En un país, donde los políticos están tan desacreditados sobre lo que dicen y hacen, la población ve con escepticismo las promesas de quienes pretenden, jugando al olvido, convertirse en los redentores de las masas empobrecidas, ofreciendo sin comedimiento, la solución a cada uno de los problemas que afectan al pueblo desde tiempos inmemoriales, pretendiendo convencer de que tienen una barita mágica que si existió en los gobiernos del PLD de Leonel y Danilo, fue usada sin el menor escrúpulo, para enriquecer, a costa de los fondos públicos, a un clan político que ahora, con su cara limpia, pretende volver al poder.
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Mientras los peledeístas morados y verdes prometen solucionar todos los problemas del país, el presidente Luis Abinader continúa adecentando la nación, y desarrollando una amplia agenda de obras que abarca a provincias y comunidades olvidadas en los pasados Gobiernos, siendo esta su principal carta de presentación en una campaña que se torna cada vez más agresiva ante los resultados de las encuestas confiables, que dan una intención de votos sobre el 60 % a favor del candidato oficial. Con simples discursos demagógicos, la realidad evidenciada en las elecciones municipales de febrero pasado sobre las preferencias electorales del pueblo, no puede ser revertida de la noche a la mañana.