Quienes han tenido la oportunidad de leer el clásico de George Orwell, Rebelión en la granja, saben que, si bien se trata esencialmente de una sátira social sobre la Revolución bolchevique y el régimen estalinista, no es menos cierto que esta fábula animal le viene como anillo al dedo a los regímenes autocráticos de corte fascista.
Sin embargo, sus reflexiones sobre la corrupción de los ideales, la manipulación de la verdad y el culto a la personalidad trascienden su contexto histórico. En el panorama político actual, la narrativa de Orwell refleja de forma inquietante el comportamiento de los movimientos populistas contemporáneos, en particular el trumpismo. En este artículo exploramos cómo Rebelión en la granja funciona como una lente crítica a través de la cual podemos examinar las estrategias políticas, las tendencias autoritarias y el control narrativo presentes en el liderazgo y movimiento de Donald Trump. Al comparar a Trump con Napoleón, el cerdo que se convierte en el gobernante autocrático de la granja, descubrimos similitudes alarmantes que destacan la perdurable relevancia de la obra de Orwell.
En el corazón de Rebelión en la granja hay una revolución alimentada por la promesa de igualdad y empoderamiento colectivo. La visión del Viejo Mayor de una sociedad justa, donde los animales se gobiernan a sí mismos, resuena entre los marginados, solo para ser traicionada por el ascenso de una nueva élite. De manera similar, Trump llegó al poder político movilizando a una base desencantada con la política tradicional. Sus eslóganes, como “Drenar el pantano” y “Hacer a América grande de nuevo”, ofrecieron una visión populista de devolver el poder al pueblo. Sin embargo, al igual que Napoleón, Trump concentró el poder en sí mismo y en su círculo cercano, eludiendo con frecuencia las normas institucionales y los controles al poder ejecutivo. La ilusión de empoderamiento ocultaba una consolidación del control.
Napoleón consolida su poder mediante la propaganda y la construcción de su mito personal, hasta convertirse en la figura incuestionable del régimen. Elimina a sus rivales, reescribe la historia y utiliza a Squealer para controlar la percepción pública. Trump también cultivó un culto a la personalidad mediante una constante presencia mediática, el dominio de las redes sociales y un estilo de comunicación directo que lo presentaba como el único portavoz de la verdad en un sistema corrupto. La lealtad a Trump se convirtió en un elemento definitorio dentro del Partido Republicano, muchas veces por encima de los principios conservadores tradicionales. Así como Boxer repetía “Napoleón siempre tiene razón”, muchos partidarios de Trump aceptaban declaraciones contradictorias o falsas, reforzando el papel central de su figura en el discurso político.
Uno de los temas más poderosos de Orwell es la maleabilidad de la verdad bajo el dominio autoritario. Los mandamientos escritos en la pared del granero se modifican para justificar nuevas conductas, y la disidencia es reprimida mediante el miedo y la desinformación. Los discursos manipuladores de Squealer encuentran eco en los frecuentes ataques de Trump a los medios, su etiquetado de las noticias desfavorables como “noticias falsas” y su uso de redes sociales para difundir desinformación. La insistencia en que las elecciones de 2020 fueron robadas —a pesar de la falta de pruebas— ilustra cómo una narrativa falsa puede ganar tracción mediante la repetición y el llamado emocional. Como los animales de Orwell, muchos ciudadanos fueron persuadidos a dudar de sus propias percepciones en favor de una realidad política construida.
El desmantelamiento gradual de las estructuras democráticas por parte de Napoleón refleja el debilitamiento de las normas institucionales llevado a cabo por Trump. En Rebelión en la granja, los animales comunes pierden su voz cuando las decisiones se centralizan entre los cerdos. Las reuniones públicas son reemplazadas por decisiones a puerta cerrada, y la disidencia se encuentra con violencia. Trump, si bien operó dentro de un marco democrático, mostró a menudo desprecio por las restricciones institucionales. Su negativa a comprometerse con una transición pacífica del poder, sus intentos de presionar a funcionarios electorales y las pruebas de lealtad dentro de agencias federales reflejan una deriva autoritaria. Estas acciones sugieren un deseo de personalizar el poder en lugar de defender la integridad de las instituciones democráticas.
Una característica tanto de la política orwelliana como del trumpismo es el uso de chivos expiatorios para unificar a la base y desviar la responsabilidad. Snowball se convierte en el villano universal para cada desgracia en la granja, sin importar lo inverosímil. De manera similar, Trump identificó regularmente chivos expiatorios —ya fueran inmigrantes, los medios o sus oponentes políticos— para reunir apoyo y presentar las críticas como amenazas existenciales. Esta táctica fomenta una mentalidad de asedio, en la que el líder es visto como la última línea de defensa contra el caos. También sirve para dividir al público, polarizar el discurso y justificar medidas cada vez más extremas en nombre de la protección.
Orwell comprendió profundamente cómo el lenguaje podía ser usado como arma para oscurecer el significado y manipular el pensamiento. Frases como “algunos animales son más iguales que otros” capturan la paradoja del igualitarismo autoritario. El estilo retórico de Trump —a menudo caracterizado por la hipérbole, la contradicción y la simplificación— también distorsiona el significado. Términos como “patriota”, “socialista” o “noticias falsas” se utilizan no para clarificar, sino para impactar emocionalmente y dividir. Esta erosión del lenguaje como herramienta compartida de comprensión socava la posibilidad del diálogo democrático y del consenso.
En conclusión, Rebelión en la granja de Orwell sigue siendo una advertencia poderosa contra la corrupción del poder, la manipulación de la verdad y la fragilidad de los ideales democráticos. El ascenso del trumpismo y el comportamiento de Donald Trump reflejan muchos de los temas que Orwell dramatizó a través del personaje de Napoleón: traición populista, consolidación autoritaria, propaganda y la subversión de las normas institucionales. Aunque los contextos sean distintos, las dinámicas de control y sumisión son sorprendentemente similares. Al revisar Rebelión en la granja a la luz de la política contemporánea, recordamos que la lucha por la integridad democrática sigue vigente, y que la vigilancia contra el demagogismo continúa siendo tan esencial hoy como en la época de Orwell.