Una de las imágenes que me ha marcado fue a los 11 años de edad, diciembre de 1988, regresaba con mi madre y abuela materna de Puerto Rico, ese día ví un estimado de 12 a 15 hombres dominicanos al bajar del avión, esposados en fila, algunos descalzos y con ropas razgadas; al preguntar a mi mamá su respuesta fue: “No mires hacía allá”.
En el camino de regreso a la casa me explicó, en un lenguaje acorde a mi edad, que eran personas que habían tratado de entrar a Puerto Rico sin permiso, viajando en “yola” y los estaban trayendo de regreso, pues, no puedes entrar a un país sin el permiso de sus autoridades.
A pocos meses, la señora que me cuidaba pasaba largas horas junto a mi madre llorando y pidiendo ayuda, una y otra vez, para saber el paradero de su esposo, quien se había ido “sin permiso” a los Estados Unidos, unos 15-20 meses después retorno al país, igual, esposado y desaliñado, ahí entendí la explicación de mi madre sobre lo que era ser ilegal y deportado.
De acuerdo con el Estudio “Interacciones entre Políticas Públicas, Migración y Desarrollo en República Dominicana”, realizado por OCDE/CIES-UNIBE en el año 2017, cita que en nuestro país los inmigrantes supone alrededor del 4% de la población, para el año 2015 se estimaba unos 415,564 ciudadanos haitianos, es decir, el 3.9% de la población siendo, el principal grupo de extranjeros.
En otro orden, ABC Internacional señala que a pesar de los esfuerzos del Gobierno dominicano por estabilizar la población haitiana sigue aumentando.
Las estadísticas oficiales hablan de una presencia en el país de 751.080 residentes de origen haitiano, es decir, el 7,3 por ciento registrado, estimando que la inmigración ilegal, supera el millón.
Aportando que conforme la Encuesta Nacional de Inmigrantes, 2012-2017, hubo un incremento del 20,6%, concluyendo que el 88,5 por ciento de los extranjeros que viven en República Dominicana son de origen haitiano.
Desde la ocupación estadounidense a República Dominicana, periodo 1916-1924, se expandió la producción azucarera bajo el dominio de los Estados Unidos promoviendose de forma activa la inmigración de trabajadores haitianos, lo que quizás, nos da un poco de luz ante la insistencia de los Estados Unidos de convertirnos en un país de “Puertas Abiertas” ante una migración ilegal.
Las leyes migratorias, que existen en todas las naciones, es la forma que los seres humanos, desde la antigüedad, en las luchas por el poder entre los diferentes liderazgos históricos se distribuyeron las tierras y establecieron los límites para accesar a estas.
Lo que ha producido que hoy exista una multiculturalidad, pluralidad y el desarrollo de potencialidades conforme la ruta crítica trazada en cada demarcación, hoy llamadas países. La migración es algo natural entre las naciones, sin embargo, debe ser ordenada y regulada.
Los dominicanos con orgullo y con la frente en alto podemos decir: ¡Siempre hemos apoyado a nuestros hermanos haitianos!
Aun siendo un país pobre, sin necesidad de imposiciones de organismos internacionales u otros países, sin embargo, HOY pretender el mundo que República Dominicana asuma la población indocumentada haitiana, que no pueda ser identificada, ni siquiera en su propio territorio, sin un control o monitoreo de entrada, salida, permanencia y carente de identidad, sustentado en “la crisis actual”, sería crear inestabilidad, aumento de la delincuencia, escasez de bienes y servicios, incremento en la migración dominicanos y, por ende, tendencia a desincentivar el crecimiento económico, concluyendo en perder la soberanía de Estado y una ineludible destrucción de lo que hemos construido con nuestro esfuerzo.
Cuidado en no caer en el famoso refrán popular: “Salvar uno y joderse el otro”.
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