Realidad de los tumores de la órbita ocular en el país

Realidad de los tumores de la órbita ocular en el país

Aunque la mayoría de los tumores de la órbita ocular son benignos y operables, con un alto índice de recuperación, hay patologías que  se presentan allí y en el nervio óptico, capaces de poner en peligro no sólo la salud visual, sino la vida de los pacientes.

La doctora Adalgisa Corona, neuroftalmóloga de Centro Láser, afirma que los tumores benignos de la órbita –cavidad ósea que contiene al globo ocular– son relativamente comunes en la consulta de su especialidad, particularmente los hemangiomas cavernosos, formados por vasos sanguíneos.

Hay tumores intrínsecos de la órbita, mientras otros ocupan lugares adyacentes, como los senos paranasales. Igualmente, pueden aparecer solitarios en la órbita o ser de naturaleza metastásica e incluso provenir de lesiones sanguíneas, como las leucemias y los linfomas.

Cuando los tumores crecen en la órbita, el paciente corre el riesgo de perder la visión por la compresión del nervio óptico, o por el desplazamiento de éste hacia delante, explica la neuroftalmóloga.

Dicha  condición,  conocida como proptosis, provoca que, por falta de lubricación corneal, el párpado no cierre correctamente y se produzca una queratitis por exposición.

Los tumores malignos de la órbita suelen ser los adenocarcinomas de la glándula lacrimal y los llamados epidermoides, aunque los más peligrosos –de acuerdo con la neuroftalmóloga– son los del nervio óptico.

Entre las afecciones de dicha estructura –compuesta por células fotorreceptoras capaces de convertir la luz en impulsos nerviosos reconocibles como imágenes o patrones por el cerebro– Corona cita los gliomas y los meningiomas, estos últimos asociados a una patología denominada neurofibromatosis.

Aunque la literatura médica relata la aparición de carcinomas de la órbita en personas mayores de 60 años, en la práctica de Corona en el país se refleja una marcada tendencia a su aparición en pacientes con entre 40 y 50 años.

Hemangiomas

Se desconocen las causas del hemangioma, tumor intrínseco del nervio óptico que no discrimina por  sexo o edad, pero cuya aparición es más frecuente en adultos jóvenes.

“Los hemangiomas cavernosos son bastante comunes y suelen tener un buen pronóstico de recuperación. Provocan una neuropatía por compresión, pero una vez es retirada la lesión o el tumor, el paciente tiende a recuperar la visión” explica Corona. La neuroftalmóloga advierte, sin embargo, contra las manos inexpertas que, al intervenir, pueden dañar el nervio óptico, dado que se trata de una operación delicada.

“Cuando son extirpados por un personal calificado, los hemangiomas desaparecen completamente y el paciente recupera sus funciones oculares normales”, establece.

Gliomas y meningiomas

 Los gliomas –explica Corona– son más frecuentes en menores con neurofibromatosis, un desorden genético que favorece la aparición de tumores en los nervios.

 La especialista de Centro Láser indica que el origen del glioma se encuentra en la astroglia del nervio óptico, tejido que degenera dando lugar a la aparición del tumor.

 “El glioma es más común en los niños y en ellos se comporta como un tumor benigno, aunque en adultos es maligno.

El 50% de las personas con glioma padecen de neurofibromatosis tipo 1, al igual que los meningiomas, aunque éstos son mucho más frecuentes en los adultos”, establece la neuroftalmóloga. Asegura que la evolución de los gliomas es variable, dado que en algunos menores permanecen estacionarios, sin aumentar de tamaño. “Preferimos no operar los tumores del nervio óptico, como los gliomas y los meningiomas, hasta que los niños y las niñas alcanzan la adultez, porque son expuestos a perder la visión. Sólo intervenimos en caso de que el tumor se extienda hacia el cerebro, dado que el nervio óptico conecta el globo ocular con dicho órgano”, indica. Uno de los mayores riesgos en este tipo de casos es perder la visión de ambos ojos, si el  tumor daña el quiasma o punto de unión de los nervios ópticos. Generalmente, el especialista observa la evolución del glioma y, si aumenta de tamaño, lo trata con quimioterapia o radioterapia, a fin de hacerlo ceder. Algunos de los síntomas más frecuentes de tumores en la órbita son la diferencia de tamaño entre ambos ojos, la diplopia o visión doble y una lenta pero progresiva falta de agudeza visual.

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