Realidad, liderazgo y desarrollo

Realidad, liderazgo y desarrollo

El mundo y la RD están ahí, delante de nosotros, con sus recursos humanos y naturales concretos, antes de que nos asomemos a ellos. Están ahí como un horizonte general previo y condicionante, con el que hay necesariamente que contar. Ignorarlo impedirá beneficiarnos de sus bondades, y estrellarnos con sus limitaciones, y luego decir que «nos frustramos».

Si somos honrados tenemos que reconocer que a veces nos frustran los otros, porque no nos dan lo que nos prometieron y realmente nos pueden dar. Pero demasiado frecuente nos frustramos porque esperamos de las cosas o las personas lo que ellas realmente no nos pueden dar, a pesar de sus promesas –hijas de su fantasía, manipulación, o de nuestras presiones.

Realidad es todo lo que existe, aunque no sea conocido, o reconocido, como tal. Prescindiendo de que sea agradable o no, beneficioso o perjudicial, lo aceptemos como existente, o no. Ignorarla, tapar-la, negarla nunca invalida que «lo que es, es, y lo que no es, no es. El hecho de que uno conozca la existencia del VIH en la sangre que usan para hacerle una transfusión no impide que le transmita sida, con todas sus duras consecuencias.

La «realidad objetiva» es lo que son las cosas o personas, en sí. Y la «realidad subjetiva» es como uno las percibe, lo que no anula su realidad. real. Pero en todo caso realidad es todo lo que existe.

Y si existe puede influirme. Puede influir en mi, en mi familia, en las personas que amo, y en mis diversos ambientes, cuando se ponga en contacto con nosotros, tarde o temprano, a corto, medio o largo plazo, influyendo en nuestro bienestar y posibilidades de desarrollo, y de todo lo que me rodea, para bien o para mal.

El que yo ignore, o quiera ignorar lo que realmente existe no impide que influya en el presente y en el futuro, para bien o para mal, en nuestra vida y en la de los demás. Que lo digan si no los niños que, por mala alimentación en sus primeros cuatro años su cerebro –base para el pensar- sólo se desarrollará como máximo un 60% de su capacidad original. Y de hecho influyó en el pasado, condicionando las oportunidades y capacidades que tenemos ahora, A veces por mera ignorancia, y en otras porque, aunque se conocía no se le tuvo en cuenta en la práctica , por nuestros antepasados y sus dirigentes

A veces no fue tan bendición como hubiera podido serlo porque nosotros, o las generaciones que nos precedieron no supieron y más de cuatro -sobre todo los mejor dotados cultural, social, política y económicamente- no quisieron poner, o aprender a poner, los medios disponibles en su época y ambiente, para mejor aprovechar las oportunidades de la realidad que les enmarcaba, con su «ahí no me meto yo». Ignorar, tapar, negar la realidad y su interactividad, no nos ayuda sino que complica nuestra relación con ella, con nosotros mismos y los demás

Y, por otra parte, nosotros también podemos influir sobre la realidad que nos rodea, sea la del mundo en general, o la de RD, poco o mucho, tarde o temprano. Podemos beneficiarnos más de sus bondades y acelerar y multiplicar su aprovechamiento. Podemos disminuir, y hasta neutralizar, su influencia negativa tal es el caso de las medicinas y las vacunas. Y esto por un «mejor conocimiento y sabiduría de su realidad y nuestra realidad, aplicada con coherencia» en el manejo de nuestra propia vida y la de nuestros ambientes. Y para ello desarrollando progresivamente nuevos conocimientos, asimilando nuevas técnicas, incluidas las de organización y métodos, para poder aplicar dichos conocimientos a la praxis de la vida. Lo que implica, por otra parte, aprender a posponer o renunciar a lo placentero a la corta, por lo que es más beneficioso, por lo menos a la larga..

La realidad -nuestra realidad personal, grupal, nacional y mundial- con sus puntos positivos y negativos, tanto los conocidos como los «ignorados», pero reales, nos condiciona y marca nuestras posibilidades de bienestar y desarrollo. Y esto que es válido para todo hombre, lo es también para el hombre dominicano. Y aquí está la diferencia entre un ciudadano y otro, entre un líder –cívico, político, o económico- y otro . Unos se encuentran a gusto en la selva en que vivimos, no procuran ayudar a salir de ella, sino que amplia su espacio en la misma, y en ella construyen su penthouse, selvatizando todo lo que hallan en su camino y tribu, renegando de los ideales de Duarte, Sánchez y Mella («yo sólo busco lo mío»). Mientras que otros pagan el precio de sobrevivir en la selva, al tiempo que procuran desarrollar sabiduría, alianzas y organización para salir de la selva a un mundo de mayor racionalidad y solidaridad

Los hombres, incluidos los ciudadanos y dirigentes –cívicos, políticos, económicos y religiosos- son tanto más maduros, sabios y buenos líderes de la humanidad, y de RD, cuanto más conocen y aceptan la realidad, al tiempo que procuran mejorarla, La realidad real de nuestros recursos humanos y naturales, superando la fantasía romántica, voluntarista o demagógica, por más patriótica que parezca ser.

Sólo la verdad, la fidelidad a la realidad, nos da el mapa de ruta para mejorarla, al servicio del hombre, de todos los hombres, sean del mundo o de RD. Pero hay personas y grupos que tienen voluntad de ideas o de poder –aunque no reflejen lo que sucede o sea posible- más que voluntad de realidad y son una plaga para sus sociedades, a las que subdesarrollan y selvatizan.

El conocimiento creciente de la realidad, y su ponerlo a trabajar de un modo coherente y solidario, distingue a la persona humana de los homínidos. Y distingue a los pueblos desarrollados de los que o lo son. De ahí la importancia del conocimiento de la realidad «real», a que realmente existe por debajo de las apariencias, y por encima de nuestras percepciones, ignorancias, cegueras, y verdades culturales o interesadas. Y de su aplicación a la vida material y social de los pueblos.

Solamente donde hay ciudadanos y líderes que conocen la realidad real, y tienen voluntad política, organizada, coherente y con eficacia creciente, pueden mejorarla. Sólo entonces pueden mejorar a sus pueblos. Lo demás son palabras, de buena o mala voluntad.

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