Cuando mañana suba la bandera muchos mirarán hacia el cielo y, casi como si pidieran a Dios, suspirarán en honor a una Patria que cada día parece desvanecerse más.

La última semana ha sido una verdadera vergüenza para los dominicanos honestos, que fueron educados para trabajar y conseguir, gracias al esfuerzo propio, la mejor vida que se pueda tener. Casos como el de Parmalat, en el que nueva vez hay acusados que pertenecían a las filas de los cuerpos castrenses, nos vuelven a demostrar  lo mal que está  nuestro país. Aquel en el que el delito ha progresado tanto que hay un grupo que ha sido capaz de estafar al propio Tesoro de los Estados Unidos. Al ver eso, y escuchar cómo aparecen nuevas mulas dominicanas que son detenidas en  aeropuertos internacionales (los dos últimos en España), no nos queda más que aceptar las tesis que plantean que  República Dominicana es un gran Estado fallido.

¿Qué otra cosa se puede decir de un país en el que los que deben protegernos se confabulan para crear mafias dedicadas al mal (el caso Paya, cuyo informe aún esperamos, no es mera coincidencia?)

¿Cómo se explica que la gente prefiera dedicarse a robar y traficar con estupefacientes, en lugar de aprender a ganarse la vida con dignidad?

En un país en el que las oportunidades prácticamente no existen y la miseria vive debajo de un Metro que el gobierno presenta como su gran joya, no nos queda otra opción que sentir pena por lo que tendrán que enfrentar las próximas generaciones.