Cada vez que veo o leo sobre un caso de maltrato contra un niño o una niña me da un dolor corporal como un espasmo en el pecho. No me puedo imaginar cómo alguien puede usar su tamaño y su fuerza física contra alguien tan frágil e indefenso como una persona de pocos años, mucho más pequeña y débil. Últimamente, he tenido esta sensación incrementada, cuando escucho las noticias sobre las crueldades que han cometido incluso los propios padres y madres contra sus hijos e hijas.
Estoy seguro que esos casos publicados solamente son la punta del iceberg. Tristemente los maltratos hacia la infancia, la violencia intrafamiliar y de género se agravan y siguen en aumento, volviéndose en una espiral que se traduce en números, porcentajes y estadísticas frías que no rinden justicia al sufrimiento que causan. Y lo consumimos cada día con más apatía y menos coraje.
Según la encuesta de hogares (ENHOGAR MICS 2019), dos de cada tres niños y niñas han sufrido algún episodio de violencia emocional y física. La gran mayoría de esos casos nunca llega a las noticias y poco nos damos cuenta. Quizás entre ellos se encuentra el hijo de nuestra vecina que escuchamos gritarle “muchacho del diablo”. O la alumna de primaria donde enseñas que se sienta triste y aislada de los demás. O una adolescente que llega embarazada para un control al hospital donde visitas. Tal vez no sabemos quiénes son, nunca hemos escuchado o visto casos de este tipo, o tal vez sí. Porque cada niño o niña maltratado y abusado es hijo o hija, o vecino, sobrina, alumna, paciente, frecuenta una cancha, una iglesia; o sabemos que vive con un hombre que le lleva 10 años o nos ofrece limpiarnos los vidrios en un semáforo. Cada uno es un ser humano, con derecho a ser protegido, jugar, crecer, seguir con vida y dignidad.
Cada vez que leemos de uno de estos casos en la prensa sabemos que hay decenas, miles que no llegan a la luz pública, pero pudieran. Deberían llegar a los oídos de las autoridades, o mejor aún ser prevenidos para que no lleguen a ese punto. Porque si ya un adolescente es testigo de violencia intrafamiliar, maltratado sistemáticamente, una niña es abusada sexualmente, o es ultimada a mano de su progenitor, significa que muchas otras cosas dejaron de suceder antes. Sus propios cuidadores no han tenido los instrumentos para criarles en un ambiente libre de violencia y maltrato. Ninguna autoridad ha intervenido para prevenirlo o ha actuado con una denuncia en la mano. Ningún adulto “ha visto o escuchado nada”. Ignoramos y muchas veces cerramos los ojos ante esta ola la violencia cotidiana donde nacen y crecen una serie de hechos desafortunados que luego se publican en los medios de comunicación.
Ningún tipo de violencia o maltrato hacia la infancia y la adolescencia son aceptables. legislación dominicana debe garantizar los derechos de la niñez, estableciendo claramente la prohibición del castigo corporal y emocional. Solo así podemos garantizar el cumplimiento de lo que la Convención Internacional de los Derechos de la Niñez.
Además de prohibir o sancionar, se debe propiciar el cambio cultural en una sociedad que ha normalizado la violencia contra la niñez. Por esta razón, proyectos de Plan International ayudamos a las familias con programas de acompañamiento de crianza positiva, que establezca limites sin violencia, fomentando una paternidad responsable y la igualdad entre todos y todas.
Asimismo, es fundamental el apoyo a la salud mental de los adultos que crían. La Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), nos han informado que después de la pandemia del COVID 19, se sentiría un efecto a largo plazo de la salud mental que se ha denominado “la segunda pandemia”. Los cerebros de las personas quedaron estresados y más sensibles a responder de manera violenta. Eso lo hace imprescindible generar información y planes de intervención individual, familiar y comunitaria para hacer frente a estos estragos. La sobrecarga del trabajo de cuidado que recae sobre todo en las mujeres, se suma con otros factores de estrés. La pobreza, la falta de acceso a servicios de cuidado, de educación, y oportunidades laborales terminan poniendo el foco de atención en las mujeres sin dejar ver los otros factores que favorecen la violencia.
El Sistema de Protección del país juega un papel fundamental en la prevención de la violencia, así como en la atención a los casos que puedan llegar a sus manos, por lo que es necesario fortalecer y utilizar este sistema; sus acciones deben ser planificadas y ejecutadas alrededor de un plan nacional intersectorial de prevención y erradicación de todas formas de violencia hacia la niñez. Y los canales de acceso y puntos de contacto para el reporte de casos deben ser multiplicados y promocionados masivamente, tal como lo intentamos a través de los programas de Plan International.
Finalmente, los medios de comunicación juegan un papel central en estimular un cambio cultural en la sociedad. Si analizan profundamente las causas de la violencia hacia la niñez, establecen las responsabilidades individuales y colectivas, evitan la revictimización y preservan la dignidad de las personas involucradas, se vuelven los instrumentos claves para promover una conciencia de protección proactiva de la infancia. Así logramos derretir el iceberg completo y no solamente las puntas.