Receta para la democracia

Receta para la democracia

ALEXANDRA RUSSELL-BITTING
Una nueva publicación del BID titulada La Política Importa – Democracia y Desarrollo en América Latina examina los diversos sistemas democráticos de la región y sus esfuerzos por reformar las políticas en las dos últimas décadas. Los autores —J. Mark Payne, Daniel Zovatto, Fernando Carrillo-Flórez y Andrés Allamand Zavala— analizaron la experiencia de 18 países de América Latina , comenzando por la “tercera ola” de democracia que se inició en 1978 y concluyendo a fines del siglo XX. Su objetivo era identificar el impacto que puede tener la aplicación de normas diferentes en el funcionamiento de los sistemas democráticos, al tiempo que se describían las principales tendencias regionales en las reformas políticas.

Acerca del porqué de algunos resultados electorales imprevisibles en la región, Carrillo-Flórez explicó que el resultado final del proceso electoral —fortaleza de un sistema democrático— no es material predecible. La reciente experiencia de México y Brasil demuestra de hecho la madurez de los sistemas democráticos de esos países, en el sentido de que permitieron a los partidos de la oposición una victoria imprevista, sin provocar una crisis sistémica.

Una amenaza más sutil y dañina para las democracias latinoamericanas es la tradición “presidencialista”, en la que la rama ejecutiva del gobierno retiene una parte desproporcionada de poder y no está sujeta a los controles adecuados por parte de la legislatura y del poder judicial. Un país puede tener elecciones justas, regulares, incluso “predecibles”, pero si no se ejerce un control efectivo sobre el poder presidencial, el sistema político puede convertirse en un conjunto de prácticas autoritarias que fueron en el pasado una plaga para muchos de los países de la región. De aquí que las reformas más urgentes en muchos países de América Latina, según los autores, son las que conducen a una democracia más moderna, genuinamente representativa y participativa.

Carrillo y sus coautores descubrieron que se ha investigado muy poco sobre las instituciones democráticas latinoamericanas. Decidieron investigar 10 variables políticas en la práctica de gobierno democrático, incluyendo la participación de voto, los sistemas electivos presidenciales y legislativos, la independencia de los sistemas judiciales, la financiación de las campañas, las instituciones para vigilancia de las prácticas de gobierno, tales como oficinas de auditores generales, y sistemas de democracia directa, como los referendos. El objetivo era ofrecer una caja de herramientas con las que otros investigadores pudieran evaluar la salud y calidad de los sistemas democráticos dentro de un proceso continuado.

Al no existir una receta universal para el buen funcionamiento de una democracia, La Política Importa  contempla el impacto que tienen diferentes sistemas sobre la evolución de una democracia. Además de los indicadores arriba mencionados, el libro utiliza estadísticas de fuentes oficiales y organizaciones no gubernamentales como Transparency International y Freedom House para examinar sistemáticamente los sistemas democráticos de la región y la manera cómo han evolucionado en las dos últimas décadas.

La conclusión sorprendente de la investigación, según Carrillo, fue que países que han implementado recientemente reformas económicas, sociales e institucionales importantes han desatendido las reformas políticas. A fines de los años ochenta y comienzos de los noventa, por ejemplo, se llevaron a cabo reformas económicas muy similares en México por Carlos Salinas, en Perú por Alberto Fujimori, en Brasil por Fernando Collor de Mello y en Argentina por Carlos Ménem. Pero ninguno de estos países hizo un esfuerzo comparable para modernizar sus sistemas políticos. Como consecuencia de esto, los beneficios de la “nueva economía” creada por estas reformas se vieron debilitados a largo plazo por las viejas políticas “presidencialistas”, con su famosa propensión a fomentar prácticas de amiguismo y corrupción.

Por desgracia, los sondeos de opinión indican que los votantes de la región achacan muchos de los problemas del momento a las reformas económicas de primeros de los años noventa, a pesar de la evidencia de que, a menudo, la corrupción política impidió que los beneficios del crecimiento económico alcanzaran a la mayoría de la población de los países. Resulta alarmante que las opiniones de muchos de los participantes en los sondeos fueran aún más lejos al equiparar los fallos de principios de los años noventa con el fracaso de la democracia en su conjunto.

“La democracia y la política son prerrequisitos —aunque posiblemente no los únicos— para que la economía marche bien y se alcance el progreso en desarrollo y la lucha contra la pobreza”, resalta Carrillo. En su ausencia, incluso las mejores políticas económicas dejarían de proporcionar mejoras sociales. (BIDAmérica)

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