En la presente condición de crisis es oportuno reflexionar, en el marco de la celebración del Día del Maestro, sobre su rol en la superación de la misma. La validez de ello se sustenta en el reconocimiento de la importancia de la educación, en la formación de los ciudadanos comprometidos con los valores nacionales, el trabajo y la ejecución de planes y proyectos que aseguren el desarrollo del país.
Aunque estudios internacionales y nacionales revelan la baja calidad de la educación dominicana y la deficiente formación de los alumnos egresados, es necesario proyectar las expectativas de los cambios a impulsar en la formación y desempeño de los docentes y en el sistema educativo nacional, como un requerimiento indispensable para superar los graves problemas de nuestra nación.
La maestra y el maestro es un servidor de reconocida importancia. La ponderación de su valiosa labor la expresan los fundadores de las religiones. Se le otorga el título de maestro a Jesús, venerado por esta loable misión. A través de Baháulláh, el Fundador de la Fe Bahái, Dios expresa: Aquel que educa a su hijo o al hijo de otro, es como si hubiera educado a un hijo mío, sobre él descanse mi Gloria, mi amorosa bondad, mi misericordia, que ha envuelto al mundo.
La labor docente es resaltada por grandes pensadores. Jacques Delors en La Educación Encierra un Tesoro afirma: El aporte de maestros y profesores es esencial para preparar a los jóvenes no sólo para que aborden el porvenir con confianza sino para que ellos mismos lo edifiquen de manera resuelta y responsable. Eugenio María de Hostos destaca: Aun no han llegado las sociedades humanas hasta proporcionar escrupulosamente los honores y la recompensa a la dignidad del magisterio; pero no hay una sola, principalmente entre las esclarecidas por la democracia, que no incluya prácticamente entre las primeras y más digna de respeto, a la función social que tiene por objeto la guía de las generaciones.
El reconocimiento a los maestros va combinado con la petición de asumir con devoción y responsabilidad las tareas de su elevada función, de mostrar: amor, comprensión, tolerancia, democracia, respeto a sus estudiantes; planificar las actividades, de ser posible, con la participación de ellos y que sean interesantes, creativas, estimulantes. Así también orientar, inducir el aprendizaje en un ambiente participativo, de satisfacción, encaminado al desarrollo autónomo, a la adquisición de conocimientos, destrezas intelectuales, valores y actitudes. La maestra y el maestro deben relacionarse con el entorno e interactuar con los padres, para asegurar la integración escuela-familia-comunidad, el rendimiento y la permanencia de los estudiantes.
Conocemos de las carencias de muchas escuelas, pero es fundamental que los niños y jóvenes reciban una educación de calidad aun bajo estas limitaciones, que el gobierno debe superar. El compromiso de docentes y directivos de cumplir el horario, el calendario y enseñar con amor y dedicación, es un aporte valorado por todos y por Dios cuando proclama, en el Mensaje de Baháulláh, Bendito es el maestro que se levanta para enseñar a los niños, y para guiar al pueblo hacia el sendero de Dios, el Donador, el Bienamado.