Reclamo ocoeño por sus recursos

Reclamo ocoeño por sus recursos

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
Las impresionantes montañas de la Cordillera Central, que incrustadas en la provincia de San José de Ocoa, otrora parte de la de Peravia, son fuente de la principal corriente hídrica nacional debido a la importancia de su aporte de agua potable a la capital dominicana, a la agricultura banileja y a la gran producción de electricidad que abastece a las redes nacionales de fluido energético.

El río Nizao, con su abundante caudal fue la atracción de los ingenieros, que desde la década de los 50 del siglo pasado, idearon un aprovechamiento de sus aguas encabezados por la firma Mendoza y Armenteros, hasta que en los gobiernos del doctor Balaguer esos planes se tornaron en realidad para llevar agua asegurada a las tierras de Baní de unos 8 metros cúbicos por segundo, electricidad en una producción de más de 300 megavatios y 6 metros cúbicos por segundo de agua a las redes insaciables de una población sedienta residente en el gran Santo Domingo.

Por más de 25 años las aguas del río Nizao, que nace en las montañas de Ocoa, han servido, en primer lugar antes de 1975 y de la presa de Valdesia, llevar agua a las tierras de Baní, y luego, a partir de 1975 generar electricidad, producción aumentada notablemente después que se completó la construcción de las presas de Jigüey y Aguacate y poder derivar agua potable hacia el acueducto de la Capital.

Pero los moradores de las lomas de Ocoa, a veces impenetrables e imponentes, también se han beneficiado de la cuenca del Nizao y del río Ocoa, gracias a la acciones emprendidas por el padre Luis Quinn, enamorado de por vida de su zona, dedicando y entregando su vida y salud para ver esas montañas convertidas en un vergel. Y lo ha ido logrando con éxito notable. Ya se ven los beneficios de la producción de vegetales entre los que se destaca el aguacate, de los viveros aportando sus beneficios y con los más variados sistemas de aprovechamiento de agua para abastecer decenas de comunidades rurales de empinadas lomas, que antes no tenía la vía, ni el estímulo de un hombre de Dios, dedicado a elevar en la dignidad humana a los que por su estado de frustración vivían en una pobreza notable en las comunidades rurales de Ocoa.

Los ocoeños, motorizados por su activa y ejemplar entidad de desarrollo, han concebido que si así como Bonao se beneficia de los beneficios que se derivan de la explotación del ferroniquel de sus montañas, por igual, si Ocoa aporta tanta agua para electricidad y para abastecimiento de agua y de regadío, debía recibir un beneficio por tales aportes y no sólo ver correr el agua sin recibir nada en cambio.

Una región como San José de Ocoa, que aporta el agua que nace en sus entrañas para tantas cosas útiles, debía recibir beneficios, que si bien no se les exonere del pago de los servicios de energía o de agua potable, que se establezca un organismo, como siempre ha sido la idea, para que administre la producción de energía de Valdesia, Jigüey y Aguacate, así como para venderle el agua a la Capital y al riego de Baní. La venta de la energía sería a la CDEEE y al INDRHI. Actualmente esos organismos aprovechan toda esa agua y las comunidades ocoeñas no se benefician en nada de su recurso natural, que si bien es renovable, podría agotarse en un momento del futuro si su cuenca no es cuidada como lo exigen las normas del medio ambiente.

Una Corporación del Nizao, como una vez se planificó, aglutinaría una dirección de banilejos, ocoeños y san cristoberos. Tal institución podría ser la solución de lo que han visualizado los activos ocoeños de recibir algunos de los beneficios que ya reciben otras zonas de esa región de Nizao-Valdesia, como se le conoce en el argot hidráulico. Ocoa no recibe nada, sólo apagones y poca agua de calidad. Esa corporación administraría la energía que vendería, así como el agua de riego y el agua potable que va a la Capital y a San Cristóbal. Los recursos obtenidos irían en beneficio de las poblaciones colocadas a lo largo de la cuenca del Nizao.

Así mismo, las tarifas que pagarían por los servicios de agua y de electricidad, deberían ser menores y distintos a los que se pagan a nivel nacional, reflejando sus precios la realidad de que el agua sale de las entrañas de las montañas ocoeñas y banilejas para servir a más del 40% de la población dominicana. Y esas montañas, desde que el padre Luis Quinn trabaja en la zona, se han ido reforestando de manera maravillosa y visible.

La preocupación ocoeña, de ver cómo su riqueza se va a otros lados, sin recibir nada a cambio, es justa y podría encajar en un plan de desarrollo regional para toda la cuenca bajo la influencia del río Nizao y dirigido por una corporación autónoma que vele por un reparto justo de las riquezas del agua del río.

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