Reconocimiento al maestro Dobal

Reconocimiento al maestro Dobal

POR MU-KIEN ADRIANA SANG
En Carlos Dobal encontramos la figura del verdadero catedrático que vibra en las aulas y que se entrega plenamente a la docencia creativa. Formado en la más fina tradición hispanista-americana, Dobal ha practicado aquel principio que Unamuno acuñó en su trabajo: “Me propongo agitar e inquietar a la gente.

No vendo pan, sino la levadura.” Así, sus clases y exposiciones siempre han sido espectaculares, teatrales, llenas de dramatismo didáctico que logra impactar de una manera especial y que provoca una atención constante a sus expresiones, sus gestos, sus preguntas incesantes, sus dibujos en la pizarra, sus ocurrencias frente a las diapositivas y sus disparos a las conciencias, al intelecto y a la sensibilidad de los alumnos.”  Rafael Emilio Yunén, El academicismo de Dobal.

El viernes 7 de abril, el salón de actos de la Sociedad Amantes de la Luz se vistió de gala. En un emotivo acto, organizado por la Academia Dominicana de la Historia, se rindió un merecido homenaje a uno de los historiadores más emblemáticos de la ciudad de Santiago y del país: Carlos Dobal Márquez.  La Revista Clío, la publicación emblemática de nuestra academia, fue dedicada a honrar el trabajo de investigador y maestro del ese gran profesor santiagués.

Eran las 5:05 de la tarde, cuando llegué al salón. Sorprendentemente estaba lleno. Un público diverso se hizo presente ese día. Vi a los amigos de toda la vida del Profesor Dobal, quienes como a él, llevan en su cuerpo y su rostro el paso inclemente de los años: Anibal Campgna y su muy conservada esposa; el Dr. Rafael Cantisano, quien junto a Dobal ha sido el defensor eterno de las ruinas de La Isabela; Doña Vanesa Vega y su esposo Ulises Bonelly, compañera profesora del profesor durante décadas en la universidad; su eterna compañera, Eliana Fernández; su suegra la muy conservada Doña Venecia. Como pocas veces, una nutrida representación de los miembros de la Academia se hizo presente. Los miembros de número José Chez Checo, Presidente; Emilio Cordero Michel, Vicepresidente; Juan Daniel Balcácer, Secretario, y Wenceslao Vega junto a Rafael Emilio Yunén, Fernando Pérez Memén y Antonio Avelino completaron el grupo de numerarios.  Los correspondientes Edwin Espinal, Carmen Durán, Jorge Tena Reyes, entre otros, también  dijeron presentes para honrar al gran maestro.  Había también ex alumnos como Ingrid González y autoridades de la PUCMM, encabezando la delegación Sarah González, la Vicerrectora Académica. Por supuesto, una nutrida representación de la Sociedad Amantes de la Luz, encabezada por su Presidente el buen amigo, Darío Fernández.

Cuando llegó el Profesor Dobal escoltado por su esposa, su suegra y su más querido sobrino, corrí a saludarlo.  Lo abracé con el cariño y respeto de siempre.  Antes de intercambiar algunas palabras, se metió las manos en los bolsillos y me entregó un pequeño objeto.  Me dijo: “Quiero que lo guardes, perteneció a mi abuelo.” Lo abracé nuevamente con los ojos llenos de lágrimas. Me retiré para que otras personas lo pudieran saludar. Tuve entonces oportunidad de ver mi regalo. Era un sello chino, adornado en la parte superior con  pequeña escultura de un mítico animal.  Debajo de la pequeña columna que sostiene al animal están unas grafías chinas que imagino son los símbolos personales del abuelo de Dobal. Lo guardé en mi bolso con los ojos llenos de lágrimas.

El acto comenzó con unas palabras del Presidente de la Academia José Chez Checo. Después Edwin Espinal leyó un resumen del trabajo suyo que aparece en la revista Clío en el cual analiza la obra historiográfica del Profesor Dobal, quien concluye afirmando que “durante cuarenta años, este brillante intelectual y académico, que asumió desde  muy joven la creación con auténtica vocación crítica, ha realizado una admirable labor de investigación y difusión_Sin duda pues, polémico, combativo y combatiente, Carlos Dobal ha construido una nueva interpretación histórica que tiene el mérito, como visión alternativa del pasado, de estar siempre abierta a la perfectibilidad, pues como él mismo ha sentenciado, todo investigador serio debe permanecer abierto a nuevas ideas y hallazgos.”

Entonces me tocó el turno a mí. Me había pedido el buen amigo, Emilio Cordero Michel, que escribiera unas páginas sobre el Dobal maestro a partir de mi propia experiencia para publicarlo en la revista Clío.  Leí el trabajo. Al final hice referencia a mi regalo sorpresa y le prometí al profesor que lo guardaría por siempre no solo en mi casa, sino y sobre todo, en lo más profundo de mi corazón.

El turno le tocó a otro alumno suyo, Rafael Emilio Yunén, quien leyó unos fragmentos de un trabajo suyo que había sido escrito y pronunciado cuando se inauguró la Cátedra de Historia de la Cultura Doctor Carlos Dobal.  Este trabajo también se incluye en la revista Clío. Al final Emilio Cordero Michel, el eterno editor de la Revista, presentó los artículos que la integran. Un grupo de damas de la Sociedad Amantes de la Luz, encabezada por Doña Elsa Brito, le entregó un ramo de flores. Entonces le tocó el turno a Dobal.

Parece que el escenario lo hizo revivir. El hombre de 80 años que había entrado al salón caminando con dificultad, se llenó de vida. Me entregó el bastón y se mantuvo de pie sin la ayuda de nadie. Comenzó a hablar. Y de inmediato, el público presente, que conoce de sobra su verbo, disfrutó de sus ocurrencias.  Hizo Dobal una anécdota de Miguel Unamuno. Afirma el profesor que cuando le entregaron el más importante galardón en España, le pidieron a Unamuno que hablara. Comenzó diciendo que no iba a decir que no se merecía el reconocimiento, pues sí se lo merecía.  Entonces el Rey tomó la palabra y le dijo que era el primer galardonado que decía eso, pues los anteriores siempre comenzaban sus discursos con la frase “no merezco este galardón”. Entonces Unamuno contestó, “y tenían razón, su Majestad.”  En su larga disquisición de agradecimiento, Dobal hizo alusión a sus antepasados, todos, según afirma, hombres y mujeres de trabajo. Insistía que por decisión ha sido un hombre austero, que vivía de su trabajo, y ese reconocimiento, decía, era a su trabajo, porque lo único que había hecho en la vida era trabajar. Terminó emocionado con un público de pie que lo aplaudía con entusiasmo.

Finalizo  este artículo con las palabras finales del trabajo que preparé para la Revista Clío.

Al volver a verlo pensé en sus enseñanzas.  Quizás hoy, treinta años después sus ideas no me parecen tan nuevas ni novedosas.  Quizás hoy ya no me deslumbre su verbo. Quizás tenga una concepción diferente de la enseñanza, porque doy más importancia al diálogo creativo entre el profesor y el alumno.  Tal vez hoy tampoco coincido con su forma de hacer historia ni de enfocar los fenómenos históricos, porque él pone atención a temas que no son de mi interés.   Sin embargo, Carlos Dobal es y seguirá siendo un maestro de generaciones.

¿Qué aprendí de Carlos Dobal?  Su pasión por el conocimiento histórico, su amor por las artes, la necesidad de encontrar explicaciones históricas a fenómenos culturales y sociales que podrían pasar inadvertidos, su vocación por la enseñanza y el deseo de plasmar ideas y opiniones a través de la palabra escrita.

El tiempo es inclemente. Nuevas generaciones van ocupando los lugares. Yo represento a la generación que le siguió los pasos. Como él, ahora soy profesora de la misma asignatura. Como él, ahora tengo el privilegio de formar parte de la Academia Dominicana de la Historia. Como él, ya hay jóvenes que han iniciado su carrera profesional y están dando pasos seguros para sustituirme. Esa es la vida.  ¡Y que hermoso resulta poder sembrar en los jóvenes!

¡Gracias maestro! ¡Soy una de tus discípulas y me siento feliz de serlo! ¡Gracias maestro por enseñarme a amar la enseñanza! ¡Gracias maestro por despertar en mí la pasión por la investigación histórica!.

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