Recordando a don Mario

Recordando a don Mario

Cuando conocí personalmente a don Mario Álvarez Dugan, ya me era familiar su obra y su gran facilidad para conquistar amigos, toda vez que su hermano Jaime me había hablado sobre él en la Logia Cuna de América durante una tenida de iniciación a la que asistí. Fue en ocasión del fallecimiento de mi padre cuando visité a Don Mario en su despacho del periódico “Hoy”, para solicitarle su autorización a fin de que se realizara un reportaje sobre mi progenitor en la sección deportiva.

Cuando Don Cuchito supo que yo era hijo de Máximo Hernández Ortega, quien fue presidente del “Escogido” durante tres campeonatos de béisbol, en la década de los años sesenta, exclamó sorprendido ¡murió el divino calvo!. En aquella oportunidad me narró varias anécdotas que involucraban a mi padre, ocurridas en los tiempos del inolvidable narrador deportivo cubano Rafael Rubí. Se refería a la gloriosa época del equipo de los Leones, cuando contaban con Felipe, Mateíto y Jesús Rojas Alou, Juan Marichal, Osvaldo Virgil, Ricardo Joseph, Federico Velásquez, Gallego Muñóz, Manuel Mota, etc., bajo la dirección de Pepe Lucas y Horacio Martínez. Don Mario me expresó entonces: “yo fui muy amigo de tu padre y lo distinguí mucho. Me solidarizo con tu dolor y te manifiesto mi condolencia; pero quiero decirte además que un padre como el tuyo no se olvida jamás, por trabajador, por recto y por comprensivo”.

Estas expresiones llegaron en aquel momento a lo más profundo de mis sentimientos, por ese motivo no olvidé a la persona que las pronunció.

Años después, estando en la Universidad Central del Este, pregunté a los veteranos periodistas Rodolfo Coiscou Weber y Francisco Comarazamy por aquel señor que tan bien me había impresionado. Ambos coincidieron en decir que Don Mario Álvarez Dugan era un experimentado periodista, excepcionalmente inteligente y de pensamiento profundo, conciliador, solidario, trabajador sin descanso, honesto, atento, humanitario y sobre todo partidario de la equidad. Volví a ver a Don Mario en un acto celebrado en la Fundación Corripio, y para sorpresa mía cuando le dije: “Don Mario, yo soy Edgar Hernández, el hijo del divino calvo”; él me respondió: “Cómo te va, muchacho; ¿Tú ves como resulta inolvidable el viejo de uno cuando se nos va?”

Para mí también será inolvidable Don Mario Álvarez Dugan, por atento, por solidario, por excelente profesional y por tener tan alto concepto de la amistad.

¡Descanse en paz Don Cuchito!

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