Reclamo inadmisible al presidente del Instituto Duartiano, Profesor José Joaquín Pérez Saviñón

Reclamo inadmisible al presidente del Instituto Duartiano, Profesor José Joaquín Pérez Saviñón

El señor Edwin M. Paraison se dio a conocer en nuestro país como cónsul general de Haití, pero al cesar en sus funciones se ha asentado en la acogedora República Dominicana, promoviendo acciones de carácter social, aunque siempre con las antenas orientadas hacia la parte occidental del río Masacre.

Este activo señor, al parecer se ha sentido molesto por la negativa que recibió un imprudente intento de rendirle un homenaje al general Juan Jacobo Dessalines, héroe de la Independencia de Haití, en los predios de la Universidad Autónoma de Santo Domingo.

Para expresar su discrepancia con la actitud asumida por los adversarios de la consecución del referido acto, el citado señor publicó en el diario El Día, el 22 de octubre próximo pasado, un extenso artículo con el título: “El respeto debido a Dessalines”, en cuyo primer párrafo expresa: “Similar a Juan Pablo Duarte para la República Dominicana, Jean Dessalines es el padre fundador de la patria haitiana. Es el más venerado de los héroes haitianos”.

Luego agrega, tal vez para que se inscriba en el libro de la gratitud, el reconocimiento que se le rindió en Haití al Fundador de la República Dominicana, quien “siendo uno de los personajes más emblemáticos de la isla existía un desconocimiento casi total en la sociedad haitiana contemporánea de la trayectoria de Duarte, incluso la guardia nacional de Jean Pierre Boyer en 1842. Aprovechando la celebración de su bicentenario el pasado año, la Fundación Zile rompió con esa ignorancia”. Señala, igualmente, que se realizaron “conferencias en la Universidad de Limonade y en la Fundación Conocimiento y Libertad (Fokal) en Puerto Príncipe, así como entrevistas radiofónicas de destacados intelectuales dominicanos “sobre el líder de los Trinitarios”.

Al parecer, el señor Paraison procura con esta aseveración una cuota de reciprocidad a favor de Dessalines, “aunque el proyecto libertador de Duarte haya provocado bajas en el campo haitiano”. Le faltó explicar al señor Paraison que esas “bajas” fueron las víctimas de la persistente obsesión de los líderes haitianos de mantener la indivisibilidad de la isla, consignada en el Artículo 1 de la Constitución de 1801, elaborada por Toussaint Louverture, quien proclamó “la libertad para todos”, según lo consigna Jean Bertrand Arístides en la introducción de la compilación: “Toussaint Louverture y la Revolución Haitiana.

Nadie, absolutamente nadie, puede impedirle al pueblo haitiano que venere a sus héroes en la forma que estimen pertinente, aunque el héroe se llame Juan Jacobo Dessalines; pero tampoco se puede pretender que en la República Dominicana esa voluntad cívica tenga las mismas connotaciones, y que en reclamo de ello se tome como ejemplo la veneración que se le dispensa a Juan Pablo Duarte, quien en su accionar político difiere sustancialmente de la bárbara conducta de exterminio sustentadas por el Emperador Dessalines, el “único noble que había en Haití”, según él mismo se proclamó.

Aunque por motivos de espacio me veo imposibilitado de entrar en disquisiciones historiográficas para explicarle al señor Paraison por qué en nuestro país se venera a Juan Pablo Duarte, y se rechaza un homenaje a Dessalines, pero sí haré referencia a la constitución de Juan Jacobo Dessalines, redactada por su secretario Charéron.

Mientras se procedía a su lectura se produjo una brusca interrupción por parte de Boisron-Tonnerre para señalar “que todo lo que se ha hecho no está en armonía con nuestras disipaciones actuales: para levantar el Acta de la Independencia, necesitamos la piel de un blanco como pergamino, su cráneo como escritorio, su sangre como tinta y una bayoneta como pluma”.

Luego de la citada interrupción Dessalines designó a su autor para que le “exprese al pueblo sus sentimientos hacia los blancos”, tanto del Oeste como del Este de Santo Domingo, a quienes les había prometido protección y seguridad; “pero al retenerlos en el país, todos fueron tragados por la catástrofe que preparaba”, dice el historiador Thomás Madiou.

Luego de promulgada la citada constitución, Dessalines invadió en 1805 la parte del Este con un ejército compuesto por 25,000 hombres. Para ilustrar su feroz comportamiento transcribo el juicio del Dr. Jean Chrisostonie Dorsainvel en su Manual de Historia de Haití: “Es penoso, dice, que el paso del ejército haitiano haya sido marcado por excesos: caballos, mulos, animales de carga tomados en el Este y extenuados de cansancio, fueron mutilados sin piedad. Toda la población española que no pudo huir a tiempo fue llevada prisionera o sacrificada. Puerto Plata fue saqueada, La Isabela y Montecristi arrasados, Macorís, Santiago y La Vega, aniquilados: Christopher, que no perdonaba la resistencia de Sarapi Reynoso, se vengó incendiando él mismo los más bellos edificios de Santiago”.

El Fundador de la nación dominicana, contrario a tan bárbara actitud de exterminio de la raza blanca llevada a cabo por Dessalines, proclamaba la “unión de todas las razas por los vínculos de la civilización y el cristianismo”. También él dijo: “Yo admiro al pueblo haitiano desde el momento en que, recorriendo las páginas de su historia, lo encuentro luchando desesperadamente contra poderes excesivamente superiores, y veo cómo los vence y cómo sale de la triste condición de esclavo para constituir una nación libre e independiente. Le reconozco poseedor de dos virtudes eminentes el amor a la libertad y el valor”.

Creo que con esta consideración Duarte ha debido ganarse la gratitud del pueblo haitiano, por lo que el homenaje rendido durante el bicentenario de su natalicio lo tiene, a nuestro juicio, merecido, y no requiere ningún acto de reciprocidad, como al parecer es la intención del reclamo de Paraison.

Juan Pablo Duarte legó a la posteridad un Proyecto de Ley Fundamental, que es un ejemplo de visión democrática, donde se jerarquiza el imperio de la ley.

Es bien conocido el trágico final del Emperador Dessalines el 17 de octubre de 1806 en las proximidades de Pont Rouge, fruto inequívoco de las rivalidades entre el Norte y el Sur de Haití y sabemos también cual fue el triste final de su cadáver.

Juan Pablo Duarte murió fuera de su país, y sufrió el castigo de la traición y de la vileza humana, pero sin que su estatura moral se afectara con su prolongado ostracismo. De ahí que si es cierto que por sus obras los conoceréis, no es posible que en la República Dominicana se pueda expresar en igualdad de condiciones el respeto hacia Juan Pablo Duarte, como el que se reclama a favor de Juan Jacobo Dessalines, habidas cuentas de que son dos seres profundamente divergentes, tanto en su conducta humana como política, por lo que consideramos inadmisible el reclamo de reciprocidad requerido por el señor Paraison.

Creo no haber invalidado el derecho que tiene el señor Paraison a reclamar respeto a un prócer de la historia haitiana; pero lo que no es admisible es que para justificarlo se escoja, en igualdad de condiciones, a Juan Pablo Duarte y Díez, “el dominicano de gloria más pura”, como lo definió Emilio Tejera y Penson.

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