento de los datos y los ajustes finales a puerta cerrada.

A propósito de estas graves deficiencias estadísticas, es oportuno meditar sobre los efectos cuantitativos reales que implica el RD-Cafta. Veámoslo en dos vertientes. ¿Qué pasaría si no nos incorporamos a este acuerdo? O ¿Qué pasaría si nos incorporamos? Para responder correctamente esas preguntas se requiere lo siguiente:

1. Hay que cuantificar los verdaderos impactos fiscales y monetarios.

2. Hay que medir cuantas empresas desaparecerían o cuantas nuevas se instalarían y sus efectos en el empleo. Porque de cualquier forma habrá ganancias y pérdidas.

3. Hay que medir el impacto en las inversiones externas.

4. Hay que medir los efectos en el PIB y su nueva composición.

5. Hay que medir los efectos en la balanza comercial y de pagos.

6. Hay que medir el impacto en los precios internos y en la inflación.

7. Hay que cuantificar los resultados de las nuevas leyes y disposiciones que preceden al acuerdo y sus efectos en el comercio y la industria nacional. También en la corrupción.

8. Hay que evaluar el costo financiero para los bancos por el cierre de muchas empresas que no podrán competir y su impacto en las provisiones y tasas de interés.

9. Hay que cuantificar las implicaciones migratorias del acuerdo.

10. Hay que medir las ventajas o desventajas competitivas y comparativas del país con Centroamérica.

11. Hay que elaborar modelos estadísticos del efecto de estas ventajas y desventajas, proyectándolas hacia el futuro.

12. Hay que evaluar el costo fiscal de hacer más competitivo al país y también el costo para las empresas.

En fin hay que medir, evaluar y cuantificar muchísimas otras cosas, cruzar toda esa información y modelar todos los escenarios posibles. También hay que hacer del conocimiento público esa información, como sucede en los países ubicados en la escala 8, 9 ó 10.

Pero un país sin estadísticas confiables y que cuando se tiene se oculta, es un país de ciegos. Por eso nos conformamos con hablar de lo que se perderá en la recaudación de aduanas sin medir otros beneficios fiscales o lo que implica el acuerdo para un sector en particular sin ver el conjunto. Otros se conforman con la reducción de precios de algunos bienes, sin tener en cuenta la sobrevaluación del peso. Por eso, tener la información completa y necesaria para que la opinión publica se edifique bien y se manifieste, sin la politiquería barata que lo contamina todo, es simplemente una ilusión.

Mientras tanto, como sucede en un ambiente de oscuridad, nos chocamos, nos caemos, nos golpeamos y nos autodestruimos. Y mientras jugamos con el acuerdo, ya son muchas las empresas de la zona franca que han cerrado sus operaciones. Ya son miles los empleos perdidos. Ya son varias las inversiones extranjeras programadas que se nos han escapado de las manos. ¿Tenemos cifras reales de esas realidades y sus implicaciones? Es probable que algo se tenga, pero difícilmente sean hechas del conocimiento público en toda su magnitud, porque cuando resultan contrarias a los intereses del Gobierno, todo se tergiversa.

Pero seguimos especulando sobre lo bueno y lo malo del RD- Cafta. Y el Gobierno, aprovechándose de la oscuridad en que vivimos, sigue dándole largas al asunto sin medir sus consecuencias. 

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