Rebeldes negociadores

Rebeldes negociadores

Llegará un momento en que los dominicanos perderemos el miedo a ser nosotros mismos, a comportarnos como seres humanos “con plenitud de la personalidad”. Todos los hombres que pueblan el mundo han sentido miedo alguna vez: cuando siendo niños les apagaban la luz a la hora de dormir; cuando eran obligados a hablar en público durante actos escolares; también cuando los policías irrumpen con violencia en viviendas para realizar allanamientos o detenciones. Todos estos miedos son frecuentes, comprensibles y hasta “normales”. Pero los dominicanos hemos sido educados en medio de grandes precariedades y dentro de una ininterrumpida tradición dictatorial. Santana, Báez, Trujillo, son tres formas de control social a través del miedo.

El sentimiento de dependencia de unos extranjeros poderosos está presente en nuestra historia desde el siglo XVI. A la isla Española arribaron unos hombres blancos, con armaduras, en grandes embarcaciones. Los taínos, desnudos, estaban armados con flechas y hachas de piedra. Las reacciones fueron tres: la sumisión, encarnada en Guacanagarix; la rebelión frontal, representada por Caonabo; y la negociación o transacción, que fue el camino tomado por el cacique Enriquillo, en 1534, al acordarse “la paz de Barrionuevo”. Pero los indios aborígenes fueron exterminados: en luchas, por las enfermedades, por excesivas horas de trabajo en lavatorios de oro aluvional. Los cronistas dan cuenta de numerosos suicidios.
Se sabe que en 1514 había unos 24,000 indios, pues se hizo entonces un censo para repartirlos a los “encomenderos”. En 1534, esto es, veinte años después, sólo quedaban 6,000 indígenas. Estas cifras no pueden aspirar a la exactitud; pero dan una idea de la rapidez en la disminución o desaparición de la raza taína. A pesar de ello, algunos especialistas en hematología afirman que los dominicanos de hoy conservamos entre un 12 o 14% de sangre taína.
Esas tres opciones de los caciques primitivos: sumisión, rebelión, negociación, se han repetido en todas las épocas posteriores; frente a ingleses, franceses, norteamericanos. Los líderes políticos dominicanos se asustan ante el poderío “tecnológico” de “los blancos europeos”. Las experiencias de la opresión, la pobreza y precariedad del siglo XVII, parecen estar presentes en la memoria colectiva del pueblo dominicano. Y le inclinan a la cesión o a la anexión.

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