Recordando a dos grandes

Recordando a dos grandes

Dos figuras principales del arte y el pensamiento, hoy desaparecidas, dieron prestigio a los   inicios de la  Asociación Dominicana de Críticos de Arte (ADCA) se trata de Pedro Mir y Silvano Lora

MARIANNE DE TOLENTINO

La Asociación Dominicana de Críticos de Arte (ADCA) es una suerte de ave fénix  entre las agrupaciones artísticas dominicanas. Periódicamente renace de sus cenizas… pero todo deja prever que, por fin, ahora va a mantenerse viva y jugar un papel -necesario y bienvenido- en la actualidad artística nacional y su orientación.

El 13  de agosto, el colectivo procederá, en la Universidad APEC, a la entrega de los premios de la crítica en diferentes renglones. Será la quinta edición de un palmarés que distingue, por decisión de la colectividad profesional, a personalidades, eventos e instituciones del arte juzgados como particularmente meritorios en sus respectivos campos.

El 18 del mismo mes, los críticos celebrarán en el Centro León, un encuentro dominico-caribeño, lo que señala el interés -apagado durante varios años- por volver a un liderazgo regional. Como parte de esa reunión fraterna, temas concernientes a la crítica serán objetos de comunicaciones y diálogos. Existe un especial optimismo, dentro y fuera de la ADCA, por  esa iniciativa, continuación de un programa teórico, perspectiva marcada de expresión directa, abierta, pública, de ideas y opiniones.

En el primer año de su presente directiva, ya se dieron algunas participaciones brillantes en eventos culturales y programaciones conmemorativos de alcance nacional, y se ha manifestado el propósito de explicar y orientar el actual momento del arte, dentro y fuera de Santo Domingo.

Afirmándolo, no se trata de un orgullo fácilmente satisfecho entre pares, sino de un hecho observable por todos, proveniente de especialistas en asuntos de arte actual. Por cierto la organización mundial, -Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA)- a la cual nuestra asociación está afiliada, requiere que la intervención de sus miembros concierna al arte contemporáneo, con el fin de distinguir, entre otros motivos, a esa categoría de  creación inquieta e incomprendida, frente a  la simple modernidad y las vanguardias tradicionales.

Esas  actividades, junto a la asistencia de la ADCA a asambleas y sesiones científicas -nacionales e internacionales-, atestiguan un estado de reflexión creciente y la reconsideración de actitudes otrora pasivas, beneficiando esos cambios al compromiso artístico en general y disipando confusiones e incertidumbres. Además sitúan a nuestro país en una posición de avanzada, respecto al Caribe y América Latina, ya no en el contexto individual de personalidades aisladas, sino como evidencia de un auténtico movimiento crítico.

La profesión de crítico de arte es una de las más valientes y sacrificadas en el campo intelectual, y la Asociación Dominicana de Críticos de arte, bien llevada, constituye una fuente idónea de estímulo y respaldo a sus miembros.

En este momento decisivo, cabe recordar a dos eminentes figuras de la escena artística dominicana, que, por sus posturas en la historia nacional, alcanzaron hasta un nivel de heroicidad: el poeta Pedro Mir y el artista Silvano Lora.  Ellos, por su fama y sus aportes, contribuyeron al lanzamiento de la Asociación de Críticos de Arte, a sus inicios, a sus luchas, a sus debilidades aun, identificados con la creación artística, con la vida, la vigencia, las vivencias del arte.

Pedro Mir y Silvano Lora

La Asociación Dominicana de Críticos de Arte se fundó en el 1981 y formalizó aspiraciones expresadas múltiples veces en años anteriores, dando un estatus a los profesionales de la crítica e ingresando así a la organización internacional especializada.

Pedro Mir, nuestro Poeta Nacional, fue su primer presidente, electo por consenso. Ese inmenso creador, pensador y catedrático, escribió la primera obra dominicana de teoría de la estética. Era un admirador entusiasta de las artes visuales, sosteniendo que, libres de todo instrumento y medio preexistentes, gozaban de un potencial creativo ilimitado, mientras la literatura se encontraba presa del lenguaje. No cabe duda de que era una posición contemporánea, volcada hacia el futuro y en perpetuo movimiento.

La presidencia de Pedro Mir, figura ilustre de las letras y revelado en su dimensión de teórico del arte, aportó un gran prestigio a la joven organización, durante dos períodos. El acogió esa responsabilidad de modo altruista, para conferirle la mayor credibilidad, aunque se defendía de su condición de crítico de arte. Luego, tanto su salud como los compromisos de su carrera literaria no le premitieron seguir en esa función cimera. Ahora bien, muy pocas asociaciones nacionales han tenido el honor de empezar encabezadas por una personalidad de ese calibre y notoriedad.

Silvano Lora fue  tal vez el principal actor de la fundación de la ADCA. Gracias a él, se invitó como jurado de la Bienal de Artes Plásticas, a su amigo  Raoul-Jean Moulin, entonces Secretario General de la Asociación Internacional de Críticos de Arte.

Ese entronizó, con su presencia, a la asociación dominicana.

Secretario General de la ADCA varias veces, Silvano, artista formidable, animador, teórico y también poeta, asumió su papel directivo, con pasión. En la crítica de arte, se demostró el militante conocido, envuelto en las causas difíciles y que demandaban un compromiso personal.

Cuando la ADCA permanecía inactiva -situación periódica como lo señalamos- y sus miembros no respondían a su misión, él no temía admonestar a sus colegas, y pretendía provocar su toma de conciencia. Siempre conservó una ética inquiebrantable, cuales fuesen sus problemas personales con determinado crítico.

Luego, la reputación internacional de Silvano Lora y sus numerosas relaciones, trabadas durante viajes y largas estadías en toda Europa -y Francia particularmente- significaban un reconocimiento para la asociación dominicana. Podemos decir que, hasta el final de su vida y aun durante su doloroso quebranto, él no cesó de «batallar» por el avance de la crítica de arte dominicana y su fortalecimiento institucional. En los cónclaves internacionales, él intervenía como artista y como portavoz de los críticos, de sus problemas, de sus derechos. La memoria de la ADCA debe un reconocimiento eterno a dos grandes figuras de talento universal y acentuada vocación social: Pedro Mir por el incomparable prestigió que le comunicó en sus inicios, y Silvano Lora,  maestro en la práctica y la teoría, que tuvo una visión de presente y de porvenir en la protección y la proyección de nuestra crítica de arte.

En estos momentos de honores y celebraciones, recordarlo es parte de la historia de la Asociación Dominicana de Críticos de Arte.

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