Notorio y preocupante es el déficit de vigilancia por escasez de personal y de herramientas apropiadas para conjurar daños ambientales que arrecian por el cambio climático, el corte ilegal de árboles, los incendios forestales, deliberados o no, y la extracción depredadora de materiales para construcción. El país no ha sido llevado prontamente, acorde con los tiempos, a dar usos de emergencia a una parte siquiera de la nómina estatal y súper numeraria que, visiblemente, no sale de los límites de las ciudades aunque esté adscrita a organismos que tienen que ver con el campo, la agricultura, la ganadería y los caminos vecinales.
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Y aún más: en tiempo de paz las funciones de carácter civil de las Fuerzas Armadas, que nunca han faltado, deberían incluir pronunciadamente, el despliegue de una visión cercana sobre cuadrantes de la vegetación nacional con el empleo de medios terrestres y aéreos y con una parte de las tropas entrenadas para reforzar brigadas de extinción. Existe un nutrido batallón de «cazadores de montaña» que a falta de guerrilleros deberían impedir los desmontes y hornos de carbón.
Por vía satelital y desde la Estación Espacial Internacional la reciente racha de fuegos en cordilleras siempre estuvo inventariada por la Nasa, una vigilancia desde órbita que el Estado dominicano debe complementar con el funcional medio de bajo costo basado en drones para extender más cerca del suelo continuas miradas de detección sobre recursos naturales.