Lluvia sobre mojado recordar que pobreza, desempleo, marginación, desigualdad son todos ellos juntos, y cada uno por separado, enfermedades sociales crónicas y graves que se agudizan mientras más se ahonda la corrupción en una sociedad. La ecuación es sencilla y, por evidente, dramática; los recursos estatales que enriquecen ilegalmente a muchos son recursos que se desvían de un destino social. Téngase presente que lo corrupto no es monopolio absoluto del sector estatal, está igualmente presente en el sector privado afectando por igual tanto al sistema tributario como al normal funcionamiento del mercado. Es corrupción la apropiación de fondos por cualquier subterfugio delictuoso, la sobrevaloración y la subfacturación, la evasión fiscal y la manipulación de precios, el soborno y hasta el dominio monopólico sectorial así como cualquier mecanismo que lleve al atesoramiento indebido, no importa en qué tipo de delito se enmarque.
La corrupción es uno de los males crónicos y crecientes de la sociedad moderna. El afán de dinero y riqueza se ha desbocado y se busca obtenerlo de cualquier forma, sin reparar ante cuestiones morales o éticas. El costo socio-económico de la corrupción es realmente brutal. Afecta el crecimiento y debilita las políticas sociales catalizando más desigualdad. La sociedad humana no puede renunciar a la equidad y justicia social por lo que debe prestar atención priorizada a las manifestaciones corruptas que afectan la inversión, erosiona la confianza en las autoridades e incrementa la inseguridad ciudadana y la imagen de “Riesgo País”. No es responsabilidad única de un nivel o sector determinado; para tener éxito es imprescindible crear “conciencia ciudadana” y no solo en los sectores sociales; son muchos los que se quejan del problema sin revisarse. Cuando desde “arriba”, en lo público y privado, se toman accione serias, desde “abajo” aparecerán respuestas positivas.
El FMI ha señalado un recetario con diez pasos para neutralizar la corrupción, a saber: reforzar el estado de derecho y fortalecimiento institucional; constituir comisiones anticorrupción que para que sean efectivas deben ser independientes y junto a ellas cortes especializadas; hacer cumplir las normas anti lavado; transparencia institucional; remuneración en el sector público basada en méritos y la posibilidad real de perder posiciones por corruptos; regulaciones efectivas que controlen los abusos de autoridad; colaboración del sector privado; no estimular la politización institucional; que el liderazgo político sea ejemplo de integridad y que la campaña anti corrupción no conspire contra la eficiencia.
No hay “autoctonía” ni “tradición cultural” en la corrupción enraizada en cualquier sociedad. Los sectores sociales mayoritarios no se permean por los corruptos a pesar del ejemplo hediondo que destilan. Los sectores mayoritarios de cualquier sociedad aspiran y reclaman honestidad y transparencia en el manejo de la cosa pública y en el quehacer empresarial. Nadie puede negar que en la sociedad dominicana hay un problema de corrupción que urge enfrentar. En mi opinión personal las “comisiones de veeduría” honorarias que se constituyeron hace unos meses en las instituciones pueden ser “una” buena herramienta pero hay que hacerlas funcionar.