No importa qué inventen para comparaciones entre efectividades de las vacunas. Lo innegable es que si no hubiéramos recibido dotes chinas estaríamos entre las naciones que no han comenzado a vacunar. La mejor vacuna es la que se tiene, y China nos ha suministrado la Sinovac. Con dos dosis duermo tranquilo.
La OMS tenía la esperanza de celebrar el 7 de abril, Día Mundial de la Salud, con todos los países vacunándose. Sin embargo, frustrantemente, el escenario de desigualdad no podía ser más grotesco. No es “justo que adultos jóvenes y sanos en los países ricos se vacunen antes que puedan hacerlo trabajadores sanitarios y personas mayores en los países más pobres”, ha dicho el director de la OMS. Alcanzar la meta para 2021del 20% globalmente vacunado, aunque lejos del 70% necesario para tener inmunidad de rebaño, contribuiría a frenar al virus y limitar las mutaciones. Imposible lograrlo sin equidad. Los desarrollados, autoevaluados como humanitarios y cultos, le fallan, otra vez, a la inmensa mayoría del planeta. El secretario general de la ONU denunciaba ante el Consejo de Seguridad en febrero que en solo 10 naciones desarrolladas se había aplicado el 75% de las vacunas en tanto otras 130 esperaban angustiadas recibirlas y recordó “que nadie estará a salvo hasta que todos estén a salvo”; calificó el acaparamiento como “escándalo moral” y censuró como ni la crisis global ha sido capaz de fomentar “cooperación y solidaridad internacional”. Hablando también al Consejo de Derechos Humanos, frente a sus “grandes defensores”, censuró como la Covid-19 “ha profundizado las divisiones, vulnerabilidades y desigualdades que ya existían, y también ha abierto nuevas fracturas, incluidas ciertas deficiencias en materia de derechos humanos” y sentenció que una “vacunación con criterios equitativos reafirma los derechos humanos. Un nacionalismo de la vacunación los niega”.
Con doble moral unos alardean de defensa de derechos humanos y se comportan con desprecio por la vida de buena parte de una humanidad a la que deben su riqueza. EEUU y Canadá almacenan vacunas equivalentes a cinco veces su población real. No se trata de que nadie desproteja su población para beneficiar a otros sino comprender que mientras no se pare el virus protegiendo a los prioritarios y adultos mayores donde quiera todos quedan expuestos. La estadounidense Universidad Duke mostró que naciones ricas con población de 1236 millones de habitantes tenían contratadas 4,198 millones de dosis contrastando con naciones de menos recursos con 3,500 millones de habitantes habían encargado únicamente 713 millones. Aplicando aritmética, los ricos han comprado 3,4 dosis por habitantes y los desfavorecidos media dosis por habitante. Nos están salvando las vacunas chinas y rusas; les molesta que las recibamos y no duele que no recibamos ninguna.
Han pedido a la ONU suspender temporalmente derechos de propiedad intelectual para producir vacunas localmente, rechazado por los ricos, representantes de intereses de grandes farmacéuticas, alegando que desincentivaría la inversión privada pretendiendo olvidar que fueron financiadas por miles de millones de dólares de fuentes públicas.
Frustrando muchas ilusiones vertidas, ¿Qué nos trae la post pandemia? Un mundo peor con más avaricia y concentración de la riqueza y el menosprecio de siempre a los desfavorecidos.