Nunca un proyecto de ley sometido al Congreso por el Poder Ejecutivo había levantado una ola de rechazo tan grande como el producido con el proyecto de modernización fiscal. Ni sus promotores se atrevieron salir a defenderlo con excepción del presidente de la Republica asumiendo la paternidad de ese engendro. Muy pocos funcionarios lo defendieron perdido en ese mar tumultuoso de la protestas cívicas por tan solo las intenciones de quebrar la estabilidad nacional para sumergirnos en un clima de angustias sociales.
Ya la Presidencia y su equipo económico sufrió en carne propia el rechazo de la ciudadanía a un engendro fiscal elaborado a espaldas de la ciudadanía concebido como un instrumento de empobrecimiento social para afectar a todos los sectores nacionales en especial a la clase media y a los productores de riqueza como son los principales sectores empresariales en que sus empresas mantienen un clima de producción y progreso que con sus mañas y virtudes han sostenido el progreso nacional de los pasados 50 años.
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Parecería que el proyecto de modernización fiscal fue elaborado por un grupo remanente de teóricos marxistas trasnochados que todavía tienen una reserva de sus prédicas de los 70 cuando todavía parte de la humanidad creía en el marxismo con rostro humano como se quiso llamar el movimiento en el continente sudamericano y antillano.
Y es que ese bodrio intelectual elaborado para alterar el ánimo del país cumplió sus funciones cuando el pueblo conoció y los medios se encargaron de divulgarlo plenamente con la oleada de opiniones en contra que los escasos intentos de aprobación cayeron en olvido de inmediato por la avalancha de las protestas que llevaron a la comunidad a mantenerse muy activa en defensa de lo que realmente le conviene al país y no una ley a cuenta de buscar $120 mil millones de pesos lo que produciría una tremenda quiebra de centenares de negocios.
El rechazo nacional a la modernización fiscal vino reforzada por la visión que tiene la población con el derroche oficial en sus gastos corrientes. Sin un centavo para las obras de capital que solo se ejecutan con un endeudamiento externo excesivo. El pueblo observa ese derroche en pensiones privilegiadas de los mas diversos bonos con el exagerado volumen de los almuerzos escolares y una exagerada adquisición de autobuses para los estudiantes que si bien son necesarios pronto veremos a más del 50% paralizados sin piezas de repuestos o por falta de combustibles o de aceites.
El gobierno del presidente Abinader se había desenvuelto sin ruidos innecesarios en sus primeros cuatro años, pero ahora quiso enturbiar el panorama con exagerados movimientos de impuestos y para adecuar los ministerios, eliminando algunos y otros refundiéndolos y desvinculando supuestamente a decenas de empleados lo cual se pone en dudas ya que el partido de gobierno con sus profundas raíces en el PRD solo buscará cambiar rostros y repetir los nuevos a nombre de eficientizar el servicio.
De todas maneras la bulla que reventó por causa de la modernización fiscal hizo un ruido tan grande que tambaleó al Gobierno, el cual discretamente retiró del Congreso el maléfico proyecto de ley de modernización para devolverle paz al ambiente ya de por si engrengueñado por una proyectada ley de empobrecimiento y disturbios. Hasta los intentos de visitas presidenciales sectoriales fueron un fracaso por el ambiente opuesto a la difunta ley de modernización fiscal.