¿Rechazo o miedo a los haitianos?

¿Rechazo o miedo a los haitianos?

El gobierno peledeísta se ufana de sus numerosos viajes al extranjero para lograr acuerdos comerciales o de integración. Se divulga con profusión las promesas de refinerías libias o inversiones desde los Emiratos Árabes, mientras, con un país más cercano, nos mantenemos ignorándolo, despreciándolo o teniéndole miedo para hacerle frente a la realidad de 20 millones de seres viviendo en 78 mil kilómetros cuadrados de una isla caribeña.

Son los funcionarios de países, muy cercanos a nosotros y a Haití, que pretenden trazar pautas de integración. Lo más reciente fueron las declaraciones del ex presidente Jimmy Carter y de otro funcionario del Departamento de Estado norteamericano, ambos dictando las directrices de lo que va a ser la conducta de su país, frente a las pretensiones de los dos países de la isla quisqueyana de vivir de espaldas uno al otro, para integrarlos a la fuerza.

Ya los primeros embates de esa política integracionista, patrocinada por Estados Unidos y otras naciones amigas de Haití, están tomando cuerpo por la actitud del gobierno de Washington, de brindarle una atención muy especial al vecino Estado y enviándole señales muy claras a los dominicanos de su descuido ancestral con el vecino isleño.

La actitud norteamericana es de un disgusto mal disimulado, por esa política del paso de jicotea, que el gobierno dominicano y el haitiano también, sostiene mutuamente para no llegar a discutir seriamente con dignidad lo que debería ser la vida en convivencia pacífica y productiva.

La parte oriental de la isla se ha convertido en refugio y esperanza de vida de millares de haitianos, que huyendo de la pobreza, aquí encuentran sus medios de vida en la agricultura, construcción y turismo, pero también su salud y educación, con las universidades locales acogiendo en sus aulas a centenares de estudiantes haitianos.

Existe un acelerado plan internacional de arrinconar a los dominicanos para espabilarlo de su descuido ancestral de dialogar con Haití para doblegarlos a que los traten como sus vecinos indispensables, manteniendo relaciones maduras, evitando una confrontación, que ya en el siglo XIX, fue muy sangrienta con los enfrentamientos en los campos de batalla.

Las presiones diplomáticas internacionales obligarán a reunir la inoperante comisión mixta bilateral, también reforzar la frontera con mayor presencia militar y policial y tratar de controlar el torrente de ilegales; hay rumores de un probable encuentro a un alto nivel en Washington con funcionarios de los dos gobiernos isleños, dándole forma a los planes del presidente Obama con una intención manifiesta de presionar a una integración, muy sui generis, que debilitaría la ya de por sí tambaleante nacionalidad dominicana.

La ambivalencia que ha quedado plasmada en la nueva Constitución dominicana, acerca del tratamiento de la nacionalidad, estaría dando las pautas para un acelerado activismo diplomático norteamericano, aumentando las presiones con miras a que se les reconozca a los inmigrantes ilegales su condición de residentes convirtiéndose en una poderosa quinta columna. Ésta va asomando lentamente la cabeza con la haitianización fronteriza, desplazando a decenas de dominicanos de aldeas, y con su accionar depredador de la tierra y bosques, convirtiendo al suelo dominicano en un erial como es una buena parte del territorio occidental.

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