Reclamos ante el TLC

Reclamos ante el TLC

PEDRO GIL ITURBIDES
Los empresarios piden al Gobierno Dominicano abrir espacio a la equidad fiscal, como paso previo a la entrada en vigencia del tratado de libre comercio. Tenemos tiempo para considerar éste y otros reclamos de los sectores involucrados en la producción de bienes primarios e industrializados en la República Dominicana. De ofrecernos un lapso que no tuvimos para ordenar nuestros objetivos ante el pacto, se encargarán legisladores en el congreso federal de los Estados Unidos de Norteamérica. Y las grandes centrales sindicales de esa nación. Ellos tienen a su cargo poner los periquitos.

Muchos estadounidenses temen que una mano de obra barata, integrada a este gran mercado del continente, perjudique el mercado laboral de su país. Por ello han iniciado gestiones ante representantes y senadores del congreso federal, para impedir la ratificación del tratado. Cobertura legal, económica y social que no siempre alcanzan los indocumentados de esta parte del mundo en ese territorio, es parte de los argumentos que se esgrimen. Y como bien se sabe en estos países, los legisladores estadounidenses no pueden hacerse los sordos, los tontos o los idiotas.

De hecho, el Presidente de la hermana república de El Salvador, Elías Antonio Saca, ha dicho que el «asunto no será fácil». En un intento de convencer a los congresistas estadounidenses, los mandatarios de nuestros países viajarán a Washington en la segunda semana de mayo. Con George W. Bush hablarán el día 12. Pero dedicarán otros tres días a reunirse con los congresistas republicanos y demócratas para pedirles que no escuchen las voces agoreras de los grandes emporios sindicales.

Aquí también resuenan cánticos que clamaron en su día por un trato igualitario. No fuimos escuchados. Hoy pugnamos porque prevalezca un adecuado sentido de justicia social en el intercambio comercial. El tiempo que duren los congresistas estadounidenses pidiéndonos la readecuación de leyes y procesos laborales y medioambientales, debemos aprovecharlo para dotar de equidad a nuestro régimen fiscal.

Elemento clave, igualmente, al margen del sistema fiscal, es el del oneroso papel de la electricidad en los procesos productivos en general. Los empresarios lo han planteado muchas veces, y han hecho comparaciones del precio del kilovatio servido en nuestro país y el vendido en las naciones con las que entraremos en el gran mercado.

Las abrumadoras diferencias explican, en buena medida, la incapacidad del dominicano para seguir adelante con un tratado que, bajo las actuales condiciones, resultará perjudicial. Debe recordarse que la energía eléctrica es factor importante en la producción de bienes y servicios de nuestra época, y que un costo elevado de la misma se refleja en los valores finales de lo producido. Parte de los precios del kilovatio en el país todavía reflejan las operaciones de compra de parte de los activos del Estado.

Pero una parte, en cierta medida oculta, es la misma que sufría la antigua Corporación Dominicana de Electricidad (CDE): el pago del personal. Con una diferencia en favor del antiguo sistema: la CDE inflaba sus nóminas por la politiquería y el dispendio. Pero los sueldos guardaban proporción con el régimen salarial del país. Hoy día, la dispersión de la administración de los servicios, y la necesidad de copiar los niveles salariales de las naciones de mayor desarrollo relativo, obligan a que paguemos el kilovatio más caro de las Antillas.

Volver la vista hacia el tema de la electricidad y al del sistema tributario en general es obligatorio para el Congreso Nacional y para el Poder Ejecutivo. Salvo que se procure la aniquilación de las estructuras productivas, se impone escuchar a quienes son cotidianos creadores de la fe del dominicano en su tierra. Antes de seguir hablando del tratado de libre comercio, es bueno conversar sobre todas las trabas que impedirían una competencia sana, justa y abierta.

Y por supuesto, preparémonos para escuchar los consabidos remoquetes sobre el esclavismo, el degradante trabajo infantil, las violaciones a la libertad sindical y las emisiones contaminantes a la atmósfera. Porque, salvo que los mandatarios de nuestros países convenzan a republicanos y demócratas en Washington, ese palabrerío lloverá sobre nosotros. Enrostrándonos las faltas.

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