Recordando a Eladio Marrero (Lalito)

Recordando a Eladio Marrero (Lalito)

En los últimos años hemos percibido en nuestro Salvaleón de Higüey un marcado y profundo interés por recordar y resaltar los hechos y personajes más relevantes de nuestra historia como pueblo. ¡Es un hecho muy positivo! Sin dudas, esas acciones merecen el reconocimiento de todos los que nos sentimos orgullosos de ser higüeyanos.

Como es de suponer, son tantos los hechos y personajes que en ocasiones de manera involuntaria se comete la injusticia de no mencionar, o recordar a personajes que han sido determinantes en la configuración  de los elementos que nos caracterizan y nos identifican como pueblo. Uno de ellos es: Don Eladio Marrero (Lalito).

Don Lalito fue una figura descollante e irrepetible en el arte y oficio de la talabartería. Sus trabajos fueron considerados por los más exigentes.

Expertos en la materia como verdaderas obras de arte por su belleza, calidad y originalidad. Fue un verdadero maestro, creador de una escuela; en su taller se forjaron varias generaciones de talabarteros que aprendieron de él los conocimientos indispensables para ser catalogados como buenos. Nadie como Don Lalito para enseñar los secretos para confeccionar una buena y hermosa silla de montar, un hermoso y útil cabezal, un panó, unas riendas y/o cualquier utensilio de los necesarios para ensillar con belleza y seguridad nuestro briosos e insuperables caballos higüeyanos.

Don Lalito Marrero como talabartero fue insuperable. Sus trabajos eran de una calidad y belleza inigualables; teniendo además que destacar, que en su época no se disponía de equipos e instrumentos como los de hoy en día, sino tan solo de sus callosas y virtuosas manos.

Como ser humano fue excepcional; no hemos conocido a nadie más ocurrente y jovial que él. Sus cuentos, sus anécdotas narradas con esa gracia tan especial que le caracterizaban, provocaban que su taller fuera permanentemente uno de los lugares más visitados por los higüeyanos de aquel entonces; todos querían disfrutar de esas inolvidables tertulias de Don Lalito, en donde de comentaban todos los hechos de actualidad, sin importar el tema, y esto era posible porque todos estaban convencidos de que no se corrían riesgos ningunos dadas sus íntimas relaciones con los gobernantes (jefes) de la época. 

Un hombre excepcional que con su chaveta puso en alto nuestras potencialidades como pueblo; y con su aguja y su hilo ensalivado cosió  nuestros sueños para hacerlos perdurables y permanentes, estimulándonos como lo hizo a convertir esos sueños en bellas y esplendorosas realidades de un pueblo tan especial como es nuestro Salvaleón de Higüey.

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