Real intercambio de fluidos corporales

Real intercambio de fluidos corporales

¿Se imaginan a Enrique VIII (1491-1547) reinando en la época de Tweeter y el BB chat? Este monarca británico, quien reinó desde 1509 hasta su muerte, fue conocido como un matador, en el más lato sentido. Casó seis veces; se divorció o decapitó a cuatro de sus esposas. Su primer divorcio le obligó a separar a la iglesia británica de Roma, creando la Iglesia Anglicana, a cuya cabeza han estado desde entonces los reyes ingleses.

Enrique VIII, de la casa de los Tudor, fue según sir Tomás Moro, el más culto, educado e inteligente monarca inglés, un atleta, con seis pies de estatura, rubio y fornido. Uno de sus deportes favoritos fue el sexo. Su gran disposición, sin embargo, no le salvó de varios cuernos reales.

Catherine Howard, de 18 años, fue la más bella (y quinta) de sus esposas. Al rey se la presentó Ana Bolena (quien fuera primero amante, luego su segunda esposa, madre de la reina Isabel I; Ana murió decapitada acusada de adulterio e incesto). Catherine, prima-hermana de Ana, llegó a la vida de Enrique cuando éste contaba ya 50 años de edad, vividos con gran rendimiento. Tras un período de aparente intensa felicidad conyugal, el arzobispo anglicano reveló a Enrique que su esposa fue siempre “alebrecada” y que su amante actual era Thomas Culpepper, el cortesano favorito del rey. Enrique VIII mandó a decapitarlos y ella dijo: “Muero siendo reina, hubiera preferido morir como la señora Culpepper”.

La hija de Enrique VIII con Ana Bolena, Isabel I, fue la última monarca de la Casa de Tudor. Reinó durante 44 años, hasta su muerte en 1603. ¡Qué carácter debió tener, viendo morir decapitadas a su madre Ana Bolena y a su madrastra Catherine! Isabel, digna hija de su padre, gobernó con manos de hierro y pies de plomo; hizo decapitar a su prima-hermana María, reina de Escocia.

¿Escándalos sexuales? Los hubo a granel, pues Isabel pasó gran parte de su vida buscando, sin encontrarlo, al marido ideal. Uno de sus temas favoritos de conversación fue siempre el sexo y quizás por ello la vida sexual de la reina Isabel I fue objeto de intenso chismorreo durante su vida y posteriormente ha provocado investigaciones históricas profundas. Lo más sorprendente es que todos sus biógrafos coinciden al señalar que Isabel I murió virgen, sin conocer a fondo ningún varón.

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