Rebelarse vende

Rebelarse vende

TONY PÉREZ
Como no me anima el plagio tan de moda en estos días, adelanto que he cogido prestado el título al incisivo libro de Joseph Health y Andrew Potter, quienes analizan la contracultura como negocio del mismo sistema en su propósito de perpetuarse. En la distancia, desacuerdos aparte, los investigadores canadienses me evocan a la Universidad Autónoma de Santo Domingo, que es vibrante muestra de la vida dominicana donde rebelarse sin fundamento vende más que cualquier cantidad de trabajo.

Nada más peligroso para una institución que aspira a posicionarse con nueva cara en las percepciones de la gente; mas, como el bollo de intereses está tan enredado, en el futuro inmediato solo veo señales de turbulencias que alejan un rescate digno.

Una trulla de rebeldes deambula por sus corrillos, con máscaras de Cristo de vuelta a la tierra, sorprende a incautos e indiferentes y los contamina con discursos y acciones irracionales. O sea, crece el desorden bajo el manto de las libertades garantizadas por la misma academia.

Primero, porque allí prenden con facilidad la semilla de la protesta aunque sea infundada. Hay sectores que todavía sufren una nostalgia patológica de los aguerridos años setenta o un afán de liderazgo igualmente enfermizo alimentado por la bulla cherchosa de los vagos o la necesidad de sobrevivir pues se morirían fuera de los límites de Ciudad Universitaria. O todas las opciones a la vez en tanto actúan en el mejor de los escenarios.

Segundo, porque no están solas esas corrientes de estudiantes, empleados y ciertos profesores. Están, siempre han estado, vinculadas a filones del establishment universitario con pose de formalidad, que las aúpa y manda a actuar con los peores métodos según la coyuntura. Son fuerzas de choque a la usanza de los 12 años de Balaguer, cuando los sicarios presos en cárcel de La Victoria no eran tales reos, sino insumos en la gatera, listos para entrar en acción cuando los necesitara algún sector del poder político. Es decir, estamos ante harina del mismo costal, ante grupos virulentos que simulan ser alternos pese a su condición de rémora del mismo sistema.

Rebelarse en la UASD es excelente negocio para mucha gente. Es una sinrazón de vida universitaria, sobre todo cuando sus métodos están basados en el chantaje y la defensa falsa de los intereses de la comunidad.

La cultura que en el siglo XXI se impone en aquellos predios es la de estar en contra de todo sin argumentos sólidos. Es el único sitio donde se atenta contra el desarrollo tecnológico y se celebra el ostracismo. No recuerdo protestas en contra de la obsolescencia. Por lo menos durante la última década.

En UASD de hoy todavía se hace una campaña de descrédito contra una famosa productora de programas de televisión que sería invitada a un panel dizque por ser sensacionalista y mil calumnias mientras beatifican a otros cuyo mérito más alto es pertenecer al coro del desorden. A partir de actitudes como esa, todo es posible.

Ahí adentro, alguien me advirtió una vez: “Los bomberos no se pisan las mangueras; eso no tiene solución”.

Si es así, la primera academia de América (1538) es o se encamina a ser una institución fallida, sin pertinencia. Yo, en cambio, me resisto a creerlo, aunque estoy seguro que, allí, rebelarse con caretas de solidario vende mucho más que 12 horas de trabajo cada día.

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