Reconocimiento
Miguel Guerrero: testigo visionario de su tiempo

<STRONG>Reconocimiento<BR></STRONG>Miguel Guerrero: testigo visionario de su tiempo

Cuando la Junta Directiva de la Academia Dominicana de la Lengua acogió la propuesta del suscrito, de celebrar un Acto de Reconocimiento al periodista y escritor Miguel Guerrero en atención a sus valiosos méritos, le dirigí una comunicación al destacado comunicador dominicano en la que consignaba la razón del homenaje.

   La carta da cuenta de algunas de las cualidades del hombre que hoy nos convoca en esta augusta Casa de la Palabra. Esta es la misiva: “La Academia Dominicana de la Lengua, siguiendo el ejemplo de la Real Academia Española, de la que es Corporación Correspondiente en Santo Domingo, fomenta el estudio de nuestra lengua y el cultivo de las letras y, en tal virtud, valora el valioso aporte que usted ha hecho mediante el concurso de la palabra en forma edificante y ejemplar. Su trayectoria intelectual, creativa y profesional es fruto de su formación académica, su vocación humanística y su sentido de edificación y servicio a favor del desarrollo cultural de nuestro pueblo. En atención al encomiable uso que usted hace de la lengua, sus valores personales y demás virtudes que le enaltecen, esta Academia le distingue con un Reconocimiento por sus valiosos méritos en el ejercicio de la palabra a través de la comunicación, la historia y el periodismo”.

   Muchas personas, entre las cuales sobresale Miguel Guerrero realizan una labor de cara a la comunidad mediante una tarea que imprime una huella fecunda, positiva y edificante, en la conciencia nacional.  El saber de la palabra, centrado en el sentido, revela que la de Miguel Guerrero es una cosmovisión humanizante cifrada en la realidad social, política y económica del pueblo dominicano, fragua y motor de sus apelaciones entrañables.

   Las manifestaciones nefastas de la realidad social mueven la inteligencia y la sensibilidad de este acucioso periodista, a quien le duele nuestro pueblo, con un dolor sincero, sentido de tal manera que su conciencia se sacude y se encabrita. No es extraño que dedique su libro Tocando fondo al pueblo dominicano con este singular epígrafe: “Al pueblo dominicano, espectador indefenso de su propia tragedia”.

   Múltiples temas, conflictos y problemas de la realidad histórica, social, económica, política y cultural de nuestro pueblo y de nuestro tiempo han llamado la atención de Miguel Guerrero, quien no sólo enfoca la vertiente conflictiva sino que ausculta las raíces de los males que analiza y su enfoque aporta, desde su particular estimativa, propuestas de solución o sugerencias pertinentes, orientadoras y rectificadoras:

   “En la República Dominicana, como en toda la América Latina, las fallas del sistema de libre empresa no se derivan exclusivamente del injerencismo estatal, por mucho que éste haya entorpecido en el transcurso de los años su desarrollo y crecimiento. Los defectos de nuestro muy peculiar régimen de libre mercado se deben también y, en gran medida, al propio sector privado.

Responden a los predominios de grupos, a los oligopolios y las castas empresariales que han explotado hasta la saciedad el paternalismo estatal, invocando para su provecho la intervención del gobierno en la economía, a sabiendas de que muchas veces los privilegios trabajan en contra del propio sistema y de las oportunidades de los demás. La teoría de la capacidad instalada, señalada tantas veces como una razón de la poca funcionalidad o de la presunta inexistencia de libertad empresarial, ha sido siempre esgrimida no precisamente por el Estado, sino por grupos empresariales para evitar de esta forma la competencia y preservar irritantes concesiones. ¿Cuándo esas concesiones se reflejaron en el mercado, ya sea mediante un mejoramiento de los precios y la calidad de los productos o mediante un incremento de la oferta?”

   Cuando Miguel Guerrero analiza un hecho da a conocer el trasfondo social y conceptual, penetra en la intimidad de escenas y ambientes y aprecia detalles que perfilan el contorno y el dintorno de una situación, lo que revela su penetrante agudeza, su instinto descriptivo y su fidelidad al marco ambiental y la realidad sociocultural de su relato: 

   “La carta que enviara Herrera Báez a Trujillo contenía una amplia evaluación de la marcha de los trabajos de la reunión de cancilleres americanos y era, en el fondo, un intento de poner al Generalísimo en condiciones de analizar las posibilidades que pudieran surgir de ella. Cumplía con el rigor de la adulación oficial y llamaba a Trujillo “querido jefe”. Sin embargo, constituía en muchos aspectos un análisis serio que no intentaba ocultar la realidad a qué debía hacer frente el régimen trujillista en un escenario eventualmente adverso.

“   Desde la óptica, bastante adjetiva, con que la delegación dominicana percibía el curso de la reunión, Herrera Báez informaba al dictador que “aunque se ha hablado mucho de la democracia y de los derechos humanos, la intención dominante de los discursos (habían intervenido ya 15 ministros), entre ellos muy significativamente el del Secretario de Estado (Christian) Herter, ha sido la no intervención”.

  Miguel Guerrero es un narrador con un conocimiento de las técnicas de la narración. Al enfocar el objeto de su atención asume cada detalle con rigor y precisión, al tiempo que da cuenta del impacto emocional que un suceso o un percance ejerce en la sensibilidad de los protagonistas de la acción:

“   Sudando copiosamente por el calor y la creciente excitación, Villeta introdujo la punta de la barra en la cerradura del maletero y violó de un golpe la tapa. Esta se abrió con un ruido seco y los dos oficiales de seguridad encontraron el cuerpo sangrante de Trujillo retorcido dentro del baúl del automóvil. El rostro, bañado en sangre, estaba desfigurado. Villeta sintió que un nudo se le hacía en la garganta. La fuerte conmoción que le produjo la visión de aquel hombre sin vida, tirado como un fardo en la maletera de aquel automóvil, estuvo a punto de hacerle desfallecer” .

  A su instinto de narrador y periodista, Miguel Guerrero aúna su conocimiento de la realidad sociográfica dominicana a través de la cual escudriña diversas facetas de tipo social, político, idiomático y conductual, logrando un acabado perfil de hechos, personajes y ambientes con la descripción elocuente de una destreza narrativa:

“   Alzando la voz e infundiéndole el mayor tono de autoridad posible, Rodríguez Echavarría arengó a la tropa diciéndoles que Ramfis se había ido y que sus tíos, Negro y Petán, en complicidad con otros generales, intentaban dar un golpe de Estado para derrocar al presidente Balaguer y asesinar a los líderes de la oposición. El deber de los militares era evitar que esa tragedia, que desataría un baño de sangre, se consumara. En esta hora suprema esperaba que los hombres bajo su mando cumplieran con su responsabilidad como soldados de la patria y siguieran sus pasos.”

 Ejemplo plo que ha dado Miguel, de coherencia entre verdad y vida, entre creencia y conducta, ha sido el lábaro sagrado que su palabra ha enarbolado con admirada cohesión y compenetración intelectual, emocional, imaginativa y espiritual.

   Así como en el plano internacional hubo valiosos intelectuales y escritores que durante el período de la Guerra Fría asumieron una postura firme y resuelta contra el peligro y la opresión del sistema comunista, destacándose Karol Wojtyla en Polonia (luego, como Juan Pablo II desde la Cátedra de Roma), Salvador de Madariaga en España, Jorge Luis Borges en Argentina, Germán Arciniegas en Colombia, Arturo Uslar Pietri en Venezuela, Octavio Paz en México y Mario Vargas Llosa en Perú, entre otros valiosos escritores, intelectuales y periodistas, así también en nuestro país surgieron voces autorizadas y contundentes de escritores y periodistas que tuvieron la visión y el coraje de testimoniar su defensa de los valores democráticos y los principios esenciales de nuestra cultura, como Max Henríquez Ureña, Mario Bobea Billini, Antonio Fernández Spencer, Manuel Rueda, Federico Henríquez Gratereaux, Adriano Miguel Tejada, Manuel Núñez y, desde luego, la más rotunda y tenaz en la pluma gallarda y encendida de Miguel Guerrero.

   Miguel Guerrero habla y escribe con la convicción que le da su autoridad moral y la firmeza que le brinda su vocación patriótica, su ideal humanizante y su amor por los valores de nuestro pueblo. Prudente, respetuoso y cordial, Miguel Guerrero valora el poder de la palabra y cultiva el sentido de la verdad como índice y expresión de sus apelaciones entrañables.

   Esta Corporación de la Lengua, que vela por la integridad de la palabra y el buen uso del lenguaje, observa a los usuarios del idioma y, si tiene la autoridad institucional para advertir sobre formas viciadas o erradas de la expresión, tiene también la autoridad moral para reconocer a los hablantes ejemplares, como Miguel Guerrero, en cuyo verbo fluye, redivivo y elocuente, el sentido del honor y la verdad, con la dimensión ética y humanizante de una actitud digna y encomiable que lo distingue y enaltece.

   El criterio de que una fuerza oculta nos identifica como pueblo forma parte de la convicción intelectual y espiritual de un hombre que ha hecho del cultivo de la palabra un ejercicio edificante y ejemplar. Ese hombre es Miguel Guerrero, voz y conciencia del alma nacional.

(Versión resumida de exposición)
Academia Dominicana de la Lengua
Santo Domingo, Ciudad Colonial, 13 de noviembre de 2008.

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