Realmente… ¿De quién estás enamorado?

Realmente… ¿De quién estás enamorado?

Cuando se conocieron él la cortejó con romance desbordante. Fue impoluto en sus detalles, implacable con las citas y certero con los mensajes.

La enamoró sin medidas, le entregó lo mejor que tenía y prometió amarle hasta las canas. Más temprano que tarde esa descarga afectiva sucumbió y la adrenalina tenía sucursales. Pasaron cinco años y ella seguía consumiendo migajas de él porque amaba el hombre que la enamoró, creía que mañana él sería el de ayer, pero no.

A todos nos ha pasado, o nos pasará; nos vamos a enamorar de alguien no por lo que es, sino por lo que fue o sería. Nos enamoramos de una idea que, en la mayoría de los casos, no responde a la realidad. Y para que eso suceda solo se necesita tener una cosita: una imagen abstracta de la pareja que quieres y proyectar eso en cualquier mortal que te hace ojos bonitos. Ideamos tanto estar con la pareja dentro de la cabeza que ignoramos la que está fuera y eso desbarata.

Lo saludable es que vayamos evolucionando cada día y las emociones se moldeen a los cambios, sin embargo, casi siempre una de las partes se estanca en la deliciosa experiencia de ayer o se frustra anhelando una versión platónica de lo que la otra persona cree que puedes ser, de acuerdo a sus necesidades personales. No se trata de polos opuestos, sino de necesidades.

¿Por qué pasa esto? En la infancia y adolescencia presentamos una –o más- de estas tres carencias: afecto, seguridad o reconocimiento. Las personas que crecen con carencia afectiva, suelen dar mucha carga emocional porque, inconscientemente, esperan el mismo resultado para satisfacer esa necesidad arrastrada desde la infancia. Ante la mínima muestra de cariño, amplifican esa migaja y buscan tanto la dosis que solo viven del pasado, obvian el mal de hoy.

En el caso de la seguridad, su ausencia se relaciona con la falta de uno de los progenitores o haberse criado en constante cambio de domicilio, de escuela o de fuentes de ingreso. Esa necesidad se manifiesta con una persona que exige formalidad en las relaciones o, por el contrario, la rechaza. Se dan ambos casos, el que condiciona la estabilidad conyugal a un reconocimiento público y familiar o quien resguarda celosamente su independencia y se aleja del compromiso. Si la pareja le brinda esa seguridad personal, la pone en un altar.

Las carencias de reconocimiento son muy comunes en estos días porque los tutores familiares están casi siempre fuera del hogar y los hijos suben sin esa compañía. No hay nadie que les alimente la autoestima, que celebre sus éxitos y los acompañe en sus debilidades. Este tipo de personas, cuando encuentran a otra que refuerza esa debilidad, no la sueltan, no importa que le maltrate, siempre y cuando le alimente el ego con alguna cualidad positiva.

A todas luces, enamorarse de alguien está directamente vinculado con una necesidad que tenemos, aunque no seamos consiente de ella. Tiene mucho que ver con nuestra formación, de hecho, nos van creando un ideal de pareja que vamos reforzando con las necesidades internas y eso desencadena una amalgama de exigencias que canalizamos en aventuras emocionales. ¿Es mejor estar solo entonces? No, lo saludable es ser consiente de tu carencia y manejarla.

Esa persona ideal que pulula en tu cabeza es el reflejo de tus necesidades internas, el que tu pareja actual no cumpla esos requisitos no la descarta. Por el contrario, conocerle y aceptarle en sus procesos es lo racional, lo compatible, lo que trasciende. Si llevas muchos años de relación y tu acompañante no ha cambiado, el asunto es más grave de lo pensado porque todos nosotros lo hacemos cada día y si hoy pensamos o actuamos igual que ayer, estamos jodidos.

Por eso no te enfoques en los recuerdos de Facebook para estar con alguien que en el ahora no te valora; tampoco te quedes con alguien porque será como quieres que sea. Es simple, quédate con quien quiera estar contigo hoy, ahora. Alguien con quien puedas crecer en todos los ámbitos y aceptarle tal cual. Si aceptas eso, estarás aceptándote a ti mismo y superando las carencias añejas. Vive tu relación cada día, disfruta a la persona que tienes hoy y no necesitarás calendario.

¿Cómo saber si estoy enamorado de verdad? Es una sensación individual, ahora bien, lo que sí te sugiero es que analices el crecimiento. Toda relación necesita crecer, evolucionar, que seas mejor cada día; si llega una etapa donde eso se completó, es momento de avanzar en otra dirección. Si la relación es lo suficientemente sólida y sincronizada, ambos crecerán juntos y siempre habrá material para seguir, sin embargo, si no es así, no temas a soltar, es lo más saludable para ti, para la pareja, para todos. La mejor persona ideal es la que crece contigo.

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