RD: estremecida por la velocidad

RD: estremecida por la velocidad

«Última llamada», decían antes los altavoces del aeropuerto local para que los pasajeros inscritos de un próximo vuelo supieran que el siguiente paso suyo -si recibían el mensaje como quien oye llover- podría ser quedarse en tierra. La preocupación por el endeudamiento externada por economistas de la acreditada universidad Intec para atención de todo el mundo, y sobre todo del Gobierno y que no lo sorprenda la noche, no ha tenido hasta ahora en círculos oficiales el efecto de un pronóstico de catástrofe. Mucho convendría que la confianza en el futuro del país, implícita en el mutismo gubernamental, resulte a la larga un mentís a la percepción de peligros para la sostenibilidad de la deuda pública, lo que en buen cristiano significa que, como cualquier hijo de vecino, todo un Estado podría quedar en la insolvencia.

Junto a los expertos más sensibles e independientes que tienen vista puesta en las sombras del porvenir, están: una parte de la sociedad civil y entes de oposición que optan por no permanecer en la indiferencia cuando estalla la información de que la deuda del sector público no financiero creció un 20.2% en los dos últimos años, pasando de más de 29 mil millones de dólares a 32 mil y pico. No sería una exageración, aunque contenga su poquito de hipérbole, opinar que el país está lanzado desde la concentración de poder vigente y decidida a permanecer, a un festival de endeudamiento escalofriante.

El diablo habita en los detalles

El proverbio anglosajón que da título remitiría a cualquier observador a la acumulación de insatisfacciones (detallitos) que todavía se registra en la educación tras el mayor vuelco de recursos del Estado a partir del 4%. Construcciones de escuelas paralizadas, no pocas quejas sobre la calidad de almuerzos, crisis en proveedores por tardanza de pagos que crea riesgos en elaboración de alimentos, tandas extendidas que colocan alumnados en ocios y brincaderas improductivas, etc.

Es en ese contexto que estudiantes del liceo San Pablo Apóstol, del conocido barrio de Cristo Rey, pegaron un grito para denunciar que por incumplimiento de una inversión reciben clases hacinados en aulas de 60 matriculados sin facilidad para aplicar las anunciadas políticas pedagógicas «revolucionarias» que allí tienen cerrada la puerta.

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