El Presidente Leonel Fernández dio a conocer anoche el recetario del Gobierno para contrarrestar los efectos locales de la crisis internacional provocada por las alzas del petróleo y los alimentos. Sobresalen entre las iniciativas las que tienden a restringir el gasto público por medio de la congelación de la nómina y la reducción de gastos, el incremento de salarios y pensiones en la administración pública, la focalización de subsidios, fortalecimiento de la política de asistencia social y estímulo de la producción con énfasis en facilidades financieras y fiscales, así como estímulo para añadirle valor a la producción agropecuaria.
Y sobresale la ausencia de iniciativas para estimular en la población el sentido del ahorro de energía y combustibles y cambio de hábitos de consumo.
Sin duda, el Gobierno parece interesado en predicar austeridad con el ejemplo. Las restricciones anunciadas para el gasto público inducen a pensar así, pero es inevitable que se piense también en que muchas restricciones del gasto público dispuestas en el pasado dejaron mucho que desear en cuanto a efectividad. El Presidente no detalló medios para fiscalizar el respeto de estas disposiciones ni se establecen penalizaciones específicas para quienes las violen. Se espera que la envergadura de la crisis hará que esta vez haya mayor celo en hacer cumplir las medidas anunciadas, por el bien de la estabilidad económica.
La necesidad de un plan amplio
Las iniciativas anunciadas anoche por el Presidente Leonel Fernández son coyunturales y a corto plazo. Abarcan lo que resta del presente año y hay algunas proyecciones hacia el año próximo. Se trata de respuestas difíciles porque están dirigidas a situaciones permanentemente cambiantes, como son las fluctuaciones de los precios del petróleo y los alimentos. Se trata de una salida a lo inmediato, salida que de seguro habrá que ir reajustando conforme lo demanden las circunstancias internacionales.
Ahora falta tomar decisiones sobre las secuelas que los elementos de la crisis internacional provocarán en la economía local. Las alzas del petróleo y los alimentos -que no se sabe cuándo pararán- obligan a modificar nuestro régimen de vida y crean incertidumbre sobre lo que vendrá en el porvenir. Ahora más que nunca se necesita de planes a mediano y largo plazos, en base a una agenda de amplio consenso.